Este es un serio problema que con frecuencia nos asalta, sobre todo cuando vemos imágenes tan escalofriantes de criaturas que mueren cada día por falta de medios básicos.
La indignación nos supera, si a continuación de éstas, nos presentan otras donde el derroche no tiene término.
¿Qué hacer, por qué ocurre?
Atendamos, ahora, a estas cuestiones:
-¿Somos todos igual de previsores y sobrios para conservar lo que tenemos?
-¿Disponemos por igual de la misma inteligencia y capacidad de elaborar para adquirir los bienes?
-¿De qué serviría un reparto equitativo de todas las riquezas, si la razón nos dice NO a las anteriores preguntas?
Pero aún así, vamos a suponer que se pueden racionalizar todas las fortunas existentes, teniendo cada individuo, lo necesario para vivir. ¿Seguiría existiendo el afán de lucha que ha empujado a los grandes descubrimientos y empresas útiles que han concurrido al progreso de la humanidad?
Probablemente, no.
Por tanto, si se acumula en ciertos puntos, debería ser para distribuirse en cantidad suficiente según las necesidades.
Sin embargo, ¿por qué Dios se la concede a personas incapaces de hacerla fructificar para el bien de todos?
Nos lamentamos, con razón, al ver el miserable uso que ciertas personas hacen de las riquezas y entonces nos preguntamos ¿Dios es justo dándosela a semejante gente?
Es verdad, que si el hombre tuviera una sola existencia, nada justificaría semejante reparto.
No obstante, con la pluralidad de existencias podemos llegar a tener otra perspectiva del problema. Podemos comprobar que todo se equilibra con justicia, ya que en sí, la riqueza es una prueba a superar por todos y cada uno de nosotros, en el momento que nos corresponda tener ese aprendizaje.
Es, sin duda, una asignatura muy resbaladiza, por las tentaciones que da y la fascinación que ejerce, haciendo que muchas veces, el que pasa de la miseria a la fortuna, con frecuencia olvida muy pronto su anterior posición, volviéndose insensible, con quienes le ayudaron.
Y algo peor, ¿cuántos crímenes no se han cometido por la avaricia?
Entonces, si la riqueza es el origen de tantos males ¿por qué existe?
Porque es a través del libre albedrio, que el ser humano aprende, por su propia experiencia, el conocimiento de lo que está bien o mal.
Debemos comprender que, no es en sí la fortuna la que genera esas pasiones, sino su uso irracional e incontrolado que forma parte de la inmadurez moral de quien la posee. Es por tanto al hombre, a quien corresponde el aprendizaje de hacer salir, de ella, el bien.
No es motivo, glorificarse por lo que se tiene, porque no será por las leyes suntuarias, que tienen por objeto poner moderación y tasa en los gastos, como podrá remediarse el mal, sino por el cambio producido en el corazón.
La riqueza, por tanto, es la prueba de la caridad y la abnegación, que hace crecer la generosidad y la humildad; así como la pobreza lo es de la paciencia y la resignación.
En conjunto debemos trabajar para la mejora material del planeta, considerando la fortuna como un elemento del progreso, ya que el hombre ha tenido que sacar los materiales hasta de las entrañas de la tierra; ha buscado en la ciencia los medios de ejecutarlos con más seguridad y rapidez; pero para llevarlos a cabo le han sido necesarios los recursos.
Además, la actividad obligatoria para estos trabajos aumenta y desarrolla la inteligencia, y ésta, que al principio se concentra en la satisfacción de sus necesidades, le ayudará más tarde a comprender las grandes verdades morales:
“Que el mejor empleo de la fortuna es aquél que viene animado por el amor al prójimo.”
Ana Mª Sobrino
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