lunes, 3 de octubre de 2011

Influencia de los espíritus en los acontecimientos de la vida


El hecho de que, en todos los tiempos y en todos los pueblos, estuvo siempre viva la creencia en un algo invisible, que sobrevive a la muerte del cuerpo y que en ciertas condiciones puede manifestarse a nuestros sentidos, que nuestros más antiguos progenitores creyeron, si no en la inmortalidad del alma al menos en su existencia temporal después de la muerte, es una opinión común de los antropólogos en las épocas prehistóricas. En las tumbas, al lado del cadáver, se han encontrado víveres, armas, monedas, objetos ornamentales... Esto prueba plenamente la creencia en la vida futura y esta creencia la encontramos hoy día en todos los pueblos salvajes, aún en aquellos que tienen idea muy vaga de Dios o no tienen ninguna.
En esta fase primitiva de desarrollo humano, no hay templos, ni sacerdotes, ni ritos. La religiosidad consiste en creer en la existencia de espíritus antropomorfos y zoomorfos que habitan en las rocas, las grutas, los árboles, etc. Y la idea de comunicarse con estos seres no le ocurre a nadie. Un poco más tarde el hombre más inteligente y razonador, llega naturalmente a pensar que con genuflexiones, dones, etc. podrá pesar en las decisiones de estos dioses, hechos a su imagen. Entonces se edifica el templo y aparece el sacerdote. Al principio, el templo es muy humilde, es una cabaña como cualquier otra y se imaginan sus dioses como seres errantes parecidos a los hombres, a los que se les ofrece una casa para que reposen. Con el templo y a veces antes, aparece el sacerdote, que de buena o mala fe, pretende tener el privilegio de comunicar con los espíritus, de servir de intermediario entre ellos y los hombres. Los sacerdotes no son más que brujos que tienen la misión de relacionarse con los tan temidos demonios, siendo el culto de estos pueblos salvajes reducido casi exclusivamente a la conjuración de los espíritus y a la veneración de los amuletos. La mayoría de estos pueblos no tienen la menor idea de Dios ni de una vida futura, no obstante, ellos creen que sus muertos dejan tras de sí una sombra generalmente maléfica. En otras partes del mundo el indígena domina el prejuicio de que los espíritus de los antepasados están siempre en medio de los vivientes, sea para ayudarles, sea para causarles mal y de aquí el gran culto que rinden a los muertos, como los chinos y como los indios. Los antiguos egipcios distinguían en el alma la parte llamada "Ka", que reproducía como el doble del semblante del individuo y el alma, propiamente dicha, o "Ba". Creían en la trasmigración de las almas, que antes de llegar a transformarse en el alma humana, pasaba por diversos seres de la naturaleza, mejorando siempre. Antes de llegar al Eliseo, el espíritu del muerto debía realizar un largo viaje, luchando con el hambre, con la sed y con el fuego. Aunque podían los espíritus, salir de la región infernal para transformarse y retornar entre los hombres recuperando su forma. Los hebreos creían en la inmortalidad del alma y conocían las prácticas espiritistas, se deduce, entre otras cosas, de los anatemas lanzados por Moisés contra ellos. Así muchos pasajes de la Biblia muestran que la clase sacerdotal poseía ciertas ruedas adivinatorias. Lo que está claro es que desde que existe la humanidad, existen los espíritus, aunque la forma de percibirlos ha sido distinta según la cultura de cada pueblo, salvaje o no. Esto es lo que nos dice la historia.
Dios nos dijo que la humanidad tendría tres revelaciones: la primera, la de Moisés, la segunda, la de Jesús y la tercera, la del Consolador prometido por él mismo. Esta última se hizo realidad hace ciento cincuenta y cuatro años, y en ella los espíritus superiores contactaron con médiums. ¿Qué son los médiums? Toda persona que siente, en mayor o menor grado, la influencia de los espíritus. Esta facultad es inherente al hombre y en consecuencia no es privilegio exclusivo de unos determinados individuos. Sin embargo, el uso de esta calificación sólo se aplica a aquellos cuya facultad mediúmnica está  claramente desarrollada y se conoce por los efectos patentes de cierta intensidad y debido a esto se les pregunta y ellos responden. Hay una persona que después de años de estudio, recoge todas estas revelaciones de médiums de todo el mundo, las organiza y de aquí sale la Codificación, que empezando por “El Libro de los Espíritus”, año 1857, en la primera edición, habiendo tirado hasta la fecha, su decimosexta edición, ha propagado entre todas las clases, ese cuerpo de doctrina elemental, que, en su esencia no es nuevo, puesto que la escuela de Pitágoras, en Grecia y la de los druidas en nuestra Galia, enseñaban esos principios, pero que tomaban una verdadera forma de actualidad por su correspondencia con los fenómenos. Les sigue “El Libro de los médiums”, año 1861, “El Evangelio según el Espiritismo”, en 1864, “El Cielo y el Infierno”, en 1865, y “La Génesis”, en 1868. Esta persona la conocemos con el nombre de Allan Kardec.
Nos dice en “El Libro de los médiums”: "Dios quiere que los espíritus vuelvan otra vez a conducir los intereses del alma. Quiere que el perfeccionamiento del hombre moral sea lo que debe ser, es decir, el fin y el objeto de la vida. El espíritu humano sigue una marcha necesaria, imagen de la gradación sufrida por todo lo que puebla el universo, visible e invisible. Todo progreso llega a su hora: La de la elevación moral ha llegado para la humanidad. No se cumplirá en nuestros días, pero dad gracias a Dios de que asistáis a la aurora bendecida."
Todos tenemos un espíritu bueno que se ha unido a nosotros desde nuestro nacimiento, tomándonos bajo su protección. Cumple junto a nosotros la misión de un padre con su hijo: llevarnos por la senda del bien y del progreso a través de las vicisitudes de la vida. Se siente feliz cuando respondemos a su solicitud y dolorido cuando nos ve sucumbir. Poco importa su nombre, ya que podría tener uno que no sea conocido en la Tierra. Lo invocamos entonces como nuestro ángel de la guarda. Además también tenemos espíritus protectores que por ser menos elevados, no son menos bondadosos y magnánimos. Se trata de parientes, amigos desencarnados o a veces de personas a quienes no hemos conocido en nuestra actual existencia. Nos asisten con sus consejos y a menudo con su intervención directa en los actos de nuestra vida. Los espíritus obran sobre los hombres de una manera oculta, por los pensamientos que le sugieren y por ciertas influencias y de una manera manifiesta, por efectos apreciables a los sentidos.
Si analizamos y sabemos darnos cuenta, notaremos la influencia de los espíritus en nuestra vida. Yo les podría contar infinidad de casos que me han pasado y que me pasan, pero para no extenderme, les explicaré solo uno: Un día, por la mañana, en el transcurso de mi trabajo, me di cuenta que una de mis herramientas estaba medio rota y pensé… No puedo esperar más, tengo que comprarme otra, antes de que se termine de romper.
Al rato, terminé de trabajar y me dispuse a visitar a unos amigos que trabajan en una tienda, como de costumbre me desplazo caminando y casi siempre por la misma calle. Esa mañana no tuvo nada de especial para que cambiara de ruta, la acera por la que camino es ancha, hay árboles, bancos para sentarse y papeleras circulares con orificios y sin tapa y con pie, cerca de la pared. En ese trayecto suelen haber bastantes papeleras, ya que la calle es muy larga, de hecho, cruza toda la población. Mientras caminaba, estaba yo pensando en mis cosas, cruzando árboles, bancos y papeleras, que dejaba a ambos lados de la acera, de repente, a lo lejos, encima de una papelera, veo un bulto y a medida que me voy acercando, se disipa la duda de qué era aquello, ya por fin estoy enfrente de la misma, y casi haciendo equilibrios, veo una bolsa nueva, semi-abierta, cuadrada. Por curiosidad, ya que estaba al borde de la papelera y no dentro, la cogí para saciar mi curiosidad, la terminé de abrir y..¡qué ven mis ojos, no puede ser!.. Efectivamente apareció de dentro de la bolsa, la herramienta que me hacía falta, pero es que no era solo eso, la herramienta era la misma que yo quería, de tamaño, de color y de proporciones. Me invadió una alegría indescriptible, ya no sólo por encontrar lo que mentalmente deseaba comprar, si no porque me reafirmé en la creencia que tenemos todos los que somos espíritas, que ellos (los espíritus) están entre nosotros y nos sugieren, nos inspiran, nos aconsejan. Fue tal mi alegría que apresuré el paso para llegar a la tienda de mis amigos (que también son espíritas) y contarles y enseñarles lo que me había pasado. Debo decir que desde el momento que pensé en cambiar la herramienta hasta que encontré la nueva, sin estrenar, transcurrieron solo veinte minutos.
Algunos de ustedes pueden pensar… Esto ha sido una casualidad y preguntarse… ¿Y si ese día hubiese usted pasado por otra calle? ¿Y si otra persona pasara antes que usted por esa papelera y se hubiese llevado la herramienta? ¿Y si la persona que la tiró, en vez de dejarla en el borde, la hubiese tirado dentro de la papelera, usted no la hubiese visto?
Sí, todo esto es cierto, pero hay que reconocer que no pasó de esta manera y sí de la otra. Los espíritus primero sugirieron a la persona que tiró la herramienta que la depositara en el borde, para que la viera alguna persona que pasara y la pudiera necesitar. Segundo, ellos no dejaron que ninguna otra persona viese la herramienta y se la llevara. Tercero, ellos me inspiraron para que ese día no cambiara de calle y mirase en la papelera.
Señores, yo no creo en las casualidades, ¿y saben por qué?: Desde que acudo al Centro Espírita (les recomiendo que conozcan uno, no se arrepentirán) y estudio la Doctrina Espírita (que no es ninguna religión, ni secta), me doy cuenta, como he dicho antes, de que todos tenemos espíritus guías, ángeles de la guarda, que nos inspiran, que nos aconsejan con los pensamientos, con los sueños, etc. Pero en nosotros está el libre albedrío, que no es otra cosa que el poder elegir, donde, cuando y de qué manera hacer las cosas, a pesar de los consejos que recibimos. Yo he comprobado que las cosas que me han pasado en la vida y las que me pasan ahora, en la actualidad, han tenido y tienen una razón de ser, todo sucede por una causa y en el momento apropiado, a veces antes, otras veces después, lo he estado analizando y les aseguro que es extraordinario.
Recordemos que: No estamos solos, nunca lo hemos estado y nunca lo estaremos.
Que Dios nos bendiga a todos.
Lorenzo
Centro Espírita “Entre el Cielo y la Tierra”

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