Ser “espiritual” es un término no suficientemente comprendido, al igual que otros que se hacen populares y terminan vulgarizándose, incluso enmascarando su real significado.
Ser espiritual no es rechazar al mundo y temer sus pasiones, no tiene nada que ver con el hecho de hacerse asceta o ingresar en una religión... Todo esto puede tener relación con la cuestión espiritual…o no tenerlo en absoluto.
Es vernos a nosotros mismos y al mundo que nos rodea, más allá de las imposiciones tramposas de los sentidos y la tiranía del ego. Es aceptar las luces y las sombras de la vida…sabiendo que estas últimas son siempre pasajeras, y es aceptar a todos como parte del engranaje espiritual que nos rodea. Todos somos hermanos, y en más de un sentido: porque somos hijos de la misma esencia creadora (Dios, la Fuente, como queramos llamarle), y porque todos estamos compartiendo el mismo momento existencial; ya sea que el prójimo nos toque de manera más lejana o de manera más cercana, y la vinculación emocional sea, del mismo modo, más directa o indirecta. Esencialmente, hay una latente y sagrada hermandad por encima de apariencias, afinidades y etiquetas.
Ser espiritual es reconocer nuestro Ser, el Yo profundo y verdadero (enterrado por las múltiples capas del ego y los pensamientos estereotipados), la conciencia que está más allá de la aspecto externo y de las supuestas “necesidades” que nos dicta el mercado, que vibra por encima de las estructuras de la mente condicionada y las formas pasajeras de la materia.
Porque tú eres una realidad conciencial mucho más amplia que la que registra tu carnet de identidad, los datos de tu cuenta bancaria, tu profesión o tu mismo cuerpo. De hecho, tus errores, tus miedos, inseguridades y decepciones parten de tu identificación con todo eso, pero no con lo que eres realmente. Eres conciencia pura, espíritu encarnado. Por ello, el problema del hombre que no ha despertado (casi todos nosotros) es la identificación absoluta con la parte efímera y temporal que él considera como la “vida” misma; y sin embargo, se encuentra desconectado de su interior, de su auténtica realidad. Puede creer que es feliz, pero sólo mientras las cosas con las que se identifica permanezcan… lo que ocurre es que no permanecen eternamente y, por esto mismo, cuando se van (o terminan su etapa como experiencia) creemos que también lo hacen nuestras ilusiones, equilibrio y el mismo sentido de la existencia. El problema no es identificarnos con nuestro trabajo, nuestra cuenta, el coche o nuestro cuerpo (todas estas cosas son más o menos necesarias) el error es hacerlo de manera absoluta… y, sobre todo, en detrimento de nuestro ser inmortal, nuestro Yo profundo.
Tú eres el Ser que persiste cuando se agotan o desaparecen todas estas identificaciones.
El ego es la estructura mental y emocional que nos dice quien creemos ser, y lo hace a base de automatismos apasionados y pensamientos recurrentes, cuya única finalidad es que nos identifiquemos no con nuestro Ser real, sino con una imagen proyectada, hecha de muchos “yoes” que requieren continuamente tu atención y que terminan limitando la grandiosidad de la existencia a una mera colección reducida de estímulos repetitivos. Esto nos convierte en meros autómatas a merced de la mente inferior, y de paso, nos desconectan de la mecánica profunda y sutil del universo.
Cuando nos identificamos tanto con las formas-pensamiento, la vida superficial y las posesiones, se produce una especie de colapso de nuestra identidad esencial, y entonces, otra del todo ilusoria toma su lugar: el yo-apariencia, el ego. En la medida en que este tome terreno y configure más campos y expresiones de nuestro ser interior, mayor inconsciencia e infelicidad experimentaremos.
El despertar de la conciencia o despertar espiritual es básicamente “despertar”, tener conocimiento de todas estas cosas, de todas las limitaciones adquiridas y de las cosas temporales frente a las permanentes; es ser conscientes de que todo tiene un propósito (aunque no sepamos cual es al 100%); que lo que llamamos Dios lo impregna todo, desde el micro al macrocosmos y que nuestra auténtica realidad (el espíritu) está solapada por capas de falsas necesidades y emociones erróneas proyectadas. Ser espiritual es sobre todo ir más allá de las apariencias de las formas y los deseos.
Es sentir aquello que nos hermana a la vida y sus acontecimientos.
Es ser Conscientes.
Juan Manuel Ruiz González
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