martes, 7 de julio de 2020

El Amor, el orgullo y la evolución

El Amor, el orgullo y la evolución



El Amor es la mayor fuerza del Universo, esencia misma de la Voluntad del Creador, con capacidad de crecimiento, equilibrio y armonización. Todo es producto del amor en distinto grado de elevación, con determinado grado de calidad y cantidad. Por tanto, en esencia todo es amor y no existe un contrario. Lo contrario al amor no es el odio, que solo es un simple sentimiento desviado, es el vacío, es la ausencia de creación, evolución y por tanto el frío abismo donde solo se cultiva el miedo. El miedo puede ser consecuencia de la falta de amor de tal forma que no se puede amar verdaderamente lo que se teme, al igual que no se puede temer a aquello que se ama. El amor disipa el miedo al igual que la luz disipa la oscuridad y el calor disipa el frío. La oscuridad, el frío y el miedo no son contrarios de la luz, el calor o el amor, son simplemente consecuencias de sus carencias. El miedo es carencia de amor, pero es tan sencillo de eliminar como el frío o la oscuridad. El miedo se esconde en las imperfecciones del alma, el orgullo y el egoísmo, donde se puede hacer fuerte y llegar a dominar nuestro psiquismo. El egoísmo y el orgullo son elementos claves en nuestra evolución pues expresan lo alejados que nos encontramos del amor y por tanto del Creador y su Voluntad.

Filosóficamente comprendemos a Dios como la máxima expresión de la Perfección, de la Bondad, de la Justicia y de la Verdad. Al igual que la Justicia de Dios solo puede ser infinita para poder ser perfecta, el Amor de Dios solo puede ser infinito para ser perfecto. No hay nada más bello, bueno y justo que el Amor de Dios y mediante su Voluntad lo irradia constantemente en forma de Creación.
Todo lo creado proviene del Amor de Dios, le pertenece a él y siendo a su vez parte de él en esencia no puede ser otra cosa que el mismo Amor en distintos estados de evolución en su misión de volver hacia su Creador. "Todo se encadena en la naturaleza, desde el átomo al arcángel" (preg. 540 ELDE), muestra claramente esta idea. El átomo perteneciente al Principio Material acompaña desde su creación al Principio Intelectual que llegará a evolucionar hasta el estado de arcángel donde se separará definitivamente de todo elemento material. La Existencia, por tanto, se compone de tres elementos: Dios, el amante; el Espíritu o Principio Intelectual, lo amado; y la consecuencia de su Amor, la creación material o Principio Material en sus distintos estados de manifestación, material, emocional, o mental. Lo amado siendo creado a imagen y semejanza de Dios tiene igualmente la capacidad de amar, o lo que es lo mismo de co-crear.

El Espíritu es la dínamo cocreadora que tiene la capacidad de transformar el Principio Cósmico Universal (Principio material), empezando con el pensamiento, que tiene la capacidad de moldearlo, el sentimiento que puede transformarlo y conferirle su nivel de calidad o vibración, y por último, sus actos a nivel físico, sembrando el porvenir y las futuras experiencias consecuencia de la Ley de Causa y Efecto. 

Cuando nuestro Amor se encuentra en unión con el pensamiento Creador de Dios, somos cocreadores con Él, cumpliendo "la gran Ley de Unidad que rige la Creación", mientras que cuando nuestro Amor se encuentra desalineado con el Creador, nos encontramos creando nuestra propia realidad que puede ser nuestro cielo o nuestro infierno particular. Somos completamente responsables de nuestra dicha y desdicha.

Nuestro espíritu tendría que ser el dueño y señor de nuestro psiquismo, pero en nuestro estado evolutivo no es así. Nuestra mente, forjada con las personalidades y deseos de cientos o miles de vidas pasadas, toma el dominio de nuestra psiquis consiguiendo que el espíritu se identifique con ella. Nuestra mente es la consecuencia de nuestras constantes elecciones que conforman nuestros hábitos que perduran de una existencia a otra.

En un principio, el espíritu es creado simple e ignorante, pero no carente de instinto. El instinto en las primeras etapas de la evolución nos guía incluso mejor que nuestra razón, pero cuando empieza a desarrollarse la inteligencia se nos abre ante nosotros multitud de alternativas no todas ellas buenas que nos pueden desviar del camino del bien apareciendo las pasiones y conformando nuevos hábitos contrarios a las leyes naturales. El instinto de conservación nos permitía movilizar recursos para el bien de nuestra comunidad, pero en el mismo momento en que el sentimiento de separación, el orgullo, nos distanció emocionalmente de los demás, nuestra inteligencia ya no tenía razones lógicas, en ausencia de la ética, para no poner nuestros propios intereses por delante, alimentando nuestro egoísmo y desarrollando una personalidad alejada de los ideales de lo bueno, bello y verdadero, en armonía con el Amor Universal y las Leyes Naturales. Vida tras vida, en ausencia de la ética y del conocimiento espiritual, nuevas personalidades cada vez más complejas iban aportando contenidos a la mente, que como buen filtro, mostraba al Espíritu únicamente su punto de vista sesgado, llenándole de identificaciones con el fin de calmar sus inseguridades en ausencia de los verdaderos contenidos espirituales. Fueron necesarias muchas vidas, muchos progresos realizados para darnos cuenta de las cosas realmente importantes de la vida, adquiriendo conocimiento espiritual para retomar el camino de la ética y del cumplimiento de las Leyes Naturales. Sin embargo, hoy todavía no hemos dejado atrás el orgullo y el egoísmo, verdaderos verdugos de la humanidad. La ignorancia puede ser causante de grandes males, pero son el orgullo y el egoísmo los responsables de nuestro estancamiento espiritual. El egoísmo en el plano emocional y material intenta cubrir o satisfacer nuestras inseguridades emocionales y materiales, mientras que el orgullo, actuando en el plano psicológico y espiritual, intenta satisfacer nuestras inseguridades psicológicas y espirituales. Dichas inseguridades son realmente necesidades superficiales impuestas por nuestros miedos promovidos por la ausencia de valores espirituales fundamentados en el Amor.

El orgullo se opone al amor al fomentar en uno mismo el sentido de separación, totalmente contrario al sentido de unión. El orgullo siempre separa mientras que el amor siempre une. El espíritu, creado simple e ignorante, lleva implícito un sentido de la individualidad que lo hace único y le acompañara en todas las etapas evolutivas. Este sentido de la individualidad no es incompatible con el sentido de unión puesto que el instinto le hace gregario con la necesidad de pertenecer a un grupo al que amar donde encontrarse protegido. Sin embargo, en algún momento tendrá que enfrentarse a la idea de sentirse separado, origen del orgullo y del sentido de separación, instigado por la inteligencia recién desarrollada que le aplica una lógica material que le habla sobre las posibilidades mayores de éxito como independiente del resto, gracias a sus mayores capacidades intelectivas o de recursos desde ese momento egoístas. La lógica materialista le crea la ilusión de la separación, cuando realmente todos estamos interconectados y la ilusión de la posesión, cuando todos somos usufructuarios y no poseemos realmente nada salvo nuestro conocimiento y forma de ser. Estas ilusiones, altamente verosímiles crean identificaciones al espíritu, el cual se viste con ellas y se siente especial, diferente y con una identidad propia. El concepto de identidad es muy peligroso espiritualmente porque implica la separación de todo aquello que no se identifica con tales criterios productos de la ilusión de una inteligencia moralmente desviada. La identidad de grupo crea el orgullo colectivo que puede ser racial, de clan, de un colectivo, de un país o región, etc. La identidad personal crea el orgullo personal que se viste de sofisticaciones externas para esconder las carencias internas. La mente, principio organizador del pensamiento al servicio del espíritu, se llena de contenidos (identificaciones) enrocándose como regente absoluto de la psiquis, consiguiendo el dominio sobre los pensamientos del espíritu, limitándolo e imponiéndole sus contenidos.

El instinto de progreso propicia el desarrollo de la inteligencia y permite demostrar la utilizad del orgullo en lo referente a la lucha por el bienestar material. Todavía en nuestra sociedad el orgullo tiene una connotación positiva cuando es el responsable de nuestro estancamiento espiritual. No hay que confundir orgullo con autoamor, versión saludable y positiva del amor por uno mismo, ingrediente esencial para la construcción de una mentalidad saludable y base del progreso moral. No se puede amar a los demás si no nos amamos sanamente a uno mismo. 

La conciencia del espíritu va progresando por tanto hacia el cumplimiento de las leyes naturales empezando primero con sus instintos, desarrollando luego los sentimientos y por último virtudes. En dicho camino, el orgullo puede acompañarnos escondido en las diferentes etapas de la evolución de la conciencia apareciendo posteriormente incluso cuando ya no se le espera. 

En el camino evolutivo el orgullo oculto nos va retrasando en cada una de las etapas. Al principio junto al instinto de supervivencia intentará alejarnos del grupo para conseguir la supervivencia del individuo. En la etapa correspondiente a la ley de conservación donde tenemos que ayudar a nuestra comunidad avanzar intelectualmente y en bienestar, el orgullo se viste de egoísmo y busca la satisfacción de uno mismo primero frente al bien comunitario sin importarle los demás. En la etapa regida por la ley de progreso, la inteligencia despierta aprovecha sus cualidades para coger ventaja sobre los demás buscando su liderazgo en busca de poder. Es el momento donde el orgullo se ve más claramente. La alta inteligencia es un elemento diferenciador frente al resto, que puede considerar como manada, para hacerlo más impersonal y alejado de uno mismo. En la etapa donde empieza a regirse por la Ley de Amor, Justicia y Caridad, donde es tan importante el desarrollo de los sentimientos, aparece el orgullo espiritual para retrasarnos, haciéndonos sentirnos más especiales, más importantes, más merecedores o más espirituales. Es la etapa donde empiezan a desarrollarse las facultades espirituales gracias a la elevación de los sentimientos, dominando nuestras emociones mediante el conocimiento de uno mismo, y empezando a ver la vida desde una perspectiva cada vez más espiritual, aplicando el conocimiento adquirido.

Mientras, en las etapas anteriores, el orgullo y el egoísmo son los causantes de los grandes errores de la humanidad, desvirtuando los instintos naturales. El instinto de supervivencia, cuándo es acompañado por el orgullo, puede causar errores importantes como la crueldad. El instinto de conservación, acompañado del egoísmo, permite los grandes males de la sociedad para enriquecer a unos pocos aumentando las grandes diferencias incluso por encima de los derechos fundamentales. El instinto de progreso, acompañado de orgullo, pone sus objetivos en la búsqueda del poder para dominar al resto de la sociedad. El orgullo espiritual, en la sombra normalmente, busca el dominio y el afecto de los demás más sutilmente de forma que es muy difícil darnos cuenta de ello, por ejemplo, si queremos imponer nuestras ideas sobre los demás porque pensamos que es lo mejor para ellos, cuando realmente estamos esperando algún tipo de recompensa o reconocimiento que nos llene de satisfacción.

Como vemos entonces, el orgullo lleva viajando con nosotros a lo largo de muchas encarnaciones incrementando nuestras caídas y prolongando nuestras instancias en el error. Etapa tras etapa hay que superarlo con la mayor fuerza del universo que es el amor. El amor en la etapa de supervivencia permite sobrevivir con el grupo aunando esfuerzos anteponiendo el bien de los demás sobre el de uno mismo. En la etapa de conservación el amor permite una sociedad justa con un bienestar igualitario bien repartido. En la etapa de progreso el amor permite la utilización de la inteligencia para el bien de los demás y el trabajo en la búsqueda de bienes más elevados de los conseguidos hasta entonces, abriendo el camino hacia la siguiente etapa, la etapa espiritual, donde la Ley de Amor, Justicia y Caridad nos proveerá de nuevas capacidades superiores acordes a nuestro nuevo nivel evolutivo, descubriendo nuevos sentimientos, una nueva creatividad libre de excentricidades y la búsqueda del conocimiento espiritual verdadero. La Ley de Amor, Justicia y Caridad permite desarrollarnos como seres humanos completos con sentimientos buenos en búsqueda del ideal de Belleza, Verdad y Bondad, abriendo paso a futuras etapas espirituales todavía más elevadas dirigidas hacia el mundo de los espíritus superiores donde se cumple plenamente la gran Ley de Unidad que rige toda la Creación y al conjunto de todos los seres.
 Jose Ignacio Modamio
Centro Espírita “Entre el Cielo y la Tierra “

sábado, 4 de julio de 2020

Salud y enfermedad desde la visión espírita

Salud y enfermedad desde la visión espírita 



La Organización Mundial de la Salud (OMS) en su Constitución de 1946, define a la salud como el estado de completo bienestar físico, mental y social, lo que implica que todas las necesidades fundamentales de las personas estén cubiertas: afectivas, sanitarias, nutricionales, sociales y culturales. Esta definición es utópica, pues se estima que sólo entre el 10 y el 25 % de la población mundial se encuentra completamente sana.

Cada persona tiene una forma de enfermar diferente a otra a pesar de padecer la misma enfermedad. Esto es debido a que cada ser humano es único y que el componente emocional y socio-ambiental se añade al componente físico.

Se aplica también el término enfermedad para hacer referencia a la alteración en el ámbito moral o espiritual.

A comienzos de los años 60 se aceptó que la propia estima es esencial para la salud de los hombres y mujeres y se redefinió el concepto de salud, incorporando la salud psíquica y espiritual.
Estas fases de evolución hacia un nuevo concepto de salud en el nuevo milenio, se evidencia cuando leemos afirmaciones provenientes del mundo científico que dicen que los síntomas de la enfermedad se revelan al enfermo como manifestaciones físicas de conflictos psíquico/espirituales.

Esta visión nos abre las expectativas de recuperar la sabiduría de las antiguas tradiciones y fusionarlas con las nuevas tecnologías y descubrimientos científicos.  La realidad nos evidencia cada día que la vida requiere un cambio, que los antiguos patrones están obsoletos, y que la ciencia por sí sola no basta para sanarnos.

El ser humano busca respuestas más allá del cuerpo y las encuentra y descubre que puede dejar de ser víctima inocente de “errores” de la naturaleza y pasar a ser miembro activo de su propia recuperación.
La visión espírita y la de otras corrientes científicas estudian la enfermedad como un proceso biológico ligado a la evolución anímica y espiritual del ser humano, evidenciando que la enfermedad no es algo contra lo que debamos luchar, sino una manifestación de desarreglos anímicos y espirituales que reclaman nuestra atención.

Siguiendo la corriente de pensamiento que determina que lo que ocurre en el cuerpo de un ser viviente es la expresión de una información de la imagen correspondiente, cuyo punto de partida es la conciencia, tenemos que salud es el resultado de la armonía entre un conjunto de funciones comandadas por el alma que permanecen en armonía entre sí.

Así pues, la enfermedad es la pérdida o trastorno de esa armonía que se origina en el alma o espíritu y se manifiesta en el cuerpo físico como síntoma. El antiguo concepto de “enfermedades del espíritu” es erróneo ya que el espíritu nunca enferma; se trata exclusivamente de síntomas que se manifiestan en el plano psíquico o conciencia individual.

La medicina académica ha tratado de convencer a los enfermos de que un síntoma es un hecho fortuito y que por sí sólo no tiene significado por lo que no hay que interpretarlo sino eliminarlo.
Se destinan muchos recursos para tratar órganos y partes del cuerpo dañadas, descuidando al individuo enfermo que requiere atención.  

“... desde la llegada de la llamada moderna medicina científica, el número de enfermos no ha disminuido ni una fracción del uno por ciento.”

La Dra. Marlene Nobre, en El Alma de la Materia , nos dice al respecto: “Sólo una visión del hombre integral puede darnos la respuesta a las dolencias que afectan al hombre. Nuestro cuerpo, mente y espíritu están interconectados entre sí formando una sola unidad y un síntoma es una señal o aviso de que algo “invisible” “no palpable” reclama nuestra atención. Necesitamos ampliar nuestra visión parcial para comprender la dimensión de las cosas que nos ocurren.”

Amalia Domingo Soler dice en un artículo de La Luz del Porvenir:

“Todo tiene su razón de ser, todo tiene su historia, entonces la vida tiene un interés palpitante, entonces se estudia y se aprende en todos los hechos que se realizan en torno nuestro, se ensancha el horizonte que contemplamos y apreciamos la vida en su inmenso valor”.

Cuando un individuo comprende la diferencia entre enfermedad y síntoma, su actitud en relación a la enfermedad o la incapacidad que nos provoca, se modifica hasta el punto de participar activamente en su proceso de recuperación, dejando de luchar en contra de ella.

La enfermedad se convierte en una oportunidad para aprender más de nosotros mismos y de nuestros propios procesos de transformación y evolución.

La curación no siempre significa que el cuerpo físico se recupera de una enfermedad. Curación puede significar también que el espíritu de la persona se libera de miedos y pensamientos negativos, hacia sí misma u otras personas, que ha tenido durante mucho tiempo.

Este tipo de liberación y curación espiritual puede producirse, aunque el cuerpo físico muera. Recordemos que nacer, crecer, morir y renacer es la base de la evolución y el aprendizaje. El objetivo de cuanto nos ocurre en la vida, es la expansión de la conciencia hacia un concepto cada vez más unitario, libertador y emancipador.

“Sólo la adquisición paulatina de una conciencia responsable puede lograr cambios integrales que modifiquen de manera importante los hábitos de vida, único camino para lograr la salud”- Elsa Lucía Arango. Médica Bioenergética.

En La Génesis, cap. XIV, ítem 25, nos dice que causa original de las enfermedades que afligen a la humanidad, pertenece esencialmente al orden psíquico.

Cuando la ciencia médica analice el introspectivo del alma, comprobará que ciertas molestias de carácter virulento son el producto de graves “infecciones morales” existentes en la conciencia de la misma, las cuales, por efecto de repercusión vibratoria, afectan al periespíritu y al cuerpo físico, al que está sujeta.

El hombre, en sus momentos de subversión espiritual y conforme la culpa que lo domina, alimenta un tipo específico de virus, generando determinada enfermedad que la medicina después clasifica en la tabla patológica, conforme a las características etiológicas y a la virulencia identificada. La cólera, la irascibilidad, violencia mental o emotiva, producen el campo fluídico mórbido para nutrir y manifestar las afecciones cutáneas o eczematicas. La maledicencia, la calumnia, pensamientos de odio o agresiones físicas, generan tóxicos energéticos responsables de la generación de muchas enfermedades. Del mismo modo, la indiferencia, la egolatría, o el egoísmo, ponen en movimiento los fluidos perniciosos que más tarde abonan el terreno orgánico del hombre y lo predispone para enfermedades de largo recorrido.

El efecto enfermizo de hoy es el resultado de la causa censurable del pasado, y así, hoy vive obligatoriamente en la misma condición generada otrora por su libre voluntad, pero en obediencia a la Ley del Amor y la Fraternidad, que le permite rescatar su debito pecaminoso.

Por todo lo expuesto, se deduce que la salud física depende mucho de la “salud espiritual”. Esto es porque la auto-evangelización, aunque no produzca una cura milagrosa, dará sensibles mejoras porque el enfermo deja de generar y verter los venenos psíquicos que anteriormente le agravaban la enfermedad.

El mantenimiento del equilibrio psíquico y emocional es de fundamental importancia para la sustentación de la salud.

El visualizarse saludable y cultivar pensamientos optimistas, cimentado en el amor, en la acción dignificante, en la esperanza.

Liberar todo residuo mental, que pueda significar una fuente de intoxicación y estimula las vidas microbianas perturbadoras, conservando la paz intima.

Elaboremos planes para estar saludables y ser útiles; imaginemos que ya nos hemos recuperado y estamos desempeñando en la convivencia familiar y social como un instrumento valioso dentro de la comunidad.

Volvamos a abastecer nuestra casa mental con pensamientos de paz, de compasión, de solidaridad, de perdón y ternura; y comprometiéndonos emocional-mente con la Vida, a fin de que nos sintamos integrados en ella, conscientes y felices.

Es necesario buscar en el alma las raíces de las enfermedades.

Cabe resaltar la importancia de la conducta moral elevada, difundiendo la necesidad del cultivo de la humildad y del esfuerzo hacia el bien para que el ser humano conquiste la salud sin mancha. Según las enseñanzas espirituales, sólo el amor puro, desinteresado, aporta la inmunología perfecta, porque permite la asimilación de las fuerzas superiores que mantienen el cuerpo saludable.

Todas las conquistas de la Ciencia son bienvenidas, pero hay una verdad en la que los Espíritus nos aconsejan. Es necesario trabajar preventivamente en este campo, sin el cual podemos multiplicar nuestra capacidad de producir “remiendos,” pero no seremos capaces de eliminar las causas productoras de las lesiones.

Cielo Gallego
Centro Espírita "Entre el Cielo y la Tierra"

miércoles, 1 de julio de 2020

Los espíritus glóbulos

Los espíritus glóbulos



Al hablar de las manifestaciones de los Espíritus, es posible que algunos de nosotros digamos que no queremos tener ningún contacto con ellos, pensar tan solo que esto pudiera pasar nos causa miedo, pavor. Otros, sin embargo, estaríamos deseando que esto sucediera. Sabemos que estas pueden ser de varias formas, en esta ocasión vamos a centrarnos en la facultad de ver a los espíritus, más conocida como videncia.

Esta manifestación tal y como nos dice El Libro de los Médiums es una de las más interesantes ya que ellos se nos hacen visibles, lo que puede hacernos pensar que esta forma de comunicarse es más sobrenatural que otras que pudieran utilizar los espíritus para contactar con nosotros. Sin embargo, esto no es así, puesto que el principio que produce las manifestaciones es en todas igual. 
En El Libro de los Médiums, capítulo VI de la segunda parte, ítem 100 leemos: 

“Preg.21.- ¿Cómo puede el Espíritu hacerse visible?

El principio es el mismo de todas las manifestaciones. Reside en las propiedades del periespíritu, que puede sufrir diversas modificaciones, conforme a la voluntad del Espíritu.”

“Preg.22. El Espíritu propiamente dicho ¿puede volverse visible o solo puede hacerlo con la ayuda del periespíritu?

En vuestro estado material, los Espíritus no pueden manifestarse sino con la ayuda de su envoltura semimaterial, es el intermediario por el cual obran sobre vuestros sentidos. Bajo esta envoltura aparecen algunas veces con una forma humana o cualquier otra, ya sea en los sueños, ya sea en el estado de vigilia, lo mismo a la luz, que en la oscuridad.”

Desear ver a los Espíritus es algo muy natural, porque ¿a quién no le gustaría poder ver a un ser querido que ya no se encuentra entre nosotros? ¿a cuántos no nos gustaría tener esta facultad? Si fuésemos sinceros seguro que la mayoría contestaríamos afirmativamente. 

Sin embargo, pocos son quienes pueden ver a los espíritus, sobre todo de forma permanente. Las apariciones espontaneas son bastante frecuentes, pero la mayoría de las veces son accidentales o motivadas por circunstancias individuales, basadas generalmente en la relación entre el vidente y el espíritu que se le aparece.

El Libro de los Médiums nos sigue diciendo en el mismo capítulo:
“Preg.25. ¿Todos son aptos para ver los Espíritus?

En el sueño, sí pero no en estado de vigilia. En el sueño el alma ve sin intermediario, en la vigilia está siempre más o menos sujeta a la influencia de los órganos, por esto las condiciones no son siempre las mismas.”

Por eso, es importante entender que una cosa es ver fortuitamente a un espíritu y otra muy distinta verlos habitualmente, y en las condiciones normales más comunes. Sin embargo, esto es lo que constituye la facultad propiamente dicha de los médiums videntes, ellos pueden verlos frecuentemente. Dicha facultad puede desarrollarse, pero si no existe la predisposición natural sería inútil intentar provocar que esto suceda. 

Como bien nos explica El Libro de los Médiums: “Esta facultad depende del organismo, proviene de la facilitad más o menos grande que tiene el fluido del vidente para combinarse con el del Espíritu. Así no basta al Espíritu querer mostrarse, es preciso, además, que encuentre en la persona a la cual quiere hacerse ver, la aptitud necesaria.“

Podemos preguntarnos si dicha facultad puede desarrollarse, y los espíritus nos contestan claramente: "Lo puede como todas las otras facultades, pero es una de aquellas de las cuales vale más esperar el desarrollo natural que provocarle, por el temor de sobreexcitar la imaginación. La visión general y permanente de los Espíritus es excepcional, y no está en las condiciones normales del hombre.”
Es por eso que hemos de mantenernos en guardia contra las ilusiones que nazcan del deseo de ver, sentir, o escuchar a los espíritus ya que esta aspiración puede dar lugar a que la imaginación se dispare, llevándonos a error y falsas conclusiones, así como a situaciones extremas.

¿Qué podemos decir acerca de la forma en la que se nos presentan? El Libro de los Médiums de nuevo nos aclara en el mismo capítulo 100, pregunta 28: ¿Los Espíritus pueden hacerse visibles bajo otra apariencia que la forma humana?

"La forma humana es la forma normal, el Espíritu puede variar su apariencia, pero siempre es el tipo humano."

Los espíritus casi siempre se aparecen en forma humana como acabamos de leer en el libro de los médiums. Suelen utilizar la imagen de aquel cuerpo que haga más fácil su reconocimiento por parte de aquel a quien se le manifiesta, de lo contrario sería mucho más difícil reconocerlo, perdiendo así el propósito de dicha aparición.

Según descripciones de los propios médiums, generalmente su aparición es bajo una forma vaporosa y diáfana, en ocasiones vaga y borrosa. Al principio puede ser una luz blanquecina, sus contornos se van delineando poco a poco. Otra veces las líneas son más acentuadas y los rasgos del rostro se distinguen con tal precisión que permite que sean descritos con total exactitud. En esos momentos un pintor podría hacer un retrato con la misma facilidad como si la persona estuviera encarnada.

Como ya hemos dicho, al poder dar a su periespíritu todas las apariencias, el Espíritu se presenta con la forma que mejor le permita hacerse conocer. De esta manera, aunque como Espíritu no tenga, por ejemplo, ninguna enfermedad corporal que hubiera tenido como hombre encarnado, podría presentarse manco, lisiado o cojo, si así lo viera conveniente para probar su identidad. 

En cuanto a la ropa, normalmente se compone de una túnica que termina en largos pliegues flotantes, al menos esta es la apariencia que se nos dice que presentan los espíritus superiores, que nada conservan del mundo terrenal. Por otro lado, los espíritus comunes, aquellos que hemos conocido en nuestro paso por la Tierra, se presentan casi siempre con la ropa que usaban en la última etapa de su existencia. Frecuentemente se aparecen con los atributos característicos de su posición social e incluso de su profesión.

Mientras que los espíritus superiores tienen un semblante bello, noble y sereno, los inferiores tienen una fisonomía vulgar, donde se pueden ver reflejadas las pasiones más o menos innobles que poseían, incluso a veces llevan los vestigios de los crímenes que han cometido o de las penurias que han padecido. Algo notable es que, exceptuando circunstancias particulares, las partes menos delineadas son generalmente los miembros inferiores, mientras que la cabeza, el tronco y los brazos son siempre trazados con nitidez.

Los médiums videntes los ven ir, venir, entrar, salir y circular entre la multitud de los encarnados, pareciendo –al menos con relación a los espíritus comunes- tomar parte activa de lo que sucede a su alrededor. Frecuentemente son vistos acercándose a las personas, sugiriéndoles ideas, influyendo sobre ellas, consolándoles, mostrándose tristes o contentos según el resultado que obtengan, es decir, son la copia o el reflejo del mundo corporal, con sus vicios, o virtudes. 

Puede incluso que el espíritu tome una forma más nítida, tomando la apariencia de un cuerpo sólido, hasta el punto de producir una ilusión completa y de hacer creer en la presencia de un ser corporal. La tangibilidad puede volverse real, es decir, ese cuerpo se puede tocar, palpar, sintiendo la misma resistencia y el mismo calor que en un cuerpo animado, lo que no implica que la aparición pueda desvanecerse rápidamente. Estas apariciones suelen ser siempre accidentales y de corta duración. 
Aunque estas apariciones tangibles son bastante raras, confirman y explican lo que la Historia relata con relación a personas que se han mostrado después de su muerte con todas las apariencias de su naturaleza corporal. Además, por extraordinarios que parezcan estos fenómenos, todo lo que pudiera tener de sobrenatural desaparece cuando se conoce su explicación y, entonces, se comprende que lejos de ser una derogación de las Leyes Naturales, son realmente una aplicación de las mismas. Un ejemplo de este suceso son las apariciones de Katie King, estudiadas por William Crookes.

Cuando los Espíritus presentan la forma humana, no da lugar al engaño o a confusión, y por supuesto a que la imaginación se desborde. Pero ¿qué sucede cuando la ilusión nos hace tomar como espíritus aquellos fenómenos puramente físicos? ¿Qué podemos decir sobre los Espíritus glóbulos? ¿Son reales? 
Hay circunstancias en las que la agitación y las corrientes de las moléculas aeriformes producidas por el calor son perfectamente visibles. La aglomeración de estas partículas forman pequeñas masas transparentes que parecen nadar en el espacio y que han dado lugar al singular sistema de espíritus bajo la forma de glóbulos. Por efecto del aumento y de la refracción, producen en el aire ambiente y a la distancia la apariencia de pequeños discos, algunas veces irisados. Este suceso es interpretado por muchas personas como espíritus que nos acompañan. Sin embargo, la razón de esta apariencia está en el propio aire. Pero también se puede producir un efecto similar en el ojo del ser humano. 

Para comprender mejor este suceso expliquemos brevemente lo que puede suceder en el ojo para que esto se produzca. 

Al frente de nuestro ojo está la córnea, y detrás de ella el iris y en el centro de está la pupila. Todos ellos conforman la cámara anterior del ojo. Y allí se encuentra también un líquido transparente llamado humor acuoso. Este es el que da forma al ojo.

La retina es una capa de células sensibles a la luz. Cuando las neuronas que forman la retina se excitan con la luz envían una señal al cerebro por medio del nervio óptico. La señal consiste en información sobre lo que el ojo ha registrado.

Entre la superficie de la retina y la cara posterior del cristalino hay todo un mar de líquido gelatinoso y transparente llamado humor vítreo. A diferencia del humor acuoso, el vítreo nunca se repone. Morimos con la misma cantidad de humor vítreo con el que nacimos. Esto significa que si algún cuerpo extraño —sangre u otras células— llegan allí, se quedarán allí.  A medida que vamos cumpliendo años, la sustancia vítrea se vuelve cada vez más líquida. Y cuando esto pasa, las partículas sólidas que se encuentran en ella se pueden agrupar. Asimismo, cuando estas pequeñas partículas pasan a través del ojo y bloquean la luz, proyectan pequeñas sombras en la retina. Esas sombras son las manchas que se ven suspendidas en el campo visual, como si fueran moscas o cuerpos flotantes.  Y, aunque lo pueda parecer, no se trata de ilusiones ópticas, están realmente ahí, dentro del ojo. Al estar en suspensión en el líquido del propio ojo, sus movimientos y ondulaciones acompañan al mismo.

Según lo que cuentan las personas que perciben estas figuras comentan que estos discos o medallones, no solo las acompañan, sino que siguen todos sus movimientos, van a la derecha, a la izquierda, hacia arriba, hacia abajo, o se detienen según el movimiento de la cabeza. Esto precisamente es lo que demuestra que la sede de la apariencia está en nosotros y no fuera de nosotros, además de que los movimientos ondulatorios de los discos no se alejen de un cierto ángulo, aunque aleguen que tienen cierta independencia al no seguir bruscamente la línea visual. Como hemos dicho, no son ilusiones ópticas ya que es un suceso que se produce en el interior del ojo.

Como vemos, los puntos opacos o semiopacos del humor vítreo –causa del fenómeno- se hallan en suspensión, pero tienden a descender siempre, cuando suben es porque fueron impulsados por el movimiento del ojo de abajo hacia arriba, al llegar a cierta altura, si se fija el ojo, vemos que los discos descienden lentamente y después se detienen. Su movilidad es extrema, ya que, basta un movimiento imperceptible del ojo para hacerlos recorrer en el rayo visual toda la amplitud del ángulo en su abertura en el espacio, donde la imagen se proyecta. Como hemos dicho anteriormente, el humor vítreo no se renueva ni regenera nunca, así que tiende a envejecer. Por este motivo, puede ir acumulando partículas en su interior. Concretamente por falta de hidratación. Dichas partículas son, en efecto, esas moscas volantes que aparecen en nuestro campo visual, y es conocido como Miodesopsias, y suele ser algo muy habitual. Aproximadamente un 70% de personas llegan a percibir este hecho en algún momento de sus vidas.

Lo mismo podemos decir de las lucecitas que algunas veces se producen en haces o en manojos más o menos compactos, por la contracción de los músculos del ojo, y que probablemente se deben a la fosforescencia o a la electricidad natural del iris, puesto que están generalmente circunscriptas a la circunferencia del disco de ese órgano.

Tales ilusiones provienen por lógica pues, de una observación incompleta, ya que quien haya estudiado seriamente la naturaleza de los espíritus, por todos los medios que proporciona la ciencia práctica, comprenderá cuan pueriles son dichas ilusiones. 

Si esos glóbulos aéreos, fuesen espíritus, habría que convenir que estarían reducidos a un papel bastante mecánico asignado a seres inteligentes y libres, papel bastante tedioso por un lado, para los espíritus inferiores, e incompatible, con mucha más razón con la idea que tenemos de los espíritus superiores. 
Los únicos signos que verdaderamente pueden atestiguar la presencia de los espíritus, son los signos inteligentes. Cuando no fuere probado que las imágenes a las que nos estamos refiriendo, -incluso si tuvieran forma humana- tienen un movimiento propio, espontaneo, con evidente carácter intencional y que denoten una voluntad libre, así como inteligencia no veremos en esto sino fenómenos fisiológicos.
Esta misma observación se debe aplicar a todos los géneros de manifestaciones, sobre todo a los ruidos, golpes, movimientos insólitos de los cuerpos inertes, que mil y una causas físicas pueden originarlos. Vigilemos nuestra propia imaginación, que puede llevarnos a ver cosas donde no las hay, o confundir sucesos físicos como los que hemos mencionado con manifestaciones espirituales. Todo lo hemos de pasar por el tamiz de la razón y no dejarnos llevar por ilusiones o deseos inconscientes en la mayoría de las ocasiones.

Por todo lo expuesto tengamos siempre presente que, en cuanto un efecto no fuere inteligente por sí mismo, e independiente de la inteligencia de los hombres, es preciso observarlo más de una vez antes de atribuirlo a los espíritus. 
Conchi Rojo
Centro Espírita "Entre el Cielo y la Tierra"