Salud y enfermedad desde la visión espírita
La Organización Mundial de la Salud (OMS) en su Constitución de 1946, define a la salud como el estado de completo bienestar físico, mental y social, lo que implica que todas las necesidades fundamentales de las personas estén cubiertas: afectivas, sanitarias, nutricionales, sociales y culturales. Esta definición es utópica, pues se estima que sólo entre el 10 y el 25 % de la población mundial se encuentra completamente sana.
Cada persona tiene una forma de enfermar diferente a otra a pesar de padecer la misma enfermedad. Esto es debido a que cada ser humano es único y que el componente emocional y socio-ambiental se añade al componente físico.
Se aplica también el término enfermedad para hacer referencia a la alteración en el ámbito moral o espiritual.
A comienzos de los años 60 se aceptó que la propia estima es esencial para la salud de los hombres y mujeres y se redefinió el concepto de salud, incorporando la salud psíquica y espiritual.
Estas fases de evolución hacia un nuevo concepto de salud en el nuevo milenio, se evidencia cuando leemos afirmaciones provenientes del mundo científico que dicen que los síntomas de la enfermedad se revelan al enfermo como manifestaciones físicas de conflictos psíquico/espirituales.
Esta visión nos abre las expectativas de recuperar la sabiduría de las antiguas tradiciones y fusionarlas con las nuevas tecnologías y descubrimientos científicos. La realidad nos evidencia cada día que la vida requiere un cambio, que los antiguos patrones están obsoletos, y que la ciencia por sí sola no basta para sanarnos.
El ser humano busca respuestas más allá del cuerpo y las encuentra y descubre que puede dejar de ser víctima inocente de “errores” de la naturaleza y pasar a ser miembro activo de su propia recuperación.
La visión espírita y la de otras corrientes científicas estudian la enfermedad como un proceso biológico ligado a la evolución anímica y espiritual del ser humano, evidenciando que la enfermedad no es algo contra lo que debamos luchar, sino una manifestación de desarreglos anímicos y espirituales que reclaman nuestra atención.
Siguiendo la corriente de pensamiento que determina que lo que ocurre en el cuerpo de un ser viviente es la expresión de una información de la imagen correspondiente, cuyo punto de partida es la conciencia, tenemos que salud es el resultado de la armonía entre un conjunto de funciones comandadas por el alma que permanecen en armonía entre sí.
Así pues, la enfermedad es la pérdida o trastorno de esa armonía que se origina en el alma o espíritu y se manifiesta en el cuerpo físico como síntoma. El antiguo concepto de “enfermedades del espíritu” es erróneo ya que el espíritu nunca enferma; se trata exclusivamente de síntomas que se manifiestan en el plano psíquico o conciencia individual.
La medicina académica ha tratado de convencer a los enfermos de que un síntoma es un hecho fortuito y que por sí sólo no tiene significado por lo que no hay que interpretarlo sino eliminarlo.
Se destinan muchos recursos para tratar órganos y partes del cuerpo dañadas, descuidando al individuo enfermo que requiere atención.
“... desde la llegada de la llamada moderna medicina científica, el número de enfermos no ha disminuido ni una fracción del uno por ciento.”
La Dra. Marlene Nobre, en El Alma de la Materia , nos dice al respecto: “Sólo una visión del hombre integral puede darnos la respuesta a las dolencias que afectan al hombre. Nuestro cuerpo, mente y espíritu están interconectados entre sí formando una sola unidad y un síntoma es una señal o aviso de que algo “invisible” “no palpable” reclama nuestra atención. Necesitamos ampliar nuestra visión parcial para comprender la dimensión de las cosas que nos ocurren.”
Amalia Domingo Soler dice en un artículo de La Luz del Porvenir:
“Todo tiene su razón de ser, todo tiene su historia, entonces la vida tiene un interés palpitante, entonces se estudia y se aprende en todos los hechos que se realizan en torno nuestro, se ensancha el horizonte que contemplamos y apreciamos la vida en su inmenso valor”.
Cuando un individuo comprende la diferencia entre enfermedad y síntoma, su actitud en relación a la enfermedad o la incapacidad que nos provoca, se modifica hasta el punto de participar activamente en su proceso de recuperación, dejando de luchar en contra de ella.
La enfermedad se convierte en una oportunidad para aprender más de nosotros mismos y de nuestros propios procesos de transformación y evolución.
La curación no siempre significa que el cuerpo físico se recupera de una enfermedad. Curación puede significar también que el espíritu de la persona se libera de miedos y pensamientos negativos, hacia sí misma u otras personas, que ha tenido durante mucho tiempo.
Este tipo de liberación y curación espiritual puede producirse, aunque el cuerpo físico muera. Recordemos que nacer, crecer, morir y renacer es la base de la evolución y el aprendizaje. El objetivo de cuanto nos ocurre en la vida, es la expansión de la conciencia hacia un concepto cada vez más unitario, libertador y emancipador.
“Sólo la adquisición paulatina de una conciencia responsable puede lograr cambios integrales que modifiquen de manera importante los hábitos de vida, único camino para lograr la salud”- Elsa Lucía Arango. Médica Bioenergética.
En La Génesis, cap. XIV, ítem 25, nos dice que causa original de las enfermedades que afligen a la humanidad, pertenece esencialmente al orden psíquico.
Cuando la ciencia médica analice el introspectivo del alma, comprobará que ciertas molestias de carácter virulento son el producto de graves “infecciones morales” existentes en la conciencia de la misma, las cuales, por efecto de repercusión vibratoria, afectan al periespíritu y al cuerpo físico, al que está sujeta.
El hombre, en sus momentos de subversión espiritual y conforme la culpa que lo domina, alimenta un tipo específico de virus, generando determinada enfermedad que la medicina después clasifica en la tabla patológica, conforme a las características etiológicas y a la virulencia identificada. La cólera, la irascibilidad, violencia mental o emotiva, producen el campo fluídico mórbido para nutrir y manifestar las afecciones cutáneas o eczematicas. La maledicencia, la calumnia, pensamientos de odio o agresiones físicas, generan tóxicos energéticos responsables de la generación de muchas enfermedades. Del mismo modo, la indiferencia, la egolatría, o el egoísmo, ponen en movimiento los fluidos perniciosos que más tarde abonan el terreno orgánico del hombre y lo predispone para enfermedades de largo recorrido.
El efecto enfermizo de hoy es el resultado de la causa censurable del pasado, y así, hoy vive obligatoriamente en la misma condición generada otrora por su libre voluntad, pero en obediencia a la Ley del Amor y la Fraternidad, que le permite rescatar su debito pecaminoso.
Por todo lo expuesto, se deduce que la salud física depende mucho de la “salud espiritual”. Esto es porque la auto-evangelización, aunque no produzca una cura milagrosa, dará sensibles mejoras porque el enfermo deja de generar y verter los venenos psíquicos que anteriormente le agravaban la enfermedad.
El mantenimiento del equilibrio psíquico y emocional es de fundamental importancia para la sustentación de la salud.
El visualizarse saludable y cultivar pensamientos optimistas, cimentado en el amor, en la acción dignificante, en la esperanza.
Liberar todo residuo mental, que pueda significar una fuente de intoxicación y estimula las vidas microbianas perturbadoras, conservando la paz intima.
Elaboremos planes para estar saludables y ser útiles; imaginemos que ya nos hemos recuperado y estamos desempeñando en la convivencia familiar y social como un instrumento valioso dentro de la comunidad.
Volvamos a abastecer nuestra casa mental con pensamientos de paz, de compasión, de solidaridad, de perdón y ternura; y comprometiéndonos emocional-mente con la Vida, a fin de que nos sintamos integrados en ella, conscientes y felices.
Es necesario buscar en el alma las raíces de las enfermedades.
Cabe resaltar la importancia de la conducta moral elevada, difundiendo la necesidad del cultivo de la humildad y del esfuerzo hacia el bien para que el ser humano conquiste la salud sin mancha. Según las enseñanzas espirituales, sólo el amor puro, desinteresado, aporta la inmunología perfecta, porque permite la asimilación de las fuerzas superiores que mantienen el cuerpo saludable.
Todas las conquistas de la Ciencia son bienvenidas, pero hay una verdad en la que los Espíritus nos aconsejan. Es necesario trabajar preventivamente en este campo, sin el cual podemos multiplicar nuestra capacidad de producir “remiendos,” pero no seremos capaces de eliminar las causas productoras de las lesiones.
Cielo Gallego
Centro Espírita "Entre el Cielo y la Tierra"
"Estoy pasando por todo lo que explica el texto,gracias hermanos por exponerlo tan explícito y de una manera tan amorosa".
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