La Justicia
La definición de Justica según el Diccionario de la Lengua Española, es el principio moral que lleva a dar a cada uno lo que le corresponde o pertenece.
Derecho, razón y equidad.
El Libro de los Espíritus (875) indica que consiste en el respeto de los derechos de cada uno.
En ambas definiciones se puede observar que hacen referencia a derechos e individualidad.
“¿Cuál es el primero entre todos los derechos naturales del hombre? El derecho a la vida, y por eso nadie puede atentar contra la vida de su semejante ni hacer nada que pueda comprometer su existencia corporal” (L.E. 880)
El concepto de derecho según la RAE, entre otros, se determina como el conjunto de principios y normas, expresivos de una idea de justicia y de orden, que regulan las relaciones humanas en toda sociedad y cuya observancia puede ser impuesta de manera coactiva.
Para el filósofo Kant es la condición por la cual la libertad del uno es compatible con la libertad del otro como condición de convivencia social y fundamento de la moral.
Axel Honnet, según su teoría del reconocimiento, va más allá. Indica que la desposesión de derechos, la exclusión social, no sólo produce una radical limitación de la autonomía personal, sino que provoca un sentimiento de no ser un sujeto moralmente igual a otros.
¿Qué determina esos derechos? Dos cosas: la ley humana y la ley natural. (L.E. 875a)
La primera es dictada por los hombres acondicionándolas a sus costumbres y carácter. Esas leyes han establecido derechos que han podido variar con el progreso moral e intelectual del hombre, a través de los tiempos. Por tanto, no está conforme siempre con la Justicia, simplemente reglamenta ciertas relaciones sociales, al paso que, en la vida privada, hay una multitud de actos que son únicamente de la competencia del tribunal de la conciencia.
La base de la Justicia fundada en la ley natural es querer para otros lo que quisiéramos para nosotros mismos. (L.E. 876)
La regla de la verdadera Justicia, está depositada en el corazón de cada persona, por el deseo que siente cada cual de ver respetados sus derechos. Este sentimiento es natural, no se enseña ni es el resultado de ideas adquiridas.
¿Dónde podemos encontrar las principales manifestaciones de la Justicia Natural?
En la Creación, Reencarnación, Libre Albedrío y la Ley de Causa y Efecto.
El Libro de los Espíritus (115) nos enseña que “Dios creó a todos los espíritus sencillos e ignorantes”, “...no hay ninguno más favorecido, o mejor que los otros ni dispensado del trabajo impuesto a los demás, para logar su objetivo” (L.G. cap. XI-7)
La felicidad ha de ser el precio del trabajo y no del favor para que todas las personas tengan la oportunidad de conseguirla.
¿Hay algo más justo que tener el mismo comienzo?
La reencarnación se basa en la Justicia de Dios. Es una consecuencia de la ley de progreso. A través de ella se permite que se cumpla en nuevas existencias aquello que no se pudo realizar en la anterior.
Las vidas de corta duración no tienen sentido sin ella. ¿De qué serviría la existencia corporal? ¿Qué daría tiempo a aprender? ¿Por qué morir alguien en edad temprana y otros en edad adulta?
Con la reencarnación se comprenden las desigualdades de aptitudes intelectuales y morales porque a través de diferentes existencias, el alma va adquiriendo conocimientos.
Las desigualdades sociales se llegan a comprender porque cada vida es una nueva oportunidad de aprender los beneficios y las dificultades de cada situación; rico o pobre; libre o esclavo; hombre o mujer.
La justicia de la reencarnación estriba en el hecho que nadie queda desheredado del bien supremo, ni nadie queda sometido al mal eterno, ya que con su esfuerzo podrá superarse y llegar a la perfección que busca.
Sin la libertad de decisión, de acción, el alma humana no podría construir su destino. Este quedaría delegado a la fatalidad y por tanto no habría justicia.
Esa libertad, cada ser la va a conquistar con el desarrollo de la razón, que poco a poco irá supliendo el instinto de los grados inferiores durante el periodo de nuestras primeras existencias. En su lugar predominarán la inteligencia y la voluntad para superar las condiciones adversas.
La libertad ha de ir unida a la responsabilidad. Ambas aumentan con el progreso moral e intelectual. Esto, el alma lo aprende a través de la propia conciencia que acepta o recrimina nuestros actos.
El momento más importante en que el espíritu ejerce su libre albedrío es en la hora de las reencarnaciones, escogiendo la familia, el medio social, que le van a llevar a desarrollar sus cualidades, superar sus defectos o reparar las faltas cometidas, comprendiendo la necesidad de estas circunstancias.
Pero para ser libres es necesario querer serlo y esto requiere trabajo y esfuerzo.
“Para obtener la liberación física se necesita limitar el apetito de los sentidos; la liberación intelectual necesita la conquista de la verdad. La libertad moral necesita la búsqueda de la virtud” (El Camino Recto. León Denis”)
Para que haya justicia es necesario que cada alma se responsabilice de sus actos. Cada uno de ellos tiene un resultado, para bien o para mal, y esa consecuencia vendrá manifestada a través de la ley de Causa y Efecto.
En muchas ocasiones hemos oído decir: “la carnes es débil”, pero la materia, por sí misma es inerte, carece de vida, de pensamiento, de sentimiento. Sin embargo, la ciencia espírita vino a demostrar la existencia del principio espiritual, a través de estudios y análisis con pruebas irrefutables. Por tanto, ha de ser este principio espiritual el que actúe sobre la materia, es decir, sobre el organismo material, amoldando su propio cuerpo acorde a sus necesidades y a la manifestación de sus tendencias. De este modo el temperamento queda, en la mayor parte de los casos, determinado por la naturaleza del espíritu, recayendo sobre este la responsabilidad moral de sus actos, y las consecuencias van a estar en relación al desarrollo intelectual del espíritu.
A mayor conocimiento, mayor responsabilidad porque con la inteligencia y el sentido moral nacen las nociones del bien y del mal, de lo justo y de lo injusto.
Así, pudiendo elegir, el espíritu a través de la voluntad, toda falta llevará implícita una consecuencia y una reparación, al igual que cualquier acción en el bien puede asegurar dicha y felicidad.
Recordemos siempre que cada acción conlleva una consecuencia y cada derecho adquirido implica una obligación.
Ana Sobrino
C.E. Entre el Cielo y la Tierra.