Obstáculos de los médiums
Cualquier persona apta para recibir o para transmitir las comunicaciones de los espíritus, son considerados médiums, sin importar el grado de desarrollo o el medio empleado, desde la más pequeña influencia hasta el más sorprendente fenómeno.
La mediumnidad no es un don, ni un privilegio, sino una facultad que puede ser desarrollada.
Es inherente a todos los espíritus y aun siendo de origen espiritual, al reencarnar queda sujeta a las condiciones físicas del organismo.
El Libro de los Médiums nos indica que no es un buen médium aquel que comunica fácilmente con los espíritus, sino quien recibe buenas comunicaciones, y para ello su principal aptitud son las condiciones morales. De ellas va a depender la relación establecida y es uno de los escollos principales de la mediumnidad.
Sabemos que entre los espíritus los hay de diversos grados, más o menos evolucionados; algunos sabios, otros ignorantes. En cualquier caso siempre estamos rodeados de ellos y nos observan; algunos con indiferencia, otros con intenciones más o menos benévolas, según su naturaleza.
En las relaciones entre el mundo espiritual y físico prevalece la Ley de Afinidad. El pensamiento es el vínculo que nos une a los espíritus, y por él atraemos a aquellos que tienen afinidad con nuestras ideas y nuestras inclinaciones.
Si lanzamos un vistazo sobre el estado moral de la humanidad en general, concebiremos sin dificultad que, en esa multitud oculta, los espíritus elevados no deben estar en mayoría; esta es una de las consecuencias del estado de inferioridad de nuestro globo.
Los espíritus permanecen activos, piensan y actúan, ejercen su influencia sobre nosotros sin saberlo, nos inducen o disuaden, nos impulsan al bien o al mal, pero en ningún momento puede interferir en nuestro libre albedrío. Las decisiones son nuestras.
Ningún médium está libre de su influjo. Y es a través de sus defectos que logran entrometerse en las comunicaciones, las provocan y dominan. Alejan a los espíritus que podrían contradecirles. Utilizan nombres de personajes famosos e incluso su lenguaje para poder engañar.
Pero pueden ser desenmascarados a través de una observación y análisis de las comunicaciones sin ideas preconcebidas.
A pesar de la evolución moral del planeta, los espíritus superiores, al no existir la perfección absoluta, tienen en cuenta el esfuerzo, la voluntad y la perseverancia del médium para mejorar su moralidad.
No obstante a estos esfuerzos, hay características como la debilidad de carácter (cuando el médium piensa que es suficiente con sus buenas intenciones y sus buenos sentimientos) y una excesiva confianza en la invariable superioridad de los espíritus que se comunican con él, que pueden incidir en la influencia de espíritus ligeros.
Este obstáculo podría evitarse utilizando el buen sentido y la razón; observando la cualidad del lenguaje, constantemente digno, noble, sin fanfarronerías ni contradicciones, desprovisto de toda trivialidad e impregnado de una inalterable benevolencia. Examinado las menores palabras desde el punto de vista del pensamiento, y no de la forma gramatical, ya que a veces los recursos del médium no están a la altura de la necesidad gramatical. Confiando en una tercera persona desinteresada que juzgue con sangre fría y pueda ver el engaño. Con gran experiencia alcanzada a través del estudio asiduo y perseverante, no sólo de los fenómenos en sí, sino también de las costumbres de toda la escala espírita, desde el más bajo hasta el más alto.
El orgullo es otro impedimento tanto más peligroso cuanto menos se le reconoce. Empieza a desarrollarse a medida que su facultad crece y le hace sentir importante halagándole, inspirándole desconfianza de quien pudiera abrirle los ojos y desenmascararle.
¿Sería suficiente conjurarles y pedirles que nos dejen? No, habría que demostrarles que somos más fuertes a través de amor al bien, la caridad, la dulzura, la simpatía, la modestia y el desinterés, que atraerán a los buenos espíritus y cuyo apoyo nos dará la fuerza que necesitamos.
Las malas comunicaciones no siempre son a causa del médium, pueden tener su origen en el ambiente en que se producen, bien por falta de recogimiento del grupo, la diversidad de caracteres de sus componentes, e incluso de la persona que dirige las preguntas si no hay seriedad por su parte.
Sin embargo, con un mal médium y un ambiente inadecuado se podría obtener una buena comunicación sí los buenos espíritus lo consideran útil.
Recordemos siempre que los buenos espíritus no imponen ni halagan, y callan ante lo que ignoran.
Ana Mª Sobrino
Centro Espírita Entre el Cielo y la Tierra.
Bibliografía: La Revista Espírita, El Libro de los Médiums, Mediumnidad todo lo que usted necesita saber.
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