Inteligencia artificial: problemas éticos y reflexión desde el Espiritismo
Está de moda hablar de Inteligencia Artificial (IA) y raro es el día en que en la prensa no aparecen noticias que nos informan sobre avances tecnológicos relacionados con programas de ordenador, aplicaciones de telefonía móvil, robots y otros adelantos que, al parecer, incorporan la capacidad de pensar y tomar decisiones de manera autónoma, es decir, sin intervención del ser humano. Esto es lo que comúnmente conocemos como “IA”. El ejemplo paradigmático es el del vehículo autónomo: un coche que aún no está comercializado pero que, al parecer, puede surgir en cualquier momento y que será capaz de tomar decisiones en cuanto a qué recorrido tomar, cuánto tiempo emplear y ¡atención! en caso de accidente, determinar quién se debe salvar y a quién se debe sacrificar(1). Noticias así son las que hacen necesario hablar de “ética aplicada a la IA” como, de hecho, ya se está haciendo en muchos foros académicos, empresariales e, incluso, eclesiásticos.
Estas reseñas de prensa vienen acompañadas de un despliegue de películas y series de TV en la que nos muestran cómo los robots y aplicaciones inteligentes formarán parte de nuestra vida cotidiana. Ya son antiguas las películas como “2001, Odisea en el espacio” o “Engendro Mecánico”, que ponían de manifiesto los peligros de que una máquina tome decisiones de orden superior a las del ser humano. Otras series como “Galáctica, estrella de combate” o, la más actual, “Humans” nos plantean una situación en que el desarrollo de androides y ginoides (robots con forma humana, bien masculina, bien femenina) llegan a alcanzar consciencia de sí mismos, lo que les sitúa a un nivel muy próximo al ser humano.
El lector que haya llegado a este punto podría estar pensando que está de acuerdo pero ¿qué tiene que ver todo esto con el Espiritismo? En este punto, mi respuesta es que tiene mucho que ver y que, en realidad, el Espiritismo se encuentra en una posición privilegiada para realizar ese estudio ético puesto que, al menos el Espiritismo impulsado por Allan Kardec, tiene un triple aspecto: el científico, el filosófico, y el moral. Y, en el debate ético, esto le da una ventaja considerable frente a otras escuelas que, bien por estar limitadas por el dogma o bien por el frío materialismo científico, no llegarían a contemplar el prisma desde todos los ángulos posibles.
El Espiritismo nos ofrece una vía de reflexión sosegada sobre los nuevos problemas y retos que se le puedan plantear al ser humano. Primero, nos invita a usar la razón y nuestras aptitudes humanas para realizar un estudio sin prejuicios. Y segundo, nos enseña que podemos contar con la enseñanza, orientación, correcciones y ánimos de entidades espirituales elevadas. Estos maestros espirituales y mentores están muy interesados en que la humanidad avance no sólo en lo tecnológico sino, sobre todo, en lo moral para que este mundo nuestro, la Tierra, evolucione de ser un “planeta de expiación y pruebas” a un “planeta de luz y vida”.
¿Podemos propiamente hablar de “inteligencia artificial”?
Según la Enciclopedia de Filosofía de Standford, “el campo de la IA puede definirse como el ocupado en la construcción de un artefacto capaz de pasar el test de Turing(2)” y, de manera más general, puede definirse como el de las “máquinas que piensan y/o actúan de manera humana y/o racional(3)”. Así las cosas, necesitamos dar un paso atrás y definir antes qué es “inteligencia”.
Se ha definido la inteligencia humana como la capacidad de plantear y resolver problemas mediante el uso del intelecto. Esta definición, que ya de por sí expresa sus limitaciones, no es tan antigua como parece. Cincuenta investigadores publicaron en 1994 en una columna del Wall Street Journal la siguiente definición: “Una capacidad mental muy general que, entre otras cosas, implica la capacidad de razonar, planificar, resolver problemas, pensar de manera abstracta, comprender ideas complejas, aprender rápidamente y aprender de la experiencia”. En un paso más, Daniel Goleman, psicólogo estadounidense, publicó en 1995 su libro “Inteligencia Emocional” en el que afirma que la inteligencia emocional es la capacidad para reconocer sentimientos propios y ajenos, y la habilidad para manejarlos. Las emociones han pasado a considerarse como las grandes protagonistas en el estudio del ser humano y en escuelas y centros educativos se empieza a aconsejar “educar en las emociones”. El estudio de las emociones parece que da a la inteligencia una primera nota de espiritualidad, aunque no falta quien pretende explicar las emociones desde la simple y pura biología. Eso es un reduccionismo, pero abundan las publicaciones en prensa de científicos que hablan de que el amor es una simple cuestión de hormonas, el odio un exceso de adrenalina o que, incluso, cuestiones espirituales o el mismo Dios, no son más que una construcción mental alojada en el cerebro.
Frente a estas teorías “neo-materialistas” no podemos sino opinar que son reduccionistas y que no contemplan al ser humano en todos sus aspectos. Decir que el amor es sólo una cuestión de hormonas nos hace pensar que, quien afirma eso, no ha conocido el amor de verdad el cual, entre otras manifestaciones, nos lleva a pensar antes en la persona amada que en nosotros mismos y eso difícilmente se puede explicar desde la biología, lo mismo que sucede con el resto de las emociones.
El Libro de los Espíritus(4) tiene dos referencias iniciales al concepto de “inteligencia”: En la pregunta de Allan Kardec ¿qué es Dios? se le responde “es la inteligencia suprema, causa primera de todas las cosas". Más tarde encontramos la definición del Espíritu como "el principio inteligente del universo". Esta afirmación nos lleva a considerar que el espíritu tiene en sí los atributos del Creador, pero de una manera limitada y con el potencial para crecer tanto como se pueda.
En el Libro “Triunfo Personal”, dictado por el espíritu Joanna de Angelis y psicografiado por el médium Divaldo Pereira Franco, se nos dice que la inteligencia se sitúa en el Espíritu y que, cuando este está encarnado, se exterioriza por medio de las redes neuronales y de conformidad con la estructura material y capacidades concretas del cuerpo humano.
Hemos querido profundizar aun más en esta afirmación y en la mesa mediúmnica de nuestro centro le hemos preguntamos al espíritu conocido como “hermano Santiago” sobre el particular. Su respuesta es que, “cuando estamos encarnados, manifestamos solamente un pequeño porcentaje de nuestro potencial intelectual”. Y esto, ¿por qué? -hemos insistido-. Y añade: “por varios motivos: 1) porque no necesitamos usar toda nuestra capacidad en esta reencarnación concreta; ó 2) porque hemos asumido una prueba kármica basada en el desarrollo de la humildad; ó 3) porque la estructura de nuestro cerebro físico aún no ha evolucionado lo suficiente como para albergar una inteligencia superior”. El hermano Santiago concluyó con una afirmación asombrosa: “la persona verdaderamente inteligente no es aquélla que muestre un coeficiente intelectual muy alto sino aquella que busque el Bien y lo procure hacer en su vida. ¿Han olvidado que el maestro Jesús afirmó que “mi reino no es de este mundo” (5)?
El mensaje es claro: la inteligencia humana tiene un componente espiritual y sólo así puede ser estudiada y comprendida. En consecuencia, si la inteligencia sólo puede ser espiritual, no tiene sentido hablar de “inteligencia artificial”, porque la llamada IA no es espiritual. Pero entonces, ¿de qué estamos hablando? Yo prefiero referirme a “inteligencia externalizada” acudiendo al término propuesto, entre otros, por Gonzalo Génova Fuster, profesor de informática de la Universidad Carlos III de Madrid. Sólo por comodidad y por aceptación general del término, seguiremos usando en este artículo el término “IA”.
Problemas éticos que plantea la Inteligencia Artificial
Según Lydia Feito, profesora de Bioética de la Universidad Complutense de Madrid “en la medida en que los sistemas de IA alcanzan autonomía en la toma de decisiones –lo cual supone que tengan posibilidad de auto-gobernarse sin intervención o control humano–, podemos considerar que las máquinas son agentes de decisión, cuyas consecuencias pueden ser muy importantes”(6). Se plantea aquí la necesidad de un diseño sensible a valores en la medida en que el sistema debe tomar decisiones con contenido ético. Los interrogantes son aquí cuáles son los estándares éticos que deben implementarse en un algoritmo.
Surge así una pregunta, ¿existe un bien absoluto? O mejor, ¿existe algún criterio que nos permita distinguir lo que está bien de lo que está mal? Joanna de Angelis, en el libro “Días Gloriosos” psicografiado por Divaldo P. Franco en relación a la educación moral nos dice que “le cabe a la educación el inapreciable deber de transformar al ser humano, alterando para mejor los paisajes morales de la sociedad y del planeta. Se combate así la ignorancia, se convierte en moderadora de la agresividad y de las pasiones primitivas, sustituyéndola por comportamientos saludables que desarrollan sentimientos nobles e incluso aptitudes de respeto a la vida y a sus manifestaciones. Proporciona bienestar y armonía, aspiraciones dignificantes que producen realizaciones elevadas”.
En conclusión, en contra del relativismo moral que impera en la sociedad actual (y que se está manifestando, por ejemplo, en esta era de la llamada “post-verdad”, que no es otra cosa que las mentiras aceptadas), parece que la espiritualidad elevada sugiere que existe un bien absoluto, no relativo, que debemos de buscar, reflexionar y tender hacia él. ¿Y cuál es esa norma moral? Sin duda, la Ley Divina o Natural(7).
Así las cosas, los problemas éticos que podría plantear la IA en cuestión del campo laboral y económico, el del tras-humanismo, el militar y el de las relaciones humanas tendrían respuesta confrontándolos con las enseñanzas que se nos han proporcionado en la revelación espírita y recordando que “la ética no es sólo, ni principalmente, seguir un código de conducta, ni imitar el comportamiento de otros sino que es:
- Reconocer a los seres humanos.*- Reconocer la dignidad humana.*- Reconocer los valores éticos.*- Reconocer por sí mismo el bien y el mal”(8).
Conclusiones
Soy consciente de que este artículo queda abierto en el sentido de que cada día se están publicando nuevos avances en el campo de la IA, nuevos retos, nuevas sorpresas. Mi objetivo es poner sobre la mesa algunas referencias que nos pueden ser útiles para estar alertas y saber encarar este futuro, que ya está siendo presente. Por ello, me gustaría únicamente resaltar dos ideas principales:
1) Es bueno que tengamos presente lo que es la inteligencia, que no olvidemos valorar la grandeza de la inteligencia humana y su dimensión espiritual. Esto nos va a dar sosiego frente a los avances tecnológicos que se avecinan, nos quitará miedos (recordemos que si tenemos miedos, seremos más fácilmente manipulables) y tendremos más capacidad para poner en su sitio la tecnología y hacer de ella lo que debe ser: un instrumento y nunca un fin.
2) El problema no es la humanización del robot (que los robots vayan teniendo más facultades de razón, consciencia incluso o semejanza al ser humano). El verdadero problema es la robotización del ser humano: el que seamos menos inteligentes, más apegados a la materia, menos educados, menos elegantes(9), más manipulables, menos sabios porque cada vez leemos menos. ¿Por qué si no, cada semana, los espíritus nos aconsejan en la mesa mediúmnica que estudiemos y leamos sin descanso?
El debate moral no debe de quedar relegado a una minoría (religiosa o filosófica) sino que todos debemos de tener argumentos para aplicar a nuestra vida cotidiana. En este sentido, el Espiritismo bien entendido, el Espiritismo iniciado por Allan Kardec, es un camino válido para la resolución de los problemas habituales que se nos presenten en este planeta de expiación y pruebas.
Víctor M. Fernández
Víctor M. Fernández es economista y profesor de Universidad. Participa como trabajador espírita y divulgador en la Asociación de Estudios Espíritas de Madrid.
Notas:(1) Aconsejo visitar la página diseñada por el MIT para su proyecto “La Máquina Moral”, en la que se recaba la participación del público para la obtención de unos patrones éticos aplicables al vehículo inteligente. Ver: http://moralmachine.mit.edu/
(2) Sobre el Test de Turing: https://es.wikipedia.org/wiki/Test_de_Turing
(3) Brigsjord, Selmer and Naveen Sundar Govindarajuli, 2018 “Artificial Intelligence”.
(4) Allan Kardec, El Libro de los Espíritus, preguntas 1 y 23 respectivamente.
(5) Cfr. Juan 18, 36 y Allan Kardec, “El Evangelio según el Espiritismo”, capítulo II.
(6) Lydia Feito, “aproximación a la ética de la IA”, Revista de Bioética, número 36, diciembre de 2018.
(7) Cfr. Allan Kardec, Libro III del Libro de los Espíritus.
(8) Gonzalo Génova, “cómo enseñar a tu robot a que se porte bien”, conferencia impartida el 9 de abril de 2019 en la Universidad de Navarra.
(9)Sobre la relación entre “belleza”, “bondad” y “verdad” me remito a mi artículo “Tres comunicaciones mediúmnicas” publicado en https://www.divulgadorespirita.com/2019/07/tres-comunicaciones-mediumnicas-bondad.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario