La oración es una conversación con Dios. Consiste en elevar nuestro pensamiento hacia nuestro Padre y mantener un momento íntimo con Él. El lugar, momento y situación no tienen por qué ser determinadas, pero cuanto mayor sea nuestro recogimiento y concentración en la comunicación, junto con voluntad de un corazón humilde y puro, más intensa y profunda será nuestra comunicación con Dios. La oración modifica el fluido que nos rodea al igual que una piedra arrojada al agua genera una vibración que se expande, en este caso hasta el límite que le permita el recipiente y su intensidad, en el caso de la oración llega hasta los confines de la creación pudiendo ser recibida por cualquier Espíritu al que vaya destinada.
La oración debe de ser sincera y debe de salir desde lo más profundo de nuestro “corazón”, pues las oraciones realizadas recitando estructuras repetitivas y sin sentimiento no tienen ningún efecto.
En nuestra conversación con Dios podemos abrir nuestro interior y reconocer la grandeza de nuestro Padre admirando todas las maravillas que nos rodean, su creación y sus cualidades, pedir por motivos útiles para nuestro desarrollo tales como fuerza para superar nuestras pruebas, paciencia, aceptación y conocimiento. Pedir por otros Espíritus más atrasados, desfavorecidos y en situaciones más penosas. Y también dar gracias a Dios y a los Espíritus que cuidan de nosotros y velan por nuestro crecimiento espiritual.
La oración eleva nuestro estado de vibración si se realiza correctamente y es la herramienta más útil a nuestro alcance para ayudarnos en nuestras pruebas. Pues Dios siempre nos escucha y nunca deja sin asistencia a aquel que pide ayuda con humildad, respeto y partiendo de una voluntad pura. La consecuencia primera es precisamente establecer conexión con una espiritualidad elevada que va a tratar de ayudarnos a través de la intuición, transmitiendo confianza, fuerza y esclarecimiento que nos permita pasar nuestras pruebas de forma más liviana, pues las pruebas son ineludibles para nuestra mejora y evolución y no podemos evitarlas.
Si pedimos por otros, podemos hacer que reciban la misma ayuda y en situaciones críticas donde los Espíritus están muy encerrados en bucles negativos de pensamientos podemos hacer que, por un momento, tenga cierta lucidez que le permita el camino hacia el arrepentimiento. La oración siempre supone un alivio para cualquier Espíritu que actúa como bálsamo a los padecimientos. Es, pues, un acto de caridad para con nuestros iguales. A través de la oración establecemos una conexión entre el que emite la oración y el que la recibe, siendo ésta de alta vibración, lo que despierta el agradecimiento del que la recibe en el momento que sea consciente del acto de caridad que otro Espíritu ha ejercido sobre él.
La oración conlleva el ejercicio de nuestra voluntad creando los más puros pensamientos de los que un Espíritu es capaz ya que nace de la parte más pura del Espíritu y se dirige a los más altos niveles de vibración. Si se realiza de forma correcta, es la herramienta más potente para cambiar el estado de vibración de un individuo, una sociedad o un planeta, si todos sus integrantes sintonizasen a través de la oración con estas vibraciones más elevadas. Cuantos más Espíritus se encuentran en sintonía a través de una oración profunda y sincera, más fuerza tiene y más grandes los efectos que puede producir.
Dios, Nuestro Padre, está siempre pendiente de nosotros, y nos escucha y ayuda siempre si lo que le pedimos es conveniente para nosotros. Él sabe cuáles son nuestras verdaderas necesidades. Al orar conectamos con la espiritualidad más elevada, siendo ellos quien mejor nos puede ayudar y cuidar. Son nuestros familiares más evolucionados y por tanto quien mejores consejos nos pueden dar. Ellos están siempre dispuestos a ayudarnos y se sienten felices de prestarnos esta ayuda. Si de una medicina estuviésemos hablando, ésta no tiene ninguna contraindicación y sí múltiples beneficios. Además, tan sólo requiere de nuestra voluntad, concentración y recogimiento. La oración también es buena para romper el ritmo de trabajo y automatización de comportamientos que tenemos programados diariamente. Dentro de nuestros hábitos diarios es una práctica saludable para nuestro Espíritu y por tanto para todos los ámbitos de nuestra vida.
Por todos estos motivos invito a todos a orar, a hablar con nuestro Padre, a contarle nuestras preocupaciones, nuestros más íntimos sentimientos y anhelos. ¿A qué Padre no le gusta que su hijo quiera hablar con él?, tanto en los momentos buenos, para agradecer, como en los malos para pedir ayuda. Pues como hemos comentado Él siempre escucha y nos ama, deseando nuestro crecimiento y adelanto. Por voluntad suya, todos somos hijos de un Padre cuya cualidad superior es el Amor hacia toda su creación y su deseo es que todos alcancemos la perfección que potencialmente llevamos dentro.
Diego Garcia Carretero
Centro Espírita "Entre el Cielo y la Tierra"
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