sábado, 29 de diciembre de 2018

¿Cómo reaccionamos ante el suicidio?

¿Cómo reaccionamos ante el suicidio?



Para la Real Academia Española su primera definición de suicidio es: “acción y efecto de suicidarse”. definiendo a suicidarse como: “quitarse voluntariamente la vida”. Y la segunda: “acción o conducta que perjudica o puede perjudicar muy gravemente a quien la realiza”.

El Medical Dictionary lo define como “Psiquiatría. Acto de causar la propia muerte de una forma voluntaria”.

Anualmente, cerca de 800.000 personas se quitan la vida y muchas más intentan hacerlo. Cada suicidio es una tragedia que afecta a familias, comunidades y países y tiene efectos duraderos para los allegados del suicida. Se puede producir a cualquier edad, siendo la segunda causa principal de defunción en el grupo etario de 15 a 29 años en todo el mundo.

En España, por ejemplo, se producen unos 10 suicidios diarios, y por cada muerte hay entre 10 y 20 tentativas. Cada 40 segundos una persona se quita la vida, siendo desde hace 11 años la principal causa de muerte no natural.  Estas cifras son suficientemente alarmantes como para no mirar hacia otro lado.

El estigma, especialmente en torno a los trastornos mentales y el suicidio, disuade de buscar ayuda a muchas personas que piensan en quitarse la vida o han tratado de hacerlo y, por lo tanto, no reciben la ayuda que necesitan. La prevención del suicidio no se ha abordado apropiadamente debido a la falta de sensibilización respecto del suicidio como problema de salud pública principal y al tabú existente en muchas sociedades para examinarlo abiertamente. Tabú que se manifiesta al abordar este tema de manera distante y fría incluso con términos despectivos.

Muchas veces nos podemos dejar llevar por mitos como, por ejemplo: las personas que hablan de suicidio no lo harán, cualquiera que intente quitarse la vida debe estar loco, si una persona está determinada a quitarse la vida, nada la detendrá, las personas que mueren por suicidio son personas que no estuvieron dispuestas a pedir ayuda, hablar de suicidio puede darle a alguien la idea de suicidarse, etc.… Estas son muchas de las frases que se escucha en boca de aquellos que desconocen las causas, los síntomas, la forma de ayudar, es decir, son neófitos en este tema tan delicado. 
La mayoría de las personas suicidas no son psicóticas o locas, términos que mucha gente utiliza para referirse al suicida. Posiblemente están perturbados, afligidos, deprimidos o desesperados por el dolor, pero la angustia extrema y el dolor emocional no son necesariamente síntomas de enfermedad mental. Una persona suicida puede que no pida ayuda, pero eso no significa que no la acepte, a lo que hay que añadir que estudios de víctimas de suicidio demuestran que más de la mitad han buscado ayuda médica en los seis meses anteriores a su muerte, es decir, querían encontrar otra alternativa, estaban dispuestos a recibir ayuda.

La OMS insiste en que hay que eliminar las falsas creencias relacionadas con este problema como el pensar que la persona que habla de suicidarse no lo va a hacer. "Un intento de suicidio es el factor de riesgo más importante de suicidio para la población general", detalla este informe. "Hay muchas personas que amenazan con suicidarse y que al final terminan haciéndolo", por eso, jamás miremos para otro lado si nos encontramos de frente con ello.

Todos los que nos hacemos llamar espíritas y somos conocedores del mundo espiritual, así como de las consecuencias que nuestras acciones tienen en nosotros, no solo en esta vida sino en las sucesivas, sabemos perfectamente la tremenda repercusión que tiene a nivel periespiritual, así como el desorden emocional y mental sobre el propio espíritu que ocasiona el suicidio. Por no mencionar lo que ha de vivir cuando llega al plano espiritual sufriendo las consecuencias de este acto, alejado totalmente de la Ley Divina. El Libro "Memorias de un Suicida" nos hace un extenso relato sobre esto, el cual animamos a leer si se quiere ampliar los conocimientos al respecto.

Todos los que hayamos leído el "Libro de los Espíritus" sabemos a ciencia cierta que el suicidio no es la solución. Tal y como nos dice la parte final de la pregunta 949: “El suicidio no repara nada”
Por el contrario, la pregunta 950 nos dice: “El suicida retrasa su entada en un mundo mejor, y él mismo pedirá volver para concluir esa vida que interrumpió debido a una idea falsa- Una falta sea cual fuere, nunca abre el santuario de los elegidos”.

El Espiritismo al desvelarnos la verdad sobre la pluralidad de existencias quita el velo que podía entorpecer nuestra visión de la vida, de las situaciones difíciles, las pruebas y vicisitudes que hemos de vivir en cada existencia. Nos ayuda a entender que pretender terminar con la vida no soluciona nada ya que la vida continua, por el contrario, agravamos la situación.

Sin embargo, no podemos pasar por alto ni olvida que la persona que llega a consumar el suicidio, exceptuando casos de enajenación o locura, que de forma impulsiva realiza esta acción, es un espíritu que sufre. Imaginémonos una persona que vive con un sentimiento de auto-odio, desesperanza, y aislamiento, siente que no puede seguir luchando, el dolor cada vez es más intenso, y no cesa, por lo que la única salida que ve es morir. Este sentimiento aparece y empieza a dar los primeros avisos de forma sutil, casi imperceptible, pero se va apoderando del sujeto y ya no es un día, ahora son semanas, meses, e incluso años. Pero a pesar de su deseo de que el dolor se detenga, de que todo termine, la mayoría de las personas suicidas están en conflicto profundo en cuanto quitarse la vida. Desearían encontrar otra alternativa, pero simplemente no son capaces de verla. Debatiéndose entonces, entre el instinto de supervivencia que todos llevamos en nuestro ser y la idea de morir buscando en ello el alivio a su dolor, entran en una lucha interna que solo produce un inmenso y terrible sufrimiento.

Este sufrimiento se agrava con las posibles secuelas emocionales de los intentos fallidos. La persona vive de forma desesperada, en un mundo cerrado en el que no encuentra ni ve otra solución que no sea el quitarse la vida. Por supuesto jamás está sola, su guía espiritual y espíritus protectores siempre le intentaran ayudar, sugiriéndole otras soluciones, pero el enfermo del alma, que es el suicida, no es capaz de ver. Incluso a veces hacen que sean salvados intuyendo a alguien cercano una visita inesperada, eso es totalmente cierto, puesto que el amor de nuestro Padre es tan grande que jamás nos deja solos, pero tristemente el pensamiento negativo está tan arraigado en su ser que la persona es incapaz de percibir todo esto, sintiendo una soledad tan profunda que el dolor que le causa es insoportable, y de ahí que su sufrimiento sea cada vez más intenso. Deseando cada vez más que este desaparezca.

Tampoco podemos dejar a un lado el hecho de que los pensamientos negativos abren las puertas a espíritus afines e infelices que empezarán a acompañar a las personas que se sienten así, agravando estos la situación y los pensamientos, ya que ellos mismos los reforzarán, entrando así en una obsesión, y complicando mucho más la circunstancias.

Hagámonos unas preguntas… ¿Podríamos negar que esta persona está sufriendo? ¿Nos hemos informado de las formas en las que podemos ayudar a alguien que se encuentre en esta situación? ¿Realmente podemos hablar del tema con conocimiento de causa?

Lo cierto es que, muy pocas personas se interesan sobre este tema, incluso a nivel gubernamental. Actualmente, 18 países en África, 17 en América, 11 en la región del Mediterráneo, 26 en Europa, siete en el Sudeste Asiático y 11 en el Pacífico cuentan con un plan de acción frente al suicidio. Pero todavía existen países que arrestan a las personas que intentan suicidarse y otros en que son encarceladas. Por este motivo, todavía hay mucho por hacer.

Entonces, ¿por qué somos tan frívolos cuando nos referimos a ellos? ¿Por qué los juzgamos, y encasillamos? incluso ¿Por qué se percibe cierta hostilidad en comentarios de algunas personas al referirse a este colectivo?

Pudiera ser por la falta de concomimiento sobre las terribles situaciones que pueden llevar a una persona a cometer esa acción. Falta de comprensión agrupando a todos en las mismas circunstancias y motivos. Esto se aleja muchísimo de la realidad, cada uno de nosotros somos espíritus individuales, con un pasado único, y no nos referimos solo al pasado de esta existencia, sino también al de las muchas que llevamos ya vividas. Esto hace que cada caso sea diferente y las consecuencias también diferentes. Por eso, agruparlos y calificarlos a todos por igual es una aptitud muy superficial, que demuestra lo poco que nos hemos interesado en estos, nuestros hermanos.

Podríamos decir también, que estas reacciones en ciertas personas son causadas por la falta de indulgencia, empatía, pero, sobre todo, por la gran falta de amor.

"El Evangelio según el Espiritismo", en su capítulo X, ítem 13, nos dice: “Aquél que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra dijo Jesús. Esta máxima hace de la indulgencia un deber, porque no hay nadie que no la necesite para sí mismo. Nos enseña que no debemos juzgar a los otros con mayor severidad que aquella con la que nos juzgamos a nosotros mismos, ni condenar en los demás lo que absolvemos en nosotros…”

¿Entonces por qué lo hacemos? Para hablar de algo, primero deberíamos conocer el tema, no solo lo que todos ya sabemos sobre la nula efectividad de acabar con la vida, sino de las causas que pueden llevar a una persona a ese punto tan extremo. Informarnos e interesarnos sobre ello no estaría de más, ya que así seremos más útiles, más perspicaces si percibimos los síntomas en alguien cercano, pudiendo entonces ayudar a nuestro compañero de camino a salir de esa situación, convirtiéndonos a su vez en buen instrumento de los espíritus buenos que quieren ayudarle. Ser conocedores del tema hará que nuestra sensibilidad aumente y empecemos a ver a estos hermanos como espíritus que sufren y necesitan de nuestra ayuda. No olvidemos jamás, que, aunque no vean otra alternativa, sí quieren encontrarla.

León Denís en el prefacio de la segunda edición del libro "Memorias de un Suicida" nos dice: "¡Medita sobre estas páginas, lector, aunque sea duro para tu orgullo personal el aceptarlas! ¡Y si las lágrimas alguna vez rocían tus mejillas, al observar un lance más dramático, no resistas contra el impulso generoso de exaltar tu corazón en oración piadosa, por aquellos que se retuercen en las trágicas convulsiones de la inconsecuencia de infracciones contra la Ley de Dios!"

Ciertamente ellos han cometido un gravísimo error, y la ley de Causa y Efecto será implacable con ellos. Tendrán que vivir las consecuencias de ese acto, que nunca negaremos es egoísta e indica cobardía moral, pero también este acto está lleno de ignorancia, una inmensa ignorancia de las consecuencias, y repercusión que tendrá sobre él y sobre las personas cercanas a él, ya que según los estudios demuestran, de seis a catorce personas quedan afectadas cuando alguien no solo lleva a cabo esta acción, sino cuando tan solo lo intenta.

El Espiritismo es consolador, seámoslo nosotros también. Por eso, como somos realmente conocedores de la las Leyes Divinas, deberíamos intentar no convertirnos en jueces, si no, en instrumentos de los buenos espíritus para aliviar a quienes se encuentren en situaciones tan difíciles que solo ven ante sus problemas esta triste salida.

Relataremos la experiencia de una compañera a la que llamaremos R. “Ella estaba sumida en una depresión severa desde la infancia. Vivía día a día con los pensamientos suicidas, de hecho lo llevó a cabo en varias ocasiones, incluso estuvo en coma tres días, pero como nunca estamos solos, los buenos espíritus la salvaron de consecuencias mayores no logrando nunca el fin del acto. Cuando conoció el Espiritismo comprendió el por qué suceden las cosas y por qué se sufre, aun así, le resultó difícil desarraigarse de esos pensamientos, que como hemos dicho anteriormente, una vez que se abre la puerta espíritus infelices, afines a esos sentimientos empiezan a acompañarnos y por supuesto este caso no estaba libre de ellos. Cuando llevada por ese impulso tan arraigado volvió a caer y cometer de nuevo un intento de suicidio, ¿sabéis qué fue lo que realmente hizo mella en su corazón? No fueron las palabras de reproche a las que estaba acostumbrada y habitualmente se les hace a quienes lo intentan, tampoco vamos a negar lo difícil que es convivir con personas que tienen estos pensamientos. Lo que realmente la hizo despertar y removió todo su interior, fueron las palabras consoladoras, llenas de amor que un amigo le brindó cuando acudió a él en ayuda. Sí, fue el amor lo que la hizo cambiar, el amor de esa persona, sus palabras de aliento, y consuelo, que reflejaban el cariño de él, de su guía y de los buenos espíritus. Se sintió querida y no juzgada y eso significó un antes y un después en su camino. A partir de entonces comprendió que nunca había estado sola, y que el amor es la medicina que cura el alma”.

Al pensar en este ejemplo, totalmente real y fidedigno, analicémonos a nosotros mismos, ¿Somos realmente consoladores con nuestros hermanos? ¿Hacemos que nuestro principal objetivo sea el de amarnos unos a otros? ¿Escuchamos los problemas del que sufre o miramos hacia otro lado? ¿Somos lo suficientemente indulgentes tanto en palabra como en pensamientos? ¿Seríamos capaces de comprender a nuestro hermano suicida?

El suicida se aleja de la Ley Divina al llevar a cabo este acto, eso ya lo hemos dicho y lo sabemos, pero, no nos alejemos nosotros de la Ley de Amor Justicia y Caridad con nuestras palabras o pensamientos. No olvidemos que como espíritas tenemos no solo el conocimiento de las consecuencias fatídicas del suicidio, también tenemos el deber de llevar a todos nuestros hermanos el consuelo que la Doctrina Espírita nos da. Ella es consoladora para las almas afligidas, ya que nos rebela el inmenso amor que el Padre nos profesa a pesar de nuestras equivocaciones, y que al igual que en la experiencia que hemos contado, el Amor es realmente lo que cura el dolor del alma. “Amad mucho a fin de que seáis amados”, nos dice "El Evangelio Según el Espiritismo".

Busquemos a aquel que está sufriendo, y si nos confiesa que su desesperación es tal que no encuentra salida, que nuestras palabras sean bálsamo para el que sufre, llenas de amor, de consuelo y esperanza.  Si nuestros pensamientos son puros, con el único deseo de ayudar y no juzgar, habremos logrado poner en práctica la Ley Divina de Amor Justicia y Caridad.

Cuando pensemos en todos aquellos que se encuentran en el mundo espiritual por haberse quitado la vida, tengamos pensamientos puros, exentos de juicios puesto que desconocemos lo que les llevo a estar allí.  Que nuestro corazón irradie amor, solo amor, orando por ellos siempre que podamos, con la única intención de que esa oración pueda ser para ellos una brisa que alivie sus sufrimientos, aunque solo sea por un instante. Cuánto más irradiemos nuestro amor junto al del Padre más podremos ayudarles.

“Amar, en el sentido profundo de la palabra, implica ser leal, probo, de conciencia recta, a fin de que hagáis a los otros lo que quisierais para vosotros mismos. Amar es buscar alrededor vuestro el sentido íntimo de todos los dolores que abruman a vuestros hermanos para llevarles alivio. Amar es considerar como propia la gran familia humana, porque volveréis a encontrar a esa familia. Dentro de un cierto periodo, en mundos más avanzados, y porque los Espíritus que la comprenden son, tanto como vosotros, hijos de Dios señalados en la frente para elevarse hacia lo infinito. Por eso no podéis negar a vuestros hermanos lo que Dios os concede con tanta prodigalidad, puesto que, por vuestra parte, estriáis muy felices de que vuestros hermanos os diesen lo que os hiciera falta. Así pues, para cada sufrimiento tened siempre una palabra de esperanza y de amparo, a fin de que seáis todo amor, todo justicia”. "El Evangelio Según el Espiritismo", Cap. XI- La Ley del Amor.
Conchi Rojo
Centro Espírita "Entre el Cielo y la Tierra"

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