Dogmatismo + desilusión = abandono
Encontramos entre las filas de los que se terminan alejando del Espiritismo, un perfil destacado que suele corresponderse con aquellos que entran de manera apasionada, lo viven visceralmente y, poco a poco, empiezan a "desinflarse" -innecesariamente - por la simple cuestión de no aceptar durante su iniciación que todos (espíritas o no) somos falibles, así como en determinados momentos incoherentes y/o ambiguos por natura... (¡ay, el viejo error de pensar que el Espiritismo es una escuela de santos!).
Este desencanto también surge entre aquellos que se conducen con exceso de exigencia y autoridad, pero no saben aceptar que convivir con opiniones diferentes a la suya es un elemento imprescindible del camino.
El desencanto es hijo directo de nuestro ego y/o de nuestras mal conducidas ilusiones...
Influidos por una personalidad autoritaria o aún inclinados al control de las conciencias ajenas (residuos de vidas pasadas vividas desde la ortodoxia religiosa), pasaron por alto que el Espiritismo es una invitación consoladora al estudio y al crecimiento personal, algo que se vive desde la naturalidad y no desde el celo que, a la larga, sólo lleva a la insatisfacción.
Dentro de las pruebas y experiencias que tengamos que vivir, el espiritismo es para ser más consciente... pero también para ser más felices, sentirnos más hermanados con la vida. No es un instrumento de negación de nuestra naturaleza ni azotador de conciencias.
Los que fueron por ahí adoctrinando (¿amenazando?) con el Umbral y los obsesores, sembrando críticas malsanas o intrigas, realmente, nunca fueron espíritas; entraron en el Espiritismo, pero éste no entró en ellos...
La propuesta de los espíritus superiores es de reflexión, progreso y esperanza, pero algunos (por su propia manera de ser), lo viven con tanta severidad y rigidez que terminan a un lado del camino, desilusionados y/o exhaustos a golpe de tanta exigencia...
Cuando se deja de ser espírita (si esto es realmente posible), es probable que, de alguna manera, siempre se sea simpatizante, pues cuando el Espiritismo entra en uno es complicado que salga sin dejar algún poso saludable y transformador.
Argumentar (aquellos que abandonaron sus filas) que el Espiritismo no les hizo bien es un pensamiento del todo errado: fueron ellos mismos que perdieron el norte por la errónea manera de conducirse y de tomarse las cosas... El Espiritismo jamás debe servir para proyectar nuestro personalismo ni se vive por convicción dogmática, sino por sed de conocimiento e inclinación hacia la fraternidad universal.
Hay tantos tipos de espíritas como diversidad de personalidades humanas. Pero, como mínimo, al espírita (auténtico), se le pide aceptación, capacidad de diálogo e inclinación a la tolerancia. Si vas por ahí con exigencias, censura y desconfianza...o terminas quemado o siendo un mal propagandista del ideal.
La prudencia, la sencillez y la naturalidad serán virtudes que mucho nos auxiliaran en el camino.
Si en tu trayectoria no has conquistado más serenidad, más tolerancia; haz un alto en el camino (es muy importante), y analiza tus pasos: algo no ha sido bien asimilado y precisa urgente revisión...
Juan Manuel Ruiz González
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