martes, 6 de marzo de 2018

“Contemplad las aves del cielo”

“Contemplad las aves del cielo”




Hablar hoy de algo que es tan antagónico a la forma de vida en la que estamos inmersos casi todos, donde raro es el día en que un nuevo acontecimiento emerge y lo que es más sorprendente, ya no nos llama la atención, es traer un poco de “oxígeno” a nuestras mentes, que a veces pierden la ilusión y la esperanza del mañana, viendo y observando nuestro alrededor físico.

Es por ello que deseando despertar a aquellos que aun hoy, aunque sea por unos momentos, permanecemos influenciados por el entorno, nos acercamos a esta enseñanza de Jesús, que el capítulo XXV del Evangelio según el Espiritismo nos dice…”Mirad las aves del cielo; ellas no siembran, ni siegan, y ni amontonan nada en los graneros, más vuestro Padre celestial las alimentan; ¿no sois vosotros mucho más que ellas?  Mirad como crecen los lirios de los campos; ellos no trabajan ni hilan, y Dios tiene el cuidado de vestir de esta manera la hierba de los campos.  No os acongojéis diciendo: ¿Qué comeremos, o que beberemos, o con qué nos vestiremos?; porque vuestro Padre sabe que de ellas, tenéis necesidad. Buscad, pues, primeramente, el reino de Dios y su justicia, y todas esas cosas os serán dadas por añadidura. Por eso, no os acongojéis por el día de mañana, porque el día de mañana cuidará de sí mismo. A cada día basta su mal.”

Este lenguaje íntimo que se dirige a todos los hombres, desde el más humilde hasta el más elevado, esta voz cuyos murmullos pueden turbar el brillo de las mayores glorias, nada tiene de material. Corrientes contrarias se agitan en nosotros.

Ahora bien, si no fuésemos más que materia, no conoceríamos esas luchas, esos combates, seguiríamos sin pesar  y sin remordimientos nuestras tendencias naturales.

En estos días el hombre común se satisface con los fenómenos fisiológicos y los placeres que distraen los sentidos, sin conseguir  beneficio alguno para sus sentimientos. Todas sus aspiraciones y sus planes se centran alrededor de las ganancias que le permitan alcanzar las metas de la sensualidad y del confort. Los apetitos, los deseos apasionados, chocan contra la razón y el sentimiento del deber.
El hombre común ve, oye y vive conforme le place. Ajusta los acontecimientos de acuerdo con sus intereses personales, intentando disfrutar y gozar siempre cuanto le sea posible. Pero su temperamento es inestable, porque está gobernado por la fuerza de la pasión egoísta.

Sin embargo el hombre lúcido entiende la finalidad para la cual ha sido creado. Ve, oye y vive ajustándose y obedeciendo las Leyes que rigen la Vida. Es estable, porque sabe que solamente le sucede  lo que es mejor para él. Cree y ama sin desconfianza, porque su vida es una vida fértil.
Mientras nos aferramos a los acontecimientos del ayer estamos perdiendo los bellos amaneceres que hoy comienzan y que se prolongarán indefinidamente, al tiempo que nuestra voluntad está frecuentemente en conflicto con nuestros instintos.

Así pues, débil o fuerte, ignorante o instruido, un espíritu vive en nosotros y gobierna este cuerpo que no es bajo su dirección más que un servidor, un simple instrumento. Este ser es libre y perfectible y por consiguiente responsable. Puede a su voluntad mejorarse, transformarse, aspirar al bien.
Nada hay,  por otra parte, más justo ni más conforme a la “Ley del Progreso” que esta ascensión, realizándose por medio de etapas innumerables durante las cuales nos vamos formando, distanciándose poco a poco de los instintos y rompiendo la coraza del egoísmo para despertar a la razón, al amor, a la libertad. Son las vías múltiples, los crisoles purificadores; a cada paso el espíritu sale de su envoltura más refinado y cuando la vencido las contingencias de la materia, entonces, libre de las atracciones terrestres vuela hacia otras regiones menos primitivas.

Todos estamos llamados a desenvolvernos siempre, considerando que nuestro planeta no representa más que una etapa en el camino sin fin. Porque quien ama y aspira a la felicidad no se detiene en el pasado, valiéndose de sus lecciones para crecer en el futuro.

Juan Miguel Fernández Muñoz
Asociación de Estudios Espíritas de Madrid


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