Psicología transpersonal y espiritismo
Quizás el concepto más importante para la psicología transpersonal es el sí mismo o self que podemos definir como la naturaleza del individuo, sus gustos, valores, metas, que conforman su ser real y que integra incipientemente todas las potencialidades que debemos desarrollar para alcanzar la autorrealización como ser humano.
Cabría la distinción de un self superior, que englobaría todas las capacidades propias del Espíritu que llevamos dentro y un self individual que guardaría todas las potencialidades particulares que nos hacen únicos como seres humanos y componen nuestra naturaleza existencial, al margen de creencias e identificaciones externas.
Por debajo del self individual actúa el ego en el alma ordinaria identificándose con la mente consciente para conseguir todos sus propósitos. El ego, como el egoísmo, tiene su origen en el instinto de conservación y se desarrolla junto a la inteligencia desarrollando estrategias de supervivencia y conservación. Sus habilidades se amplían con la experiencia y puede conseguir un fuerte enmarañado de contenidos todos ellos protegidos por complejos mecanismos de defensa. Su finalidad autojustificada es garantizar las necesidades básicas y el mayor bienestar posible, objetivo digno salvo por qué termina endeudándose moralmente al no tener en cuenta conocimiento espiritual alguno, proveniente de los centros superiores del ser que son el self individual, el self superior, y el propio espíritu.
Maslow dividía las necesidades en dos grupos: necesidades de carencia y necesidades de crecimiento. Mientras estamos atrapados por las necesidades de carencia, las necesidades de crecimiento quedan en un segundo nivel. Las necesidades de carencia son el centro de atención del ego y razón la cual conquista nuestra conciencia.
El amor, cuando es necesitado como carencia, es querer a los demás en función de cómo estos satisfacen nuestras necesidades de autoestima, compañía, placer, gratificación y de cómo nos hacen sentir. Por otro lado, el amor como necesidad de crecimiento del ser, no tiene afanes posesivos ni egoístas, se ama la esencia o ser del otro, complaciéndose con la entrega de uno mismo sin esperar nada a cambio.
Las necesidades de carencia crean una conciencia también de carencia que se identifica con el ego con facilidad gracias a la distorsión que produce de la realidad utilizando la lógica materialista sobre nuestras creencias, proyectándonos hacia el futuro, lamentándonos del pasado sin dejarnos vivir un momento en el presente liberador.
El desarrollo de la conciencia, necesidades y ego
La conciencia se desarrolla en cada etapa con la finalidad de garantizar sus necesidades.Según Maslow, durante la etapa de necesidades de carencia tenemos en este orden, necesidades fisiológicas, necesidades de protección, sentido de pertenencia y seguridad, y necesidades amor, respeto, afecto y aceptación fundamentales para el desarrollo de una buena autoestima.
La conciencia se centra principalmente en aquella necesidad insatisfecha más básica en la escala mencionada, de forma que no podrá centrarse en una necesidad superior si otra inferior está desatendida. Las metanecesidades, como la necesidad/motivación de crecimiento, son menos básicas y más débiles que el deseo de satisfacer las necesidades fisiológicas y los requerimientos relativos a seguridad, autoestima, etc. La necesidad de autorrealización se encuentra en la cúspide de la pirámide de necesidades por lo que es la necesidad más débil, quedando inhibida por la frustración o carencia de cualquier necesidad más básica.
La privación de las necesidades y metanecesidades conlleva desequilibrios y estrés que, de perdurar en el tiempo, terminan produciendo enfermedades. Por el contrario, su satisfacción es el alimento que nos lleva a desarrollar necesidades o motivaciones superiores. Y así sucesivamente hasta alcanzar la autorrealización, en la cúspide de la fase de individualización del ser, y posteriormente a la unión con toda la creación, en la fase transcendental del ser.
La búsqueda de la autorrealización como necesidad de crecimiento no comienza hasta no haberse emancipado de las necesidades inferiores como la seguridad y la estima, y sus principales representantes en nuestra psique, el egoísmo y el orgullo. El sentimiento de frustración ante cualquier necesidad nos estanca la conciencia y el desarrollo de nuevas etapas de aprendizaje.
De esta forma nuestra conciencia va desarrollándose, aumentando de nivel conforme sus necesidades se van sutilizando dentro de las necesidades de crecimiento, también llamadas metanecesidades, como la búsqueda de la perfección, la justicia, la belleza y la verdad. Un análisis profundo de las metanecesidades revela que cada una está contenida en las otras de forma que ninguna se puede comprender sin las características de alguna de las otras, formando una unidad con los conceptos más próximos a la idea que podemos hacernos de Dios. La belleza no sería tal sin poseer la verdad o la justicia o la perfección. La perfección no sería tal sin justicia, belleza o verdad. La justicia no sería tal sin verdad, y la verdad no sería tal sin la belleza que somos capaces de entrever en ella mediante el entendimiento. Es el comienzo del sentimiento religioso en busca de un nuevo concepto de unión con Dios alcanzable mediante el autoperfeccionamiento.
El proceso de autorrealización puede verse frenado por causas internas y externas:
Las experiencias externas las interiorizamos creando hábitos esclavizantes que nos llevan a conductas improductivas, adicciones, alimentación deficiente, inactividad, vida desordenada, inhibiendo nuestro crecimiento interior y debilitando nuestra salud.
Los entornos destructivos o negativos, educación rígida generan malos ejemplos difíciles de superar. La influencia social y las presiones recibidas para ser aceptado por el grupo van en contra del desarrollo de la individualidad, llenándonos de identificaciones accesorias.
Como causas internas tenemos principalmente el ego con sus identificaciones y mecanismos de defensa interiores que nos impiden contactar con nosotros mismos, nuestro self interior.
El ego busca identificaciones para llenarse de contenidos y estrategias con ánimo de satisfacer sus necesidades. La identificación del ego es un proceso inconsciente en el cual el individuo se crea la ilusión de ser lo identificado, vivenciándolo y sintiéndose como tal, suplantando temporalmente la conciencia de sí mismo por sensaciones que pronto caducarán al ser incapaces por sí mismas de cubrir verdaderamente las necesidades reales del ser. Identificación tras identificación se va enriqueciendo la conciencia de experiencias que ayudan a satisfacer las necesidades inferiores y por tanto, desarrollando motivaciones superiores.
La suma de identificaciones conforman la forma de ser que creemos tener, a veces diferente a la personalidad con que nos mostramos a los demás, motivados por los intereses del ego, lejos de cómo somos realmente, según la naturaleza de nuestro ser, nuestro self o sí mismo. Cuánto más difieran estas tres facetas de uno mismo, mayor será la insatisfacción e infelicidad. La satisfacción real del ser no se podrá alcanzar mientras no nos mostremos a los demás y a nosotros mismos tal como somos, según nuestra verdadera naturaleza. Mientras, en la casa de nuestra mente habrá tres señores (cómo nos queremos comportar, cómo necesitamos comportarnos para que los demás nos acepten y cómo debemos comportarnos para satisfacer nuestra naturaleza y necesidades interiores), que reclamarán su reinado incansablemente.
Cuando la mente se identifica con un contenido mental, este pasa a formar parte del contexto a través del cual percibimos la realidad, como si de un filtro se tratara, transformando la imagen recibida del color de su lente. De esta forma, el nuevo filtro determinará el significado e interpretación de lo vivido reforzando la propia creencia, mermando nuestra libertad. De esta forma estamos esclavizados por aquello con lo que nos identificamos y sólo podremos llegar a dominarlo primero desidentificándonos de ello. Consecuentemente, son los pensamientos con los que nos identificamos los que crean nuestro estado de conciencia, nuestra percepción de la realidad y nuestra identidad temporal.
Mientras, el propio ego lucha contra el self porque el conocimiento de sí mismo pone en peligro su existencia, construida a base de estrategias de conservación, y de todas sus identificaciones y estructuras creadas como la autoimagen y el orgullo. Estos contenidos llegarán a ser completamente innecesarios desde el momento en el cual la conciencia despierte al conocimiento verdadero de uno mismo y de la realidad que lo rodea.
El primer paso para vencer los mecanismos de defensa del ego es reconocerlos mediante el autoanálisis y discernir cómo operan en nuestro interior. Posteriormente se debe trabajar por reaprender las reacciones correctas sin enviar sus contenidos a su sombra (arquetipo junguiano), no reprimiéndolos, conscientes de que incluso el propio ego termina olvidando todo lo que considera innecesario.
Autorrealización
Normalmente adquieren, como vocación, compromisos a largo plazo con algo que sienten más grande que sí mismo, con paciencia incluso implicando grandes esfuerzos, centrándose en el desarrollo pleno de sus capacidades, como la creatividad, la espontaneidad, la intuición del conocimiento verdadero, la inspiración por la belleza y la búsqueda de la perfección.
Todo con una gran voluntad como elemento indispensable en el largo proceso de la autorrealización.
Maslow nos recomienda ocho actitudes necesarias para alcanzar la autorrealización (1):
1. Concentración. "Autorrealización significa vivir de manera plena, vívida, sin interferencias del yo, con una concentración completa y una absorción total" (1).
2. Decisiones de crecimiento. La vida viene determinada por la suma de nuestras decisiones y la autorrealización sólo se puede conseguir cuando pensamiento, sentimiento, voluntad se alinean con nuestras acciones y decisiones en el día a día.
3. Conciencia de sí mismo. Conocerse a uno mismo nos permite satisfacer las necesidades de expresión de nuestra naturaleza interior al hacernos conscientes de ella.
4. Honestidad. La autorrealización necesita de la honestidad y responsabilidad como elemento común en toda la naturaleza humana y la defiende con sentimientos de culpa cuando no las respetamos.
5. Juicio. La capacidad de juicio se ve afectada por el volumen de nuestro ego y trabajando para librarnos de él mejoramos la capacidad de discernimiento en las decisiones de nuestra vida.
6. Autodesarrollo. La autorrealización es una etapa más en la búsqueda de la transcendencia y el desarrollo pleno de todas nuestras potencialidades.
7. Experiencias cumbre. Todo trabajo conlleva una recompensa y las experiencias cumbres son momentos de elevada gratificación necesarios durante el camino.
8. Supresión de los mecanismos defensivos del ego. La plena libertad se alcanza cuando nos deshacemos del ego, sus identificaciones y sus mecanismos de defensa, gracias al conocimiento de uno mismo y el desarrollo elevado de la conciencia.
Espiritismo y estudio de la conciencia
Desde el Espiritismo se pueden comprender los conceptos de self superior e individual como estados del Espíritu expresándose a través de diferentes planos de manifestación, amortiguando su conciencia por las diferentes capas que forman el periespíritu, también denominadas “cuerpos”.
El espíritu desarrolla una conciencia corporal, a través de las sensaciones, una conciencia emocional y sentimental, a través de las emociones y de los sentimientos, una conciencia mental individual, a través de los pensamientos, una conciencia mental superior, a través de abstracciones, analogías y pensamiento elevado y una conciencia espiritual-universal a través del sentimiento de transcendencia y unión con toda la Creación y con Dios.
Mientras que la conciencia corporal es producida principalmente por los estímulos recibidos por el cuerpo físico, el resto de estados de conciencia se relacionan sucesivamente con el resto de cuerpos sutiles que conforman el periespíritu, envolviendo al espíritu, actuando como intermediarios para la adquisición de experiencias en cada plano de manifestación.
Cada estado de conciencia consigue en cierta forma la identificación del espíritu con el conjunto estímulos que le pertenecen, ya sean sensoriales, emocionales, sentimentales, mentales o espirituales.
Bajo esta perspectiva, el espíritu sería conciencia absoluta de no ser porque está rodeado de diferentes cuerpos sutiles que centran su conciencia al correspondiente espectro de frecuencias asociadas, bloqueando a su vez, parcial o totalmente, el conjunto de frecuencias superiores a cada cuerpo. Tales cuerpos son los vehículos de la experiencia del espíritu en los diferentes planos de la existencia, necesarios para la evolución del principio inteligente que hay en cada uno. El principio inteligente es creado inconsciente en etapas previas a la humana y alcanza la autoconsciencia después de milenios de experiencias por todos los reinos de la Creación. Es la expresión de la “atracción en el mineral, de la sensación en lo vegetal y del instinto en el animal” (2), del razonamiento en el hombre y del conocimiento verdadero en el espíritu superior.
El espíritu, al principio simple e ignorante, evoluciona mediante la adquisición de experiencias y para ello necesita recubrirse del periespíritu, cuerpo semimaterial que intermedia entre el cuerpo físico y el espíritu de forma que pueda adquirir primero sensaciones, luego emociones, sentimientos y pensamientos cada vez más sutilizados.
Para el propio espíritu los pensamientos son materia y energía que en función de su frecuencia vibratoria interactuarán con el cuerpo sutil correspondiente a su espectro vibracional, de forma que pueda ser captado, consciente o inconscientemente, según el propio nivel de conciencia.
La suma de todas las experiencias impulsarán al espíritu hacia nuevos niveles y búsquedas siguiendo el instinto de progreso y espoleado por el dolor de sus caídas.
Los cuerpos sutiles envuelven al espíritu en capas superpuestas ordenadas según su nivel vibratorio. El cuerpo sutil más denso, el doble etérico es el que contiene el fluido vital y junto al cuerpo físico son propios exclusivamente de las almas encarnadas, disipándose a los pocos días después de la desencarnación.
El cuerpo etérico, o doble etérico, es el cuerpo de las sensaciones e interactúa con el sistema nervioso de forma que una vez desprendido desaparece toda capacidad de sensación y transmisión nerviosa, según ha comprobado el Espiritismo y la psicología experimental a través de los fenómenos de exteriorización de la sensibilidad, bilocación y desdoblamiento.
El siguiente cuerpo corresponde al cuerpo emocional y como su propio nombre indica es el cuerpo de las emociones. El cuerpo emocional también es llamado espiritual porque es el cuerpo más denso que recubre a los espíritus desencarnados. Estos en ausencia de cuerpo físico perciben las sensaciones globalmente, tal como ocurre con las emociones, de forma que las perciben de forma general y tienen dificultades para localizarlas.
Una sensación penosa se percibirá como una emoción penosa que le afectara fuertemente debido a que no poseen un cuerpo físico que lo amortigüe. Lo mismo ocurre en sentido inverso, una emoción penosa podrá ser sentida como una gran sensación de dolor, normalmente de forma general pero otras veces focalizada, por la conciencia de culpa, en alguna parte en concreto de su cuerpo espiritual.
El siguiente cuerpo más sutil es el cuerpo mental, donde los pensamientos se relacionan con los aspectos más densos de nuestra psique, como son las identificaciones, las personalidades y el ego.
La mente, estudiando las necesidades básicas, crea estrategias para garantizar sus objetivos, generalmente a través de las identificaciones. El conjunto de identificaciones de la mente darán como resultado el ego y la personalidad, limitando en este nivel las experiencias que lleguen a la conciencia. El cuerpo mental, perdurando a través de las reencarnaciones, permite mantener y acumular personalidades a través de muchas vidas formando nuestro yo inferior o ego, continente de gran parte de los contenidos inferiores de nuestra psique, dueño y señor de nuestros comportamientos, tanto reactivos sin que pasen mínimamente por la conciencia despierta, como activos pasando sin ser cuestionados por nuestra conciencia adormecida.
Pensamientos y materia son diferentes estados de energía que envuelven al Principio Inteligente progresando hacia la perfección. Todos los cuerpos tienen sus automatismos que influyen en el espíritu como hacen los instintos con el cuerpo físico. Los instintos son buenos porque tienen su origen en la Ley Natural y operan hacia la automatización de procesos necesarios para la vida, supervivencia y progreso, aunque enseguida la mente los desvirtúa mediante el abuso generando nuevas necesidades artificiales, pasiones, con las que consigue adueñarse de casi la totalidad de la conciencia para sus propios fines, alimentando su ego.
Por tanto, la mente tiene también sus propios automatismos pero no todos son buenos. El mecanismo de aprendizaje no posee el filtro de la moral y aprende por la experiencia. Cuando el abuso transforma los instintos en pasiones estas imprimen sus automatismos en la mente que luego serán un fuerte lastre para la evolución espiritual.
El desarrollo de la inteligencia es fundamental para superar la etapa instintiva pero hasta que no se combine con el conocimiento moral no podrán superarse los automatismos de las pasiones de la mente.
Si dividimos el cuerpo mental en inferior y superior podemos entender el inferior como el que da origen a la inteligencia ordinaria dominada por el ego.
Envolviendo al espíritu limita su estado de conciencia identificándose con él como si fueran uno. De esta forma el ego consigue manejar las capacidades creadoras del espíritu mostrándose al exterior como si fuera una causa en lugar de una consecuencia. La causa es el espíritu y las consecuencias son el resultado de sus experiencias. Por ello el ego es prescindible aunque como dueño provisional de la mente emplea los mecanismos de defensa para su protección y la de sus creencias.
En el cuerpo mental superior encontramos estructuras libres del ego y por tanto con capacidad de elevar la conciencia por encima de los pensamientos ordinarios y la lógica cartesiana. La mente en esta situación alcanza un estado de conciencia que se denomina self en la psicología transpersonal y que conecta con las potencialidades superiores del hombre como son la creatividad, la bondad, la armonía y la belleza.
El siguiente cuerpo, y último que podemos recoger en la literatura de André Luiz, a través de la mediumnidad de Chico Xavier, es el cuerpo causal y guarda la huella moral que dejan todas nuestras acciones, decisiones y experiencias. Su contenido bloquea la luz que irradia el espíritu limitando sus capacidades espirituales.
Superado este nivel entendemos que la conciencia entra en los dominios de los espíritus superiores de camino hacia la completa perfección.
El estudio del Espiritismo también nos ayuda a comprender los estados alterados de conciencia. Así como la psicología experimental de los siglos pasados consiguió demostrar, en personas sensitivas, la exteriorización de la sensibilidad y el desprendimiento del doble etérico de su cuerpo físico, apenas unos pocos metros, mediante la saturación de los nervios con fluido vital de un magnetizador, el cuerpo espiritual, en ciertas condiciones, también puede desprenderse temporalmente del cuerpo físico y etérico, liberándose y produciendo diversos estados alterados de conciencia, anímicos o mediúmnicos.
Sin embargo, el desprendimiento definitivo de los diferentes cuerpos ocurre únicamente mediante la evolución moral del espíritu en las diferentes etapas de la existencia. Mediante la evolución moral llega el momento en que ya no es necesario volver a reencarnar, abandonando el cuerpo físico y etérico para siempre, posteriormente al final de la siguiente etapa, se llega a abandonar definitivamente el cuerpo espiritual y así sucesivamente hasta librarse de toda influencia externa al ser, alcanzando el estado de espíritu puro con una conciencia plena y universal.
José Ignacio Modamio
Centro Espírita “Entre el Cielo y la Tierra”
Referencias:
(1) Maslow, “The Farther Reaches of Human Nature.”
(2) Ver cap. “Automatismo y herencia” en el libro "Evolución en dos mundos", Chico Xavier
(3) Ver cap. 12, “Nuestro Hogar”, Chico Xavier.