viernes, 5 de mayo de 2017

Enseñanza sobre el dolor estudiando espíritus sufrientes

Enseñanza sobre el dolor estudiando espíritus sufrientes


Los espíritus sufrientes

Si analizamos las costumbres de prácticamente la totalidad de los pueblos de la Tierra, en el fondo de muchas de sus tradiciones, se encuentra la creencia de la existencia de espíritus sufrientes. La industria cinematográfica se ha aprovechado de todo ello para ganar espectadores utilizando sus propias predisposiciones debido a sus creencias. Son innumerables las películas que introducen en su trama a los espíritus con la finalidad de crear suspense y misterio, aunque en pocas ocasiones dando enseñanza moral alguna. La religión se ha aprovechado del creyente infundiendo miedo de las penas de lo que denominan purgatorio, aumentando el control sobre sus feligreses y creando distintos sistemas externos para exonerarse sin tener que llevar a cabo una reforma moral interna. El arrepentimiento superficial, sin reparación del mal, ni transformación interior, es considerado suficiente para que el pobre incauto se sienta perdonado, encontrando muy "barato" dejarse caer para supuestamente volver a levantarse, innumerables veces, según esta ley de los hombres.

Los reporteros parapsicólogos llenan portadas y libros con casos que mantienen siempre inexplicables para que no decaiga el misterio como fuente de ingresos. No se conoce todavía un caso resuelto satisfactoriamente desde el conocimiento espiritual mientras que prevalecen teorías de lo más exóticas y perturbadoras para el raciocinio humano. Se echa de menos a los verdaderos maestros de la psicología experimental del pasado que anteponían la verdad científica a sus intereses personales, enfrentándose muchas veces a la pérdida del respeto por parte de las academias científicas, cegadas por el orgullo y compradas por los intereses del materialismo, despreciando el estudio del alma como ser inmortal.

Por todo ello, al hablar sobre espíritus sufrientes es normal que la imagen que se nos venga a la cabeza sea lo visto en algún programa de misterio, película, etc., la mayoría de ellos muy alejados de la realidad.

La desencarnación

Conocemos gracias al Espiritismo, que el espíritu después de desencarnar se encuentra en un estado de turbación más o menos largo en función de los lazos que lo unen a la materia (1). Cuando es liberado finalmente de dichos lazos materiales se encuentra en la situación que le corresponde a su evolución espiritual. Unos aferrados a las pasiones buscan satisfacer sus apetitos buscando colaboradores incautos que se los brinden. Otros ignorantes no comprenden y reniegan de su situación. Otros con la conciencia más desarrollada sufren por las culpas de lo que hicieron o se afligen por la falta de elevación que todavía no alcanzaron.

La asistencia a los espíritus sufrientes  a través de la mesa mediúmnica es una gran escuela de la vida, donde las experiencias se muestran tan evidentes que llegan a conmover enseñándonos la realidad espiritual de lo que podría ser nuestra situación al desencarnar en caso de cometer los mismos errores.

La mesa mediúmnica en el servicio a espíritu sufrientes ofrece un amplio abanico de experiencias espirituales, consecuencia de los actos en la vida material. Ejemplos ardientes de la Ley de Causa y Efecto y de la Ley de Reencarnación.
Si fuéramos conocedores de la realidad espiritual después de la desencarnacion, muchos de nosotros nos comportaríamos de manera diferente de lo que normalmente nos comportamos. Seríamos más conscientes de las consecuencias de nuestros actos.

El conocimiento no siempre lleva asociado el ser consciente de lo aprendido, es necesario interiorizarlo. Procesamos mucha información que creemos asimilar sin plantearnos las consecuencias morales que tiene con respecto a nuestro comportamiento. El conocimiento que nos llega con una carga emocional sin embargo puede tener un efecto desgarrador que puede arañar nuestras estructuras de la personalidad impulsándonos al cambio y a la mejora moral. A veces, al vernos reflejados en los demás, podemos prever lo que nos estamos forjando por nosotros mismos.
La mediumnidad por tanto, es una escuela de conocimiento espiritual aplicado. Las principales leyes que se ven reflejadas son: Reencarnación, Causa y Efecto, Justicia Amor y Caridad, Igualdad, Afinidad y Sintonía.

El dolor y el sufrimiento

El primer libro que nos mostró conversaciones con espíritus sufridores es "El Cielo y el Infierno" de Allan Kardec y posteriormente hubo continuidad en la "Revista Espirita" entre los años 1858 y 1869.
La "Revista Espírita" de diciembre 1858 habla sobre las sensaciones y sufrimientos de los espíritus, concluyendo que para "El Espíritu, los sufrimientos que padece son siempre la consecuencia de la manera con la que ha vivido en la Tierra; sin duda, no tendrá más la gota ni el reumatismo, pero tendrá otros sufrimientos que no son menores. Hemos visto que sus sufrimientos son el resultado de los lazos que todavía existen entre él y la materia; que cuanto más desprendido está de la influencia de la materia –dicho de otro modo–, cuanto más desmaterializado se encuentra, menos penosas son sus sensaciones; ahora bien, depende de él liberarse de dicha influencia desde esta vida; tiene libre albedrío y, por consecuencia, puede elegir entre hacer o no hacer; que dome sus pasiones animales, que no tenga odio, ni envidia, ni celos, ni orgullo; que no se deje dominar por el egoísmo, que purifique su alma con buenos sentimientos, que haga el bien y que no dé a las cosas de este mundo más importancia de la que merecen, y entonces –incluso bajo su envoltura corporal– ya estará purificado, ya estará desprendido de la materia, y cuando deje esa envoltura no sufrirá más su influencia; los sufrimientos físicos que haya experimentado no le dejarán ningún recuerdo penoso ni le quedará de ellos ninguna impresión desagradable, porque sólo afectaron al cuerpo y no al Espíritu; se sentirá feliz al verse liberado, y la calma de su conciencia lo librará de todo sufrimiento moral".(1)
También la "Revista Espírita", en su número de abril de 1860, nos habla de la conciencia, la Ley Divina, inscrita en el fondo de nuestros corazones, que está relacionada con el sufrimiento del espíritu deudor tanto en cuanto es  responsable de que pueda aparecer o no el sentimiento de culpa. Nos dice: "Cada hombre tiene en sí mismo lo que vosotros llamáis: una voz interior. Es aquello que el Espíritu llama: la conciencia, juez severo que preside todas las acciones de vuestra vida. Cuando el hombre está solo, escucha a esta conciencia y evalúa las cosas en su justo valor; frecuentemente tiene vergüenza de sí mismo: en este momento reconoce a Dios. Pero la ignorancia —fatal consejera— lo arrastra y le pone la máscara del orgullo; ante vosotros, él se presenta engreído en su vacuidad, buscando engañaros con el aplomo que aparenta." (2)

El dolor moral viene relacionado por el desarrollo de la conciencia y la desaparición del orgullo. Aquellos espíritus que utilizan el orgullo para acallar la conciencia aparentemente, al principio, no sufren. Pueden retardar su sufrimiento moral puesto que en ellos está ausente el sentimiento de culpa. La "Revista Espírita" de octubre de 1860 nos lo explica perfectamente en este pasaje: "El Espíritu malo que pone en práctica su rabia es casi dichoso; sólo sufre en los momentos en que no logra actuar y cuando el bien triunfa sobre el mal. Sin embargo, los siglos transcurren; el Espíritu malo siente que de repente las tinieblas lo invaden. Su círculo de acción se restringe, y su conciencia, hasta entonces sorda, le hace sentir las puntas afiladas del remordimiento". Sus sufrimientos, en las primeras etapas, de expiación, son principalmente de origen externo, consecuencia de la Ley de Causa y Efecto, expiaciones consecuencia de errores pasados, frente a los sufrimientos de origen interno que vendrán en las etapas posteriores, de pruebas, consecuencia del desarrollo de la conciencia y el consecuente sentimiento de culpa. En estas etapas, conforme desarrolle su conciencia, podrá solicitar sus propias pruebas siendo el único responsable por su dolor, manteniendo su libre albedrío.

El dolor es el remedio que la Naturaleza nos ofrece para comunicarnos que algo está mal como consecuencia de haber actuado en contra de la Ley Divina. Nos impide estancarnos y permanecer evolutivamente estáticos con los hábitos erróneos adquiridos creándonos la necesidad imperiosa de cambiar. Cuando incorporamos un hábito erróneo, nuestro subconsciente lo cristaliza e intenta protegerlo como propio, puesto que la mente tiende hacia la conservación de todo lo que considera útil. Únicamente el dolor podrá despertar la dosis de conciencia necesaria para despertar la necesidad de reaprender, rechazando el hábito dañino. El dolor, por tanto, es el camino largo del despertar de la conciencia. Elijámos el camino corto del cumplimiento de la Ley Divina para apartarnos de la necesidad del sufrimiento.

Concluimos con todo ello que el dolor, fuente de sufrimiento y revulsivo para el alma, generalmente puede ser clasificado según su origen y según la sensación que provoca. Puede ser sentido moralmente o sentido como físico (sin cuerpo material no existe dolor físico real pero sí la evocación de un recuerdo que en ciertos momentos puede confundir al Espíritu como si lo estuviera sintiendo realmente en su cuerpo). Según su origen puede venir del interior, como consecuencia del despertar de la conciencia que determinará la necesidad del sentimiento de culpa; o venir del exterior, cuando la Ley de Acción y Reacción nos devuelve los frutos de aquello que sembramos en el pasado.

Una profunda reflexión nos puede llevar a relacionar el dolor que viene de fuera, externo, impredecible, accidental, fortuito, con aquellos estados de ausencia de conciencia, donde el Espíritu, estancado indefinidamente con sus barreras de comodidad y orgullo, ve de repente como todo se le derrumba y tiene que empezar una nueva etapa desde cero. Es la Providencia que le trae una nueva oportunidad de empezar de nuevo.

En el extremo contrario, un desarrollo de la conciencia irá despertando el sentimiento de culpa que nos traerá el dolor moral necesario para alcanzar el arrepentimiento y el principio del fin del sufrimiento e inicio de nuestra transformación.

Si racionalmente entendemos que el dolor principalmente físico parece el más indicado para despertar de los estados de ausencia de conciencia, conforme vayamos desarrollando la conciencia iremos necesitando de revulsivos cada vez más morales, que nos remuevan sobretodo interiormente y no tanto físicamente. En perfecto paralelismo con la Ley de Acción y Reacción podemos comprender que el egoísmo material nos traerá carencias materiales, con dolores principalmente físicos; el egoísmo emocional nos traerá carencias emocionales, con desgarradores sentimientos de vacío, frío, gelidez, todavía sentidos casi físicamente; el egoísmo mental que no es otra cosa que el orgullo, nos traerá carencias mentales llenas de desvalorización, depresión, ansiedad, miedo, de caracter moral y físico, debido al desequilibrio cuerpo-mente, pero desgarrando interiormente al Espíritu, predisponiéndole para el despertar de la conciencia, donde empezará a dar valor a lo que realmente importa, a los bienes del Espíritu.

De forma general, el dolor progresará de origen exterior a origen interior y de dolor físico a dolor moral. El dolor exterior es providencial para que aparezcan los primeros gérmenes de la conciencia donde empieza a dejar de ser tan necesario.

Muchos dolores que creemos físicos tienen implícito  un sufrimiento moral tanto en cuanto que el verdadero afectado es nuestro orgullo. Inteligencias atrapadas en cuerpos físicos imperfectos sufren espiritualmente en estado de desdoblamiento viéndose en desventaja sin posibilidad de satisfacer sus intereses.

La enfermedad, acompañada normalmente por el dolor, puede provenir del exterior o de nuestro interior, con el mismo fin, despertar nuestra conciencia. El cuerpo expresa a través de la enfermedad lo que el Espíritu no consigue traer a la conciencia.

La enfermedad que viene del interior es la  consecuencia de la falta de equilibrio por parte del Espíritu que no puede mantener el orden energético de todas las estructuras periespirituales,
manifestando sus desarmonías mentales en los planos inferiores del periespíritu hasta llegar al cuerpo físico, dando origen a las enfermedades psicosomáticas. Por otro lado, al margen de las desarmonías, cuando la culpa se instala en la mente, siendo consciente de ella, se cumple la máxima del Evangelio que dice: "si tu mano te hace pecar córtatela... y si tu ojo te hace pecar, sácatelo"(3). La conciencia cercena el órgano donde proyecta su culpa. Prueba de ello tenemos a los espíritus sufrientes que muestran tener ciertos miembros mutilados, manos que utilizaron en sus crímenes, pulmones que recogieron el humo pernicioso, órganos que recibieron la bala suicida, garganta que sufrió la asfixia, estómago que sufrió el ataque de químicos, etc.

La enfermedad que viene del exterior del Espíritu normalmente es consecuencia igualmente de la Ley de Causa y Efecto, el abuso conlleva debilitamiento, extenuación de los órganos de eliminación y acumulación de toxinas que terminan congestionando los puntos débiles de nuestra salud, debilitados por nuestras desarmonías.

Recopilación de experiencias

El suicidio sería un caso de dolor con origen interno y externo simultaneamente, donde la causa del dolor es el acto inmundo de quitarse la vida pero su origen es debido a no haber soportado las pruebas de la vida. El dolor producido al desencarnar es prácticamente físico y desgarrador con daños terribles en el periespíritu. Poco a poco la conciencia se va abriendo paso hasta impulsar al espíritu a mirar hacia lo alto, reconocer el error y pedir ayuda. En ese momento es socorrido por hermanos espirituales, el dolor casi físico se va reduciendo con las atenciones de auxilio, pero despierta el dolor moral al comprender el terrible error cometido. El desarrollo de la conciencia hace menos necesario el dolor físico mientras que la reparación de los errores nos aleja del dolor moral asociado a la culpa.
Muchos accidentes trágicos tienen como finalidad el despertar de la conciencia. Existen miles de testimonios de superación y crecimiento personal después de un accidente. También pueden ocurrir para evitar seguir cometiendo errores desperdiciando el don de la vida evitándonos mayores sufrimientos futuros.

Convalecientes de largo recorrido pueden traspasar el velo de la vida y la muerte apenas sin darse cuenta. Su inconsciencia de la vida espiritual les impide ver las diferencias y se despiertan en la otra vida pensando simplemente que han cambiado de hospital manteniendo muchos de los dolores, ahora inexistentes en el cuerpo pero presentes en su mente en base a sus creencias. Conforme despierta su conciencia de la vida espiritual van sanando sus dolores y poco a poco van recuperando sus energías preparándose para futuras reencarnaciones.

El abuso de las Leyes Naturales siempre genera dolor. Muchos son los desencarnados fruto del abuso, alcohol, tabaco, drogas, glotonería, etc., que al entrar en la vida espiritual sufren por la ausencia de sus sustancias deseadas. Los lazos materiales que forjaron les impiden levantarse hacia lo alto y muchos ansían volver a la Tierra para satisfacer sus vicios. En este punto sienten el dolor de haber herido a su periespíritu, su cuerpo espiritual, y conforme son ayudados van viendo una posible salida mediante la elevación de sus pensamientos y sentimientos, despertando la conciencia sanadora que les impulsará hacia el trabajo edificante en el bien.

Las falsas creencias también son motivo de dolor en el plano espiritual. A veces el creyente en falsas ideas siente una terrible decepción cuando el más allá se le descubre de pronto diferente a lo que le habían inculcado. Las obligaciones y leyes superficiales carecen de mérito en el mundo espiritual. Cuando despierta la conciencia a la realidad espiritual comprende todo el tiempo y las oportunidades que ha perdido y un gran dolor moral le inunda al ver que ha desperdiciado todos los favores recibidos.

Egoístas de todo tipo inundan el mundo espiritual. Egoístas aislados los hay porque sufren por no merecer tener trato con nadie. No escuchan a sus deudores porque puede que no hayan hecho mal pero tampoco ningún bien. Egoístas por apego sufren por no poder satisfacer sus deseos materiales. Egoístas por robo sufren al ver pasar a su lado a sus antiguas víctimas recriminándoles su comportamiento. Egoístas por inacción sufren por todo el bien que dejaron de hacer.

Conclusiones

Todo ello nos lleva a reflexionar sobre la inexistencia del llamado castigo divino y la excelsitud de la Ley de Amor por la cual toda la Creación se ordena en base a la Ley de Unión para traernos en cada momento justamente aquello que más necesitamos, en la justa dosis en que lo necesitamos. Es la llamada Providencia Divina actuando para la elevación de todas las conciencias, empezando por las más escondidas víctimas del orgullo y el egoísmo. Nunca sufrimos por tanto más de lo necesario pero nosotros nos encargamos de ir ampliando el límite con nuestros nuevos errores. El orgullo retrasa el despertar de la conciencia prolongando nuestros sufrimientos por miedo al dolor que supone la llegada del sentimiento de culpa. El miedo del orgullo es una debilidad psicológica causada por la inseguridad de uno mismo de verse desposeído de artilugios externos mostrandose al mundo tal como se es realmente.

Nuestros sufrimientos futuros vendrán por aquello que ahora no tengamos conciencia. Reflexionemos sobre nuestros dolores e investiguemos sobre nuestra falta de conciencia. Desarrollemos nuestra conciencia y reparemos nuestros errores para no perpetuarnos en el remordimiento y sobrepongámonos a los sentimientos de culpa sembrando buenas acciones correctivas.

El tiempo de graves caídas ha pasado para muchas conciencias, que despertando todavía, rechazan directamente el mal. Sin embargo todavía nos queda mucho por recorrer. No estamos libres de futuros sufrimientos ligados a la falta de conciencia por no esforzarnos en hacer el bien. Todavía nos queda mucho camino de autotransformación, practicar la Caridad, implicarnos socialmente por los demás, vivir de forma sostenible, ecológica, sin generar sufrimiento al prójimo, grande o pequeño, como dice "El Libro de los Espíritus": "Sed caritativos,... sed indulgentes para... vuestros semejantes,... Sed dulces y benévolos con todo lo que os sea inferior. Proceded igual con los seres más ínfimos de la Creación, y habréis obedecido a la ley de Dios." (4)

José Ignacio Modamio
Centro Espírita "Entre el Cielo y la Tierra"

Referencias:
(1) "La Revista Espírita", diciembre 1858.
(2) "La Revista Espírita", abril de 1860.
(3) Marcos 9:43-47
(4) "El Libro de los Espíritus", preg. 888

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