El verdadero Jesús
Aunque todavía quedan personas que por pura comodidad niegan por sistema que Jesús haya existido realmente, también es cierto que la mayoría de los historiadores están totalmente de acuerdo sobre su existencia por toda una conjunción de circunstancias que hacen casi imposible negarla aunque no sepamos de ella demasiado.Del Jesús de la fe, del que nos habla Pablo de Tarso y los primeros concilios de la Iglesia, lo sabemos todo, pero esa solo es una parte mínima del Jesús real, del que caminaba por las aldeas de Galilea rodeado por una muchedumbre de sufrientes.
Lo que sí es cierto es que, sobre ningún otro personaje de la Historia se ha escrito y discutido tanto como de Jesús de Nazaret.
Hemos de admitir que existe una gran diferencia entre el maestro Jesús, hermano mayor nuestro, que nos descubre el Espiritismo frente al Dios, "Mesías divino" o “Redentor de pecados” de las religiones cristianas.
Jesús era un ser humano que vivió una vida sin pecado. Por lo tanto él pudo abrazar el lado humano y el lado divino y atravesar el abismo que separa a Dios del resto de seres humanos. Era como un puente entre esta realidad nuestra y esa otra que desconocemos.
El Evangelio nos cuenta como Jesús vino a proponernos alternativas, es decir una nueva forma de enfocar esta existencia, de vivir la vida. Y nosotros, si queremos continuar el camino que él abrió, tenemos que seguir su ejemplo.
Vivimos en una sociedad en la que parece que ya no es posible otra economía, ni otra política, que tenemos que resignarnos con lo que tenemos, que solo son posibles pequeños retoques al sistema socioeconómico que nos rodea, pero no es cierto, tenemos que creer firmemente que es posible un mundo distinto, una sociedad distinta donde la fraternidad, la igualdad y la verdadera democracia se hagan realidad. Un mundo, en definitiva, en que se respeten los derechos de todas las personas y los derechos de la madre Tierra. Donde el compartir sea lo más normal y natural.
Estamos llamados a buscar ese Dios alternativo que Jesús nos revela que, aunque nos parezca extraño, es distinto al Dios de la mayoría de las religiones y de algunas filosofías. Porque es un Dios de Amor con mayúsculas, al que no turban las pasiones humanas, que no es justiciero, ni cruel ni vengativo sino soberanamente justo y bueno.
Una de las cosas que están más claras sobre la vida de Jesús es que fue sin duda, el mejor magnetizador de la historia. Curaba a los enfermos, más por compasión que por el gusto de hacer prodigios.
Lo hacía de modo altruista y sólo para el bien de los demás y para que la gente no lo tomara como a un mago más, insistía en que no era él quien hacía los milagros, sino su Padre.
O sea, lo más importante de los llamados "milagros" no es saber si fueron realmente prodigios que incumplieron las leyes de la Naturaleza, o no, sino verlos como actos de compasión y de amor.
Los nuevos teólogos afirman que la verdadera teología de Jesús era la de la reconciliación de los hombres con Dios y de los hombres con la naturaleza, como la que intentó Francisco de Asís.
Jesús no ofrecía "felicidad barata" sino que sabía que se alcanza una felicidad especial cuando se consigue el "desapego a muchas falsas seguridades". Y por eso predicaba la sencillez de vida, el desapego a las cosas," el saber vivir libres y confiados como los pájaros del cielo".
Al final, la felicidad no consiste en poseer mucho, sino en no desear más de lo que eres capaz de saborear en paz y en armonía compartiéndolo con los demás.
Por mucho que intentemos comprender la verdadera esencia espiritual de Jesús estamos a años luz de lograrlo... Kardec en "El Libro de los Espíritus", le define como "el arquetipo de la perfección moral a que puede aspirar la humanidad en la Tierra".
Aspiramos a seguir sus pasos y nos damos cuenta de lo infinitamente lejos que estamos de asemejarnos a él, aun así, es el mejor ejemplo a seguir para lograr la reforma íntima, la evolución intelectual y moral.
Y sabemos que siempre está ahí, pendiente de todos sus hermanos, de todos los habitantes de la Tierra. Regalándonos su bondad sin límites.
Por eso deberíamos tenerlo más presente en nuestro día a día y ofrecerle nuestro esfuerzo por mejorar. Con alegría, como él nos enseñó.
No nos mortifiquemos por los errores cometidos, tan solo tratemos de enmendarlos y seguir adelante. Aprovechemos el tiempo, porque cuanto menos dejemos pendiente para una futura existencia mejor será para nosotros. Cuanto más avancemos cada uno de nosotros individualmente, más y más rápido avanzará el planeta y por lo tanto la humanidad.
Cielo Gallego
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