La Felicidad
Vivimos incesantemente en busca de la felicidad pero constantemente se nos escapa. A veces pensamos que la alcanzamos en determinados momentos pero estos nos duran muy poco. Su búsqueda es el impulso personal del individuo que desarrolla las sociedades en cada época de la historia, como consecuencia del instinto de progreso. La búsqueda de cubrir las necesidades es al instinto de conservación como la búsqueda de la felicidad es al instinto de progreso. El instinto de progreso no actúa con fuerza sin antes haber cubierto las necesidades del instinto de conservación, por ello, sin las necesidades primarias cubiertas, no podemos ser felices.Una vez vislumbramos momentáneamente la felicidad, esta se nos escapa en seguida porque la felicidad absoluta no es de este mundo (1) y sin embargo, el hombre, "... en las vicisitudes que forman el cortejo inevitable de su vida, podría gozar, por lo menos, de una felicidad relativa ..." (2).
Comprendiendo que "la felicidad de los Espíritus es siempre proporcional a su grado de elevación" (3) o lo que es lo mismo: "...el estado de dolor, así como el de felicidad, son proporcionales al grado de depuración del Espíritu" (4), podemos concluir efectivamente que si bien la felicidad absoluta únicamente está al alcance de los espíritus puros que han alcanzado el más alto estado de elevación, el resto de espíritus, con grado variable de imperfecciones, disponen siempre de la felicidad relativa a su estado moral. Tenemos por tanto que centrarnos en alcanzar en cada momento la mayor dosis de felicidad relativa que tengamos accesible en nuestro estado de elevación, así como trabajar por aumentar nuestra moralidad de forma que aumentemos consecuentemente el rango de felicidad relativa accesible por nosotros.
Desarrollo moral aumenta la felicidad relativa
El estudio de "El Libro de los Espíritus" y "El Evangelio según el Espiritismo" nos dan la clave para alcanzar la felicidad mediante el desarrollo moral:
Nos indican donde no hay que buscar la felicidad: "...ni la fortuna, ni el poder, ni tan siquiera la florida juventud, son condiciones esenciales de la dicha" (1).
Nos hablan de instaurar la Paz en nuestras vidas puesto que la discordia es el origen de todos los males entre los hombres: "Todos los males de los humanos nacen de la discordia. En cambio, de la concordia resulta la felicidad completa." (5)
Nos permiten comprender que superando nuestras pruebas de la vida aumentamos nuestra percepción de la felicidad, haciéndonos más felices, puesto que esta, al ser relativa: "... la sentimos por comparación con un estado menos venturoso" (6). Cuando somos conscientes del camino realizado que dejamos atrás, una increíble sensación de satisfacción nos inunda debido al trabajo realizado.
Nos dan la fórmula de la felicidad, a través del cumplimiento de la Ley Natural: "La ley natural es la ley de Dios. Es la única verdadera para la felicidad del hombre. Le indica lo que debe hacer o no hacer, y sólo es desdichado porque de ella se aparta" (7).
Todo abuso de cualquier tipo nos aparta de la Ley Natural y consecuentemente implica una reparación dolorosa a través de la Ley de Causa y Efecto. Los pequeños abusos que escapan todavía al examen crítico de nuestra conciencia son origen de muchas infelicidades que nos asedian hoy en día. Los mayores abusos que realizamos hoy nos originarán grandes pesares mañana. La conciencia limpia se adquiere con amor, renuncia y compresión de las leyes naturales para un pensar, sentir, hablar y actuar lo más recto posible.
De esta forma, tomar conciencia y actuar a favor de los necesitados del mundo, de nuestro barrio, por la ecología o el sufrimiento en cualquier ser, por pequeño que sea, siempre va ir a favor de la Ley de Amor, Justicia y Caridad y por tanto nos reportará una satisfacción medible en términos de felicidad, gracias a conseguir una conciencia más limpia que conlleva una mayor paz y fe en el porvenir. Todo ello de acuerdo con las siguientes afirmaciones:
- "la persona sensible, como dices, es siempre feliz por el bien que realiza... La Naturaleza ha puesto en el hombre la necesidad de amar y ser amado" (8);
- "La suma de la felicidad futura está en razón de la suma del bien que se haya realizado" (9);
- "el amor y la justicia, que son la fuente del bien y de la felicidad" (10);
- "Sed buenos y caritativos, esta es la llave de los cielos que tenéis en vuestras manos, toda la felicidad eterna está encerrada en esta máxima (11).
De todas las leyes que nos impulsan hacia la felicidad, la mayor de todas es la Ley de Amor, Justicia y Caridad, puesto que "De esa ley derivan todas las otras, porque contiene todas las condiciones de la felicidad humana" (12). Además su aplicación es de utilidad esencial en nuestra vida puesto que "los efectos de la ley de amor son el mejoramiento moral de la raza humana y la felicidad durante la vida terrestre (13).
Dicha ley es la base de la doctrina que nos enseñó Jesús para ponernos en camino de la felicidad eterna, puesto que: "Toda la moral de Jesús se resume en la caridad y en la humildad, es decir, en las dos virtudes contrarias al egoísmo y al orgullo. En todas sus enseñanzas, manifiesta que estas virtudes son el camino de la eterna felicidad"(14).
Vivir felices (psicología del día a día)
Ninguno de nosotros partimos de cero en el aspecto moral. Todos tenemos pequeños avances que nos pueden permitir, en este momento, disfrutar de la felicidad relativa a la que tenemos acceso. Normalmente no somos conscientes de que podemos afrontar nuestra vida desde un lado más feliz que va a modificar sensiblemente nuestra experiencia para bien.
Considerando que somos responsables de nuestros infortunios, también somos responsables de nuestra dicha y por tanto somos libres merecedores de disfrutar de la felicidad relativa a la que tengamos acceso, puesto que del hombre “… depende suavizar sus males y ser tan dichoso cómo es posible en este mundo” (15).
Para ello debemos estudiar la ciencia de la felicidad. Técnicamente la felicidad es un estado emocional que supone satisfacción personal, sentimientos y emociones positivas.
La sensación de felicidad, al pertenecer al plano emocional, se ve directamente influenciada por nuestros pensamientos, puesto que el pensamiento dirige a las emociones. Dejamos de estar felices en el momento en que empezamos a pensar en algo negativo, debido a que inmediatamente nuestra mente reacciona con preocupación, tensión, ansiedad, etc., estados todos ellos emocionales incompatibles con la felicidad. Por todo ello, si queremos acceder a un estado de felicidad relativa, debemos controlar nuestros pensamientos y con ellos podamos crear el hábito de la felicidad. Cuida tus ideas, tus sentimientos, tu lenguaje y tus decisiones porque ellos te modelan día a día, de forma lenta pero profunda.
La felicidad es un hábito, como lo son el optimismo, el saber compartir, o bien, el pesimismo, la falta de fe o la mala educación. Dicho hábito establece el filtro a través del cual vemos la realidad que nos sucede diariamente, por lo cual únicamente veremos cosas que nos hagan felices a nuestro alrededor si poseemos el hábito de ser felices. De otra forma los momentos de felicidad que consigamos serán tan efímeros que sólo podremos vivirlos en determinados instantes segmentados.
La forma en que vemos la vida define nuestros pensamientos que a su vez determinan la forma en que vemos la vida. Es ahí donde tenemos que entrar con la conciencia y empezar a dirigir nuestro destino.
Una vez cubiertas nuestras necesidades básicas, la felicidad depende mínimamente de circunstancias externas y superficiales. La felicidad nace de dentro, de la autoestima, de la fe, de la ilusión, de la seguridad, de la paz, etc., y tiene que alimentarse día a día como el amor y la salud.
Estudios estadísticos realizados sobre la felicidad muestran que tan sólo el 10% de nuestra felicidad depende de las circunstancias externas. Se atribuye el 50% de nuestra felicidad a la predisposición genética, y el otro 40% a nuestra psique, en otras palabras, a nuestra forma de pensar o hábito de la felicidad.
Por el lado de la genética, hay que considerar que hoy en día no se puede separar de la epigenética (factores no genéticos que modifican la actividad de la genética), puesto que se demuestra que la propia experiencia del individuo marca el comportamiento de su material genético activando o desactivando determinados genes que marcarán su futuro. Se demuestra por este lado nuevamente que la forma en que vivimos nuestra experiencia, a través del filtro de nuestros hábitos, marcan por partida doble nuestro destino. Somos por tanto los máximos responsables de nuestra felicidad.
El ser humano está predispuesto naturalmente hacia el amor, la salud y la felicidad. La felicidad y la salud surgen naturalmente cuando carecemos de conflictos. Ante un conflicto el cuerpo se estresa y abandona el equilibrio momentáneamente en busca de optimizar las funciones e impulsos de supervivencia. Detiene incluso determinados procesos curativos para no gastar energías que supone necesarias. Ante un conflicto surgen las emociones básicas como la tristeza, miedo, preocupación, asco o ira, posponiendo la alegría y la felicidad para después de su resolución. Si vivimos con alguna de estas cuatro primeras emociones no podremos ser felices. Son necesarias puntualmente en nuestra vida pero sus conflictos necesitan ser solucionados para que vuelvan a surgir la alegría y la felicidad.
¿Cuántas veces nos hemos sorprendido cantando de alegría sin ningún motivo? ¿Cuántas veces mostramos felicidad en momentos donde no había razón lógica para ello? La razón es que no necesitamos un motivo o una razón lógica o externa para mostrar felicidad. La felicidad brota espontáneamente ante la ausencia de conflictos, es decir ante la paz y la armonía.
Pero la armonía para ser completa debe cubrir multitud de factores:
- Armonía corporal (buen funcionamiento, salud)
- Armonía afectiva (salud mental, paz, autoestima, felicidad)
- Armonía intelectual (equilibrio entre conocimiento, experiencia y sabiduría)
- Armonía personal (equilibrio, madurez, desarrollo...)
- Armonía familiar (Amor, convivencia, paz...)
- Armonía social (convivencia, justicia, paz...)
- Armonía moral (principios, valores, honestidad, responsabilidad...)
- Armonía espiritual (fe, transcendencia...)
Si nos damos cuenta, cada uno de estos aspectos requieren de actitud y trabajo por nuestra parte. No hay armonía gratuita salvo la del Universo que se escapa a nuestra comprensión y radio de acción. Incluso la armonía de la Tierra es interrumpida por el hombre debido al abuso y a la carencia de sostenibilidad.
¿Y qué ocurre si no tenemos ningún conflicto que nos haga infeliz? Muchas veces tenemos el hábito de buscar conflictos. Tenemos interiorizado que la felicidad viene de fuera y la mente, en respuesta, repasa minuciosamente aquellas cosas que cree que nos faltan para ser felices. Esto crea conflictos puesto que no siempre tenemos acceso a esas cosas. Viaja al pasado para recoger información y nos proyecta al futuro para darnos expectativas pero el caso es no detenerse en el presente, salvo para preocuparse. La preocupación es un estado incompatible con la armonía y por tanto con la felicidad. Debemos ocuparnos de los problemas pero no pre-ocuparnos cuando, en esos momentos, no es de ayuda.
José Ignacio Modamio
Centro Espírita "Entre el Cielo y la Tierra"
Referencias:
1. "El Evangelio según el Espiritismo”, cap. V, ítem 20
2. "El Evangelio según el Espiritismo”, cap. V, ítem 23
3. “El Libro de los Espíritus“, preg. 967
4. “El Libro de los Espíritus“, preg. 1004
5. “El Libro de los Espíritus“, preg. 298
6. “El Libro de los Espíritus“, preg. 394
7. “El Libro de los Espíritus“, preg. 614
8. “El Libro de los Espíritus“, preg. 938
9. “El Libro de los Espíritus“, preg. 987
10.“El Libro de los Espíritus“, preg. 1018
11."El Evangelio según el Espiritismo”, cap. XI ítem 12
12.“El Libro de los Espíritus“, Conclusión IV
13."El Evangelio según el Espiritismo”, cap. XI ítem 9
14."El Evangelio según el Espiritismo”, cap. XV ítem 3
15.“El Libro de los Espíritus“, preg. 920
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