Donación de órganos, un acto noble y meritorio
Entre los grandes avances de la medicina, en el intento de suavizar los sufrimientos físicos de los hombres, uno de los que se han mostrado más eficaces es el de los trasplantes de órganos.
Nosotros, que tenemos conocimientos espíritas, no deberíamos ser reacios a este tema, ni sentir miedo o aversión.
Después de la muerte física, los lazos energéticos que unían el espíritu al cuerpo material van deshaciéndose gradualmente. Sin embargo, una vez iniciado el proceso, es imposible para el espíritu volver a “reencarnar” en el mismo cuerpo. Entonces, los órganos del cuerpo ya no sirven para nada.
Siendo las donaciones de órganos un acto de amor, se entiende que el donador ya tiene cierto desapego de la materia, en cuyo caso, no debería sufrir ninguna impresión negativa con la retirada de algún órgano suyo.
De esta manera, el sufrimiento no será nada más que una pequeña impresión o, tal vez, una repercusión energética. Generalmente no pasa de un sufrimiento moral, pero cada caso es diferente.
Hay que considerar además, el constante amor de Dios hacia todos sus hijos. En caso de donación, cuando sucede una muerte reciente, el donante tiene un merecimiento adicional, fruto de la utilidad del desprendimiento de su organismo físico, el cual, en caso contrario, terminaría volviendo a la tierra o reduciendose a cenizas.
Joanna de Ángelis nos habla sobre el cuerpo humano en los siguientes términos:
“Gran préstamo divino, es el instrumento de la evolución espiritual en la Tierra. Por ahora sirve también de laboratorio de experiencias por las cuales los constructores de la vida, hace milenios, vienen desenvolviendo posibilidades superiores para culminar un resultado todavía más refinado y sano”.
La palabra préstamo deja patente que el hombre, no es dueño del cuerpo que utiliza en la Tierra, solo es, un inquilino temporal de este, por lo tanto, podemos afirmar que el altruismo de las donaciones de órganos para trasplantes tienen su razón de ser y su jus-tificación.
La donación de órganos, por tanto, presupone un desprendimiento de los bienes terrenos, específi-camente del cuerpo físico, del cual el hombre no pasa de ser un usuario eventual.
Así pues, donar órganos es un acto de amor con la finalidad de beneficiar a los demás, por lo tanto, solo traerá beneficios para quien lo realice.
La ley Divina de Acción y Reacción, también beneficiará al donante, ya que no solo el beneficiado con la donación, sino su espíritu guía, sus parientes, amigos y el propio equipo médico del trasplante estarán dirigiendo hacia él vibraciones positivas en oraciones de gratitud. Para el donante desencarnado eso es una bendición incomparable.
Si en esa etapa terrena hay la oportunidad de una última acción de amor al prójimo, ¿por qué no invertir en esta acción que traerá tanto beneficio para nuestro Espíritu?
Naturalmente no donar órganos es un derecho pleno de cada individuo. Pero la verdad es que quien dona demuestra un avance considerable en su progreso moral que le beneficiara espiritualmente.
No hay duda, el hombre ha de procurar al hombre, ha de velar por el bien propio y por el de los demás. Hoy la ciencia nos da la posibilidad de dar vida incluso física, después de la muerte.
Seamos generosos, por tanto, y comprome-támonos por la felicidad de los demás.
Anímate por tanto y anima también a los demás a que sean donantes ya que tú eres la esperanza de otros seres humanos.
Dónate hasta el extremo. En vida entrega tu tiempo, tu amistad, tus conocimientos, tu afecto, tu amor, tu persona, da todo de ti a los demás. A aquellos que tiene sed de amor, llénalos; y al desencarnar sigue dándote a los demás en un acto de profunda gene-rosidad entregando los órganos de tu cuerpo que harán que otros encuentren la alegría y vivan en carne propia los frutos maravillosos del amor.
Cielo Gallego
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