lunes, 20 de julio de 2015

La acción del pensamiento en la salud y en la enfermedad


La acción del pensamiento en la salud y en la enfermedad

La Doctrina Espírita, en cuanto a filosofía y ciencia de consecuencias religiosas, conforme Allan Kardec en el libro Obras Póstumas, analiza el ser humano y sus manifestaciones bajo el prisma de la inmortalidad del alma. En esa visión, el hombre es más que materia, es el principio inteligente del universo, que se manifiesta en la materia utilizando incontables cuerpos, materias en estados vibratorios diferenciados, que van de la materialidad máxima del cuerpo físico a la sutileza espiritual, transcendente, del espíritu, inteligencia que refleja, de cierta manera, la inteligencia suprema del universo, de la cual fue creado a imagen y semejanza.

Allan Kardec, en El Libro de los Espíritus, acuñó el término periespíritu para designar el conjunto de cuerpos que envuelven el espíritu (Peri, prefijo griego = alrededor de). Conocemos, por medio de la literatura mediúmnica, el doble etérico, cuerpo de la vitalidad, presente solamente en los encarnados, que vitaliza la materia orgánica; el cuerpo espiritual, cuerpo de las emociones, que utiliza el espíritu para manifestarse en las dimensiones más próximas a la Tierra, más o menos materializadas, cuerpo este sutil controlado por la mente del espíritu, maleable y sensible a las transformaciones del sentimiento y del patrón mental; y el cuerpo mental, sede de la mente del espíritu. Esa introducción es necesaria para que comprendamos que el pensamiento, ondas de energía sutil, emana de la mente del espíritu que está localizada en la región supracerebral, no limitándose a una secreción neuroquímica del cerebro físico, como cree la fisiología y la medicina terrena.

Según Emmanuel, a través de la psicografía de Chico Xavier, “así como la araña vive en el centro de la propia tela, el hombre vive inmerso en las creaciones de su pensamiento”. Imagen muy feliz, pues el espíritu, pensando ininterrumpidamente, afecta con su vibración peculiar al mundo en que vive, estableciendo conexiones con criaturas, circunstancias y localidades, así como edifica o destruye su mundo íntimo, de las células al organismo, conforme elige la calidad de lo que cultiva en su campo mental y emocional. La araña construye la propia tela, que nace de ella, y en ella se mueve, captura insectos, interacciona con el ambiente y reside. De la misma forma el espíritu, pensando crea y creando se alimenta de aquello que eligió para su vida interior. Nos afirma Emmanuel, en el libro Pan Nuestro: “Pensar es crear. La realidad de esa creación puede no externalizarse, de súbito, en el campo de los efectos transitorios, pero el objeto formado por el poder mental vive en el mundo íntimo, exigiendo cuidados especiales para el esfuerzo de continuidad o extinción”.

Analizaremos la creación del pensamiento inicialmente en el mundo íntimo y, después, en la realidad exterior, para comprender un poco más cómo el pensamiento crea y controla la vida, como expresión del espíritu inmortal. 

El Pensamiento y el control celular

En el libro "Derrotero", Emmanuel enseña que “El pensamiento es generador de los infracorpúsculos o de las líneas de fuerza del mundo subatómico, creador de corrientes de bien o apenas, grandeza o decadencia, vida o muerte, según la voluntad que lo exterioriza y dirige”. Comprendemos con eso que el pensamiento actúa en la base de la materia, en el mundo subatómico, influenciando su funcionamiento.

En el organismo humano tenemos la célula como unidad básica, el ladrillo del cuerpo. Células que se agrupan formando tejidos, los tejidos forman órganos, los órganos forman sistemas y los sistemas, el organismo. En la intimidad de la célula encontramos el núcleo celular, donde se localiza el ADN, que, se cree, rige la vida en la intimidad orgánica. Del núcleo celular parten las órdenes, los mandos para producción de todas las substancias, que son fabricadas en el citoplasma de la célula. En el libro “Evolución en dos mundos”, André Luiz informa que el pensamiento actúa influenciando y alterando, por medio de lo que él llamó bióforos (que sufren la acción del pensamiento), la interpretación de la ejecución de las órdenes venidas del núcleo: “Por lo tanto, como es fácil sentir y aprender, el cuerpo hereda naturalmente del cuerpo, según las disposiciones de la mente que se ajusta a otras mentes, en los circuitos de la afinidad, correspondiendo pues, al hombre responsable reconocer que la hereditariedad relativa pero compulsoria le tallará el cuerpo físico que necesita en determinada encarnación, no siéndole posible alterar el plan de servicio que mereció o  que le fue asignado, según sus adquisiciones y necesidades, pero puede, por la propia conducta feliz o infeliz, acentuar o difuminar el color de los programas que le indican la ruta, a través de los bióforos o unidades de fuerza psicosomática que actúan en el citoplasma, proyectando sobre las células y, consecuentemente, sobre el cuerpo, los estados de la mente, que estará ennobleciendo o agravando la propia situación, en consonancia con su elección del bien o del mal”.

El ADN representa la herencia en cada uno de su pasado espiritual, aquello que es necesario ser trabajado en esta encarnación o que fue consecuencia inmediata de las elecciones del pasado. Es seleccionado por el ser reencarnante que elige (o bien elegido por los espíritus superiores que dirigen el proceso reencarnatorio) las necesidades espirituales más apremiantes, las tendencias biológicas que afectarán la vida del individuo de tal o tal manera, conforme las predisposiciones que el espíritu construyó para su vida. De esa forma, el ADN representa el presidente de la empresa y el citoplasma, los operarios de la misma. Creíamos que la célula funcionaba en régimen dictatorial: el núcleo ordena y manda. Pero la medicina viene descubriendo, por medio de la epigenética (rama de la biología que estudia las moléculas que interfieren en la regulación del núcleo celular), que la realidad es otra, la célula se comporta como una democracia, siendo que variadas condiciones del medio (nutrición, estrés, etc) y del comportamiento mental y moral controlan la expresión del genoma humano. En el ADN están las predisposiciones, que serán activadas, inhibidas o reforzadas, conforme el patrón mental, emocional y comportamental del espíritu a lo largo de la encarnación, en el que configura su libre arbitrio. El ADN, expresando el karma, se modifica solamente de encarnación en encarnación, sin embargo su expresión sufre la regulación y potencialización de la voluntad del individuo que redecide la vida a medida en que la vive. Y ahí tenemos una de las manifestaciones de la misericordia divina, dejando al ser que viva no en régimen de fatalidad, sino de acción y reacción, en todos los instantes de la vida.

El pensamiento, vertido continuamente desde la mente del espíritu, actúa en la intimidad celular, por medio de los circuitos y sistema circulatorio energético del organismo humano (centros de fuerza, etc.) de forma que autoriza o desautoriza continuamente los movimientos biológicos que la reencarnación presenta. Ejemplificando: si una persona reencarna con tendencia al drenaje energético y a algún contenido psíquico desarmónico, en forma de cáncer, a los 40 años de edad, reclamando el reequilibrio ante la vida, su conciencia y las leyes divinas, tendrá la oportunidad de, durante todo ese periodo, trabajar en su intimidad las circunstancias que le llevaron al desequilibrio, así como sus tendencias y características interiores. De esa manera, al llegar a los 40 años de edad, podrá haber confirmado su predisposición, reforzando la necesidad pedagógica y re armonizadora de un tumor maligno o bien haber progresado en su experiencia, habiendo aprendido y renovado por otros caminos, actuando benéficamente en su mundo celular, conectándose al amor que todo renueva y suaviza su experiencia, que podrá ser más liviana, o incluso no existir, dependiendo de la intensidad de sus conquistas. Por eso afirmó Pedro, sabiamente: “El amor cubre multitud de pecados” (I Pedro 4:7), lo que André Luiz, en el libro “En los dominios de la Mediunidad”, tradujo como “la mente reanimada vuelve a levantar las vidas microscópicas (células) que la sirven”. Sin embargo, si la persona en cuestión, no sólo ha dejado de aprender por otros caminos, sino además ha agravado sus débitos por la repetición de las elecciones, puede, por el mismo mecanismo, agravar sus características biológicas, complicando la salud y determinando lecciones más intensas de la vida para su despertar y reequilibrio.

Salud y enfermedad, bajo esta perspectiva, son, por lo tanto, frutos de la suma y balance entre predisposición y necesidad, tendencia y renovación, al servicio de la educación espiritual del espíritu inmortal y su consecuente despertamiento para el amor, síntesis de las leyes divinas.

Pensamiento y creaciones mentales

Del punto de vista exterior, aprendemos con Kardec y los espíritus codificadores, en “El Libro de los Espíritus”, que estamos rodeados, en nuestra atmósfera espiritual, por un fluido básico, denominado fluido cósmico universal y sus transformaciones (fluidos de variadas especies). En la revista espírita de Junio de 1868, Kardec nos enseña que “El pensamiento y la voluntad son para los espíritus lo que la mano es para el hombre. Por el pensamiento, ellos imprimen a los fluidos tal o cual dirección; aglomerándolos, combinándolos o dispersándolos; forman conjuntos teniendo una apariencia, una forma, un color determinado (...) Algunas veces, esas transformaciones son el resultado de una intención; frecuentemente, son el producto de un pensamiento inconsciente; basta al espíritu pensar en una cosa para que esa cosa se produzca...”. El pensamiento, siendo una onda de energía sutil, en asociación con el sentimiento, plasma en la realidad etérica la naturaleza de nuestros intereses y preocupaciones, sentimientos y fijaciones, en la forma de creaciones mentales, formas-pensamientos, parásitos espirituales, conforme la naturaleza de la creación, que habitan en torno a su foco de origen, haciendo que cada individuo esté permanentemente rodeado por la representación de las cosas, objetos, personas, intereses e intenciones que pueblen su campo mental y su vida íntima. Eso ocurre de tal forma que cualquier espíritu menos obnubilado espiritualmente que se aproxime a nosotros podrá percibir el tenor de nuestras ocupaciones e intereses, por el halo energético psíquico que irradia de cada uno de nosotros. Tal vez por eso Jesús afirmó que “nada hay oculto, que no haya de manifestarse, ni escondido, que no venga a ser conocido y revelado" (Lucas 8:17), visto que no hay forma de ocultar al universo nuestras creaciones mentales y emocionales.

André Luiz, en “En los dominios de la Mediumnidad”, nos afirma que “donde hay pensamiento hay corrientes mentales, y donde hay corrientes mentales existe asociación. Y toda asociación es interdependencia e influenciación recíproca”. Las formas pensamientos que son creadas por nuestra vida mental y son vitalizadas por nuestro sentimiento, se asocian en el universo a aquellas del mismo tenor energético, vibratorio, formando corrientes mentales en consonancia con su naturaleza íntima. Así como las ondas de radio, televisión y telefonía, existen incontables corrientes mentales y emocionales viajando en la atmósfera espiritual del planeta, tantas cuántas son las emociones y pensamientos predominantes en la humanidad terrestre, localizándose en cada comunidad las que sean creadas y estén en sintonía con el interés colectivo de aquellos que habitan aquella área.

Cuando pensamos fija y continuadamente en algo creamos y creando nos vinculamos a las corrientes de la misma naturaleza, de ella no se retroalimentamos, fortaleciendo el tenor vibratorio íntimo, en sistema de “feedback”. Marlene Nobre, citando André Luiz en su libro “El alma de la Materia” nos dice que “Una vez emitidos, los pensamientos vuelven inevitablemente al propio emisor, de forma que envuelve al ser humano en sus propias ondas de creaciones mentales, y, muchas veces, pueden estar incrementados por los productos de otros seres, que con ellos se armonizan”. Esa realidad se presenta de forma automática, natural en el día a día de encarnados y desencarnados, de forma inconsciente incluso, conforme enseñó Kardec. Por ello se hace aún más compleja cuando envuelve situaciones e intenciones conscientes, conforme nos explica André Luiz en "Acción y Reacción": “Ahora, sabiendo que el bien es expansión de luz y que el mal es condensación de sombra, cuando somos crueles con los demás, nuestros pensamientos, por ser ondas de energía sutil, al pasar por los lugares y criaturas, por las situaciones y cosas que afectan nuestra memoria, actúan y reaccionan sobre sí mismos en circuito cerrado, y nos traen así, de vuelta, las sensaciones desagradables que emanan de nuestras obras infelices”. La Medicina hoy nos explica que al recordar determinado hecho reproducimos la producción neuroquímica cerebral compatible con el acto, como si él ocurriera en aquel mismo instante, configurando verdaderamente el mismo sentimiento de la circunstancia feliz o infeliz vivenciada. Y André Luiz nos afirma que aún al recordar, volvemos a visitar energéticamente los lugares, criaturas, situaciones y cosas conectadas al hecho, conectándonos a ellas y recibiendo de ellas su tenor energético particular. Basado en esa conciencia, Emmanuel nos advierte en "Pan Nuestro": “Nuestro espíritu residirá donde proyectemos nuestros pensamientos, cimientos vivos del bien y del mal”. Por esto aún, decía Paulo, sabiamente: - "Piensen en las cosas del cielo". Todo ese retorno energético, siendo reabsorvido por sintonía por el ser espíritu, visita la intimidad celular del mismo, determinando armonía o desarmonía, salud o enfermedad conforme la naturaleza de la vibración.

Perdón, creaciones mentales superiores y salud

Basado en todo ese conocimiento, podemos concluir que Jesús nos legó un elevado código científico de salud y armonía cuando nos afirmó que él, expresión del amor, es el camino, la verdad y la vida, exhortándonos a perdonar incondicionalmente. El dolor, como mancha energética interior, símbolo de nuestras fragilidades heridas en contacto con el mundo, y la postura y el deseo de venganza, representan sintonía y conexión con criaturas y creaciones mentales deletéreas, que nos fortalecen la desconexión con el Padre y nos alejan de la paz de conciencia tan deseada. No perdonar, decía Shakespeare, es “tomar veneno deseando que el otro muera”. El perdón, en contrapartida, siendo una decisión por la paz, es una postura de humildad en el reconocimiento de nuestras necesidades íntimas, nuestras fragilidades y desafíos, nuestras susceptibilidades y carencias, beneficia de entrada a nosotros mismos, conectándonos a la fuente y a las creaciones mentales sublimes que nos elevan y centra en el camino correcto de la vida.

Conclusión

Observando el poder del pensamiento, en conexión con las emociones y el sentimiento, de los cuales no hay como disociarse, nos muestra que cada espíritu es señor de sí mismo, constructor de su destino y de su realidad física, energética y espiritual, escogiendo cada instante al que se conecta o desconecta, conforme elige en el que piensa y cultiva en su intimidad. Renovar las matrices mentales, tantas veces ya comprometidas con el reflejo de nuestro pasado espiritual, por los caminos del desamor, se presenta como la necesidad urgente de todo hijo de Dios que constata y desea asumir su felicidad como responsabilidad personal e intransferible.

El amor, lejos de ser sólo un símbolo religioso, se convierte en una verdad científica a la luz de la Ciencia espírita, presentándose como el camino más fácil corto y el menos complicado para la paz y la felicidad, construcción del reino de Dios en nosotros. Dijo Jesús: “Venid a mí todos vosotros que estáis cansados y oprimidos que os aliviaré. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestra alma. Porque mi yugo es suave, y mi fardo es ligero”. (Mateo 11 28-30). Pensar amorosamente, conectado a la compasión y a la ternura divina, manifestaciones de la misericordia del señor, es el camino para la vitalización del alma y la conexión con el bien, constructores de salud física y espiritual. Concluimos con Emmanuel, que con su sabiduría afirma, por la psicografía de Chico Xavier, en “Pensamiento y vida”: “Nuestro pensamiento crea la vida que buscamos, a través del reflejo de nosotros mismos, hasta que nos identifiquemos, un día, en el curso de los milenios, con la Sabiduría Infinita y con el Infinito Amor, que constituyen el pensamiento y la Vida de Nuestro Padre.”


Andrei Moreira, médico de familia, 
especializado en homeopatía y 
presidente de la Asociación Médico-Espírita
 de Minas Gerais (Brasil) – www.amemg.com.br

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