La acción del pensamiento en la salud y en la enfermedad
Allan Kardec, en El Libro de los Espíritus, acuñó el término
periespíritu para designar el conjunto de cuerpos que envuelven el espíritu
(Peri, prefijo griego = alrededor de). Conocemos, por medio de la literatura
mediúmnica, el doble etérico, cuerpo de la vitalidad, presente solamente en los
encarnados, que vitaliza la materia orgánica; el cuerpo espiritual, cuerpo de
las emociones, que utiliza el espíritu para manifestarse en las dimensiones más
próximas a la Tierra, más o menos materializadas, cuerpo este sutil controlado
por la mente del espíritu, maleable y sensible a las transformaciones del
sentimiento y del patrón mental; y el cuerpo mental, sede de la mente del
espíritu. Esa introducción es necesaria para que comprendamos que el
pensamiento, ondas de energía sutil, emana de la mente del espíritu que está
localizada en la región supracerebral, no limitándose a una secreción
neuroquímica del cerebro físico, como cree la fisiología y la medicina terrena.
Según Emmanuel, a través de la psicografía de Chico Xavier,
“así como la araña vive en el centro de la propia tela, el hombre vive inmerso
en las creaciones de su pensamiento”. Imagen muy feliz, pues el espíritu,
pensando ininterrumpidamente, afecta con su vibración peculiar al mundo en que
vive, estableciendo conexiones con criaturas, circunstancias y localidades, así
como edifica o destruye su mundo íntimo, de las células al organismo, conforme
elige la calidad de lo que cultiva en su campo mental y emocional. La araña
construye la propia tela, que nace de ella, y en ella se mueve, captura
insectos, interacciona con el ambiente y reside. De la misma forma el espíritu,
pensando crea y creando se alimenta de aquello que eligió para su vida
interior. Nos afirma Emmanuel, en el libro Pan Nuestro: “Pensar es crear. La
realidad de esa creación puede no externalizarse, de súbito, en el campo de los
efectos transitorios, pero el objeto formado por el poder mental vive en el
mundo íntimo, exigiendo cuidados especiales para el esfuerzo de continuidad o
extinción”.
Analizaremos la creación del pensamiento inicialmente en el
mundo íntimo y, después, en la realidad exterior, para comprender un poco más
cómo el pensamiento crea y controla la vida, como expresión del espíritu
inmortal.
El Pensamiento y el control celular
En el libro "Derrotero", Emmanuel enseña que “El
pensamiento es generador de los infracorpúsculos o de las líneas de fuerza del
mundo subatómico, creador de corrientes de bien o apenas, grandeza o
decadencia, vida o muerte, según la voluntad que lo exterioriza y dirige”.
Comprendemos con eso que el pensamiento actúa en la base de la materia, en el
mundo subatómico, influenciando su funcionamiento.
En el organismo humano tenemos la célula como unidad básica,
el ladrillo del cuerpo. Células que se agrupan formando tejidos, los tejidos
forman órganos, los órganos forman sistemas y los sistemas, el organismo. En la
intimidad de la célula encontramos el núcleo celular, donde se localiza el ADN,
que, se cree, rige la vida en la intimidad orgánica. Del núcleo celular parten
las órdenes, los mandos para producción de todas las substancias, que son
fabricadas en el citoplasma de la célula. En el libro “Evolución en dos
mundos”, André Luiz informa que el pensamiento actúa influenciando y alterando,
por medio de lo que él llamó bióforos (que sufren la acción del pensamiento),
la interpretación de la ejecución de las órdenes venidas del núcleo: “Por lo
tanto, como es fácil sentir y aprender, el cuerpo hereda naturalmente del
cuerpo, según las disposiciones de la mente que se ajusta a otras mentes, en
los circuitos de la afinidad, correspondiendo pues, al hombre responsable
reconocer que la hereditariedad relativa pero compulsoria le tallará el cuerpo
físico que necesita en determinada encarnación, no siéndole posible alterar el
plan de servicio que mereció o que le
fue asignado, según sus adquisiciones y necesidades, pero puede, por la propia
conducta feliz o infeliz, acentuar o difuminar el color de los programas que le
indican la ruta, a través de los bióforos o unidades de fuerza psicosomática
que actúan en el citoplasma, proyectando sobre las células y, consecuentemente,
sobre el cuerpo, los estados de la mente, que estará ennobleciendo o agravando
la propia situación, en consonancia con su elección del bien o del mal”.
El ADN representa la herencia en cada uno de su pasado
espiritual, aquello que es necesario ser trabajado en esta encarnación o que
fue consecuencia inmediata de las elecciones del pasado. Es seleccionado por el
ser reencarnante que elige (o bien elegido por los espíritus superiores que
dirigen el proceso reencarnatorio) las necesidades espirituales más
apremiantes, las tendencias biológicas que afectarán la vida del individuo de
tal o tal manera, conforme las predisposiciones que el espíritu construyó para
su vida. De esa forma, el ADN representa el presidente de la empresa y el
citoplasma, los operarios de la misma. Creíamos que la célula funcionaba en
régimen dictatorial: el núcleo ordena y manda. Pero la medicina viene
descubriendo, por medio de la epigenética (rama de la biología que estudia las
moléculas que interfieren en la regulación del núcleo celular), que la realidad
es otra, la célula se comporta como una democracia, siendo que variadas
condiciones del medio (nutrición, estrés, etc) y del comportamiento mental y
moral controlan la expresión del genoma humano. En el ADN están las
predisposiciones, que serán activadas, inhibidas o reforzadas, conforme el
patrón mental, emocional y comportamental del espíritu a lo largo de la
encarnación, en el que configura su libre arbitrio. El ADN, expresando el
karma, se modifica solamente de encarnación en encarnación, sin embargo su
expresión sufre la regulación y potencialización de la voluntad del individuo
que redecide la vida a medida en que la vive. Y ahí tenemos una de las
manifestaciones de la misericordia divina, dejando al ser que viva no en
régimen de fatalidad, sino de acción y reacción, en todos los instantes de la
vida.
El pensamiento, vertido continuamente desde la mente del
espíritu, actúa en la intimidad celular, por medio de los circuitos y sistema circulatorio
energético del organismo humano (centros de fuerza, etc.) de forma que autoriza
o desautoriza continuamente los movimientos biológicos que la reencarnación
presenta. Ejemplificando: si una persona reencarna con tendencia al drenaje
energético y a algún contenido psíquico desarmónico, en forma de cáncer, a los
40 años de edad, reclamando el reequilibrio ante la vida, su conciencia y las
leyes divinas, tendrá la oportunidad de, durante todo ese periodo, trabajar en
su intimidad las circunstancias que le llevaron al desequilibrio, así como sus
tendencias y características interiores. De esa manera, al llegar a los 40 años
de edad, podrá haber confirmado su predisposición, reforzando la necesidad
pedagógica y re armonizadora de un tumor maligno o bien haber progresado en su
experiencia, habiendo aprendido y renovado por otros caminos, actuando
benéficamente en su mundo celular, conectándose al amor que todo renueva y
suaviza su experiencia, que podrá ser más liviana, o incluso no existir,
dependiendo de la intensidad de sus conquistas. Por eso afirmó Pedro,
sabiamente: “El amor cubre multitud de pecados” (I Pedro 4:7), lo que André
Luiz, en el libro “En los dominios de la Mediunidad”, tradujo como “la mente
reanimada vuelve a levantar las vidas microscópicas (células) que la sirven”.
Sin embargo, si la persona en cuestión, no sólo ha dejado de aprender por otros
caminos, sino además ha agravado sus débitos por la repetición de las
elecciones, puede, por el mismo mecanismo, agravar sus características
biológicas, complicando la salud y determinando lecciones más intensas de la
vida para su despertar y reequilibrio.
Salud y enfermedad, bajo esta perspectiva, son, por lo
tanto, frutos de la suma y balance entre predisposición y necesidad, tendencia
y renovación, al servicio de la educación espiritual del espíritu inmortal y su
consecuente despertamiento para el amor, síntesis de las leyes divinas.
Pensamiento y creaciones mentales
Del punto de vista exterior, aprendemos con Kardec y los
espíritus codificadores, en “El Libro de los Espíritus”, que estamos rodeados,
en nuestra atmósfera espiritual, por un fluido básico, denominado fluido
cósmico universal y sus transformaciones (fluidos de variadas especies). En la
revista espírita de Junio de 1868, Kardec nos enseña que “El pensamiento y la
voluntad son para los espíritus lo que la mano es para el hombre. Por el
pensamiento, ellos imprimen a los fluidos tal o cual dirección; aglomerándolos,
combinándolos o dispersándolos; forman conjuntos teniendo una apariencia, una
forma, un color determinado (...) Algunas veces, esas transformaciones son el
resultado de una intención; frecuentemente, son el producto de un pensamiento
inconsciente; basta al espíritu pensar en una cosa para que esa cosa se
produzca...”. El pensamiento, siendo una onda de energía sutil, en asociación
con el sentimiento, plasma en la realidad etérica la naturaleza de nuestros
intereses y preocupaciones, sentimientos y fijaciones, en la forma de
creaciones mentales, formas-pensamientos, parásitos espirituales, conforme la
naturaleza de la creación, que habitan en torno a su foco de origen, haciendo
que cada individuo esté permanentemente rodeado por la representación de las
cosas, objetos, personas, intereses e intenciones que pueblen su campo mental y
su vida íntima. Eso ocurre de tal forma que cualquier espíritu menos obnubilado
espiritualmente que se aproxime a nosotros podrá percibir el tenor de nuestras
ocupaciones e intereses, por el halo energético psíquico que irradia de cada
uno de nosotros. Tal vez por eso Jesús afirmó que “nada hay oculto, que no haya
de manifestarse, ni escondido, que no venga a ser conocido y revelado"
(Lucas 8:17), visto que no hay forma de ocultar al universo nuestras creaciones
mentales y emocionales.
André Luiz, en “En los dominios de la Mediumnidad”, nos
afirma que “donde hay pensamiento hay corrientes mentales, y donde hay
corrientes mentales existe asociación. Y toda asociación es interdependencia e
influenciación recíproca”. Las formas pensamientos que son creadas por nuestra
vida mental y son vitalizadas por nuestro sentimiento, se asocian en el
universo a aquellas del mismo tenor energético, vibratorio, formando corrientes
mentales en consonancia con su naturaleza íntima. Así como las ondas de radio,
televisión y telefonía, existen incontables corrientes mentales y emocionales
viajando en la atmósfera espiritual del planeta, tantas cuántas son las
emociones y pensamientos predominantes en la humanidad terrestre, localizándose
en cada comunidad las que sean creadas y estén en sintonía con el interés
colectivo de aquellos que habitan aquella área.
Cuando pensamos fija y continuadamente en algo creamos y
creando nos vinculamos a las corrientes de la misma naturaleza, de ella no se
retroalimentamos, fortaleciendo el tenor vibratorio íntimo, en sistema de
“feedback”. Marlene Nobre, citando André Luiz en su libro “El alma de la
Materia” nos dice que “Una vez emitidos, los pensamientos vuelven
inevitablemente al propio emisor, de forma que envuelve al ser humano en sus
propias ondas de creaciones mentales, y, muchas veces, pueden estar
incrementados por los productos de otros seres, que con ellos se armonizan”.
Esa realidad se presenta de forma automática, natural en el día a día de
encarnados y desencarnados, de forma inconsciente incluso, conforme enseñó
Kardec. Por ello se hace aún más compleja cuando envuelve situaciones e
intenciones conscientes, conforme nos explica André Luiz en "Acción y
Reacción": “Ahora, sabiendo que el bien es expansión de luz y que el mal
es condensación de sombra, cuando somos crueles con los demás, nuestros
pensamientos, por ser ondas de energía sutil, al pasar por los lugares y
criaturas, por las situaciones y cosas que afectan nuestra memoria, actúan y
reaccionan sobre sí mismos en circuito cerrado, y nos traen así, de vuelta, las
sensaciones desagradables que emanan de nuestras obras infelices”. La Medicina
hoy nos explica que al recordar determinado hecho reproducimos la producción
neuroquímica cerebral compatible con el acto, como si él ocurriera en aquel
mismo instante, configurando verdaderamente el mismo sentimiento de la
circunstancia feliz o infeliz vivenciada. Y André Luiz nos afirma que aún al
recordar, volvemos a visitar energéticamente los lugares, criaturas,
situaciones y cosas conectadas al hecho, conectándonos a ellas y recibiendo de
ellas su tenor energético particular. Basado en esa conciencia, Emmanuel nos
advierte en "Pan Nuestro": “Nuestro espíritu residirá donde proyectemos
nuestros pensamientos, cimientos vivos del bien y del mal”. Por esto aún, decía
Paulo, sabiamente: - "Piensen en las cosas del cielo". Todo ese
retorno energético, siendo reabsorvido por sintonía por el ser espíritu, visita
la intimidad celular del mismo, determinando armonía o desarmonía, salud o
enfermedad conforme la naturaleza de la vibración.
Perdón, creaciones mentales superiores y salud
Basado en todo ese conocimiento, podemos concluir que Jesús
nos legó un elevado código científico de salud y armonía cuando nos afirmó que
él, expresión del amor, es el camino, la verdad y la vida, exhortándonos a
perdonar incondicionalmente. El dolor, como mancha energética interior, símbolo
de nuestras fragilidades heridas en contacto con el mundo, y la postura y el
deseo de venganza, representan sintonía y conexión con criaturas y creaciones
mentales deletéreas, que nos fortalecen la desconexión con el Padre y nos
alejan de la paz de conciencia tan deseada. No perdonar, decía Shakespeare, es
“tomar veneno deseando que el otro muera”. El perdón, en contrapartida, siendo
una decisión por la paz, es una postura de humildad en el reconocimiento de
nuestras necesidades íntimas, nuestras fragilidades y desafíos, nuestras
susceptibilidades y carencias, beneficia de entrada a nosotros mismos, conectándonos
a la fuente y a las creaciones mentales sublimes que nos elevan y centra en el
camino correcto de la vida.
Conclusión
Observando el poder del pensamiento, en conexión con las
emociones y el sentimiento, de los cuales no hay como disociarse, nos muestra
que cada espíritu es señor de sí mismo, constructor de su destino y de su
realidad física, energética y espiritual, escogiendo cada instante al que se
conecta o desconecta, conforme elige en el que piensa y cultiva en su
intimidad. Renovar las matrices mentales, tantas veces ya comprometidas con el
reflejo de nuestro pasado espiritual, por los caminos del desamor, se presenta
como la necesidad urgente de todo hijo de Dios que constata y desea asumir su
felicidad como responsabilidad personal e intransferible.
El amor, lejos de ser sólo un símbolo religioso, se
convierte en una verdad científica a la luz de la Ciencia espírita,
presentándose como el camino más fácil corto y el menos complicado para la paz
y la felicidad, construcción del reino de Dios en nosotros. Dijo Jesús: “Venid
a mí todos vosotros que estáis cansados y oprimidos que os aliviaré. Tomad
sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y
encontraréis descanso para vuestra alma. Porque mi yugo es suave, y mi fardo es
ligero”. (Mateo 11 28-30). Pensar amorosamente, conectado a la compasión y a la
ternura divina, manifestaciones de la misericordia del señor, es el camino para
la vitalización del alma y la conexión con el bien, constructores de salud
física y espiritual. Concluimos con Emmanuel, que con su sabiduría afirma, por
la psicografía de Chico Xavier, en “Pensamiento y vida”: “Nuestro pensamiento
crea la vida que buscamos, a través del reflejo de nosotros mismos, hasta que
nos identifiquemos, un día, en el curso de los milenios, con la Sabiduría
Infinita y con el Infinito Amor, que constituyen el pensamiento y la Vida de
Nuestro Padre.”
Andrei Moreira, médico de familia,
especializado en
homeopatía y
presidente de la Asociación Médico-Espírita