Pero también es cierto que Kardec fue el escogido por la pléyade de Espíritus superiores que, con la guía luminosa del Espíritu de Verdad, presidieron la Codificación. Y en este punto, toda objeción de minimizarlo bajo pretexto de estar superado solo expresa la infantilidad de nuestras almas, infladas de vanidad y fascinadas por una intelectualidad (presunta y subjetivamente) tan meritoria como para pretender juzgar aquello que nos supera.
Sin Kardec en los estudios y en la reflexión no podremos hablar de Espiritismo auténtico.
Y SIN EMBARGO…. A pesar de lo que hasta aquí hemos dicho en este tema del papel central del codificador (como en otros llamados “doctrinarios”), no podemos ser repetitivos, machacones y, lo que es peor, discutidores. No hay nada más monótono y poco esclarecedor que una reunión espírita llena de tozudos repetidores más preocupados en apuntar deslices doctrinarios que en compartir un espacio de paz y crecimiento.
Por supuesto es necesario conocimiento y lógica doctrinaria que aporten a cada sesión o encuentro unidad y coherencia, pero no podemos hacer de esto (sea Kardec u otra cuestión) un discurso de todos los días. La fijación es mala compañera… porque va asentando poco a poco un tic rígido… y la rigidez es un obstáculo para la comunicación (a menudo no nos damos cuenta, ya sea porque hemos estudiado mucho, tenemos “sobrada” experiencia o nadie se ha atrevido a indicárnoslo).
Los caracteres lineales, los apuntes sistemáticos y los aleccionamientos, terminan haciendo una doctrina dentro de la doctrina…y por supuesto acaban disgregando la atención y más tarde el interés; nada transformador puede salir de esto, por mucho que estemos hablando de grandes verdades.
Modifiquemos la pauta: no seamos apuntadores y sí dialogantes… Es la diferencia entre el mero discurso y el esclarecimiento.
Preocupémonos por ser claros, elucidamos errores, pero no caigamos en la trampa de ser “corregidores” todo el tiempo, so pena de caer en comportamientos panfletistas y dogmáticos. Si no consideramos esto, aquellos que nos visiten por primera vez no percibirán un ambiente mucho más diferente de una agrupación evangelista o una escuela esotérica con sus maestros sus aprendices aventajados y sus rituales.
El Espiritismo puede, y debe, adaptarse a la expresión de la cultura y sociedad contemporánea (sin modificar su esencia y propuestas, por supuesto), porque, además, está dotado para ello desde su génesis… esto es muy importante comprenderlo. Hacer repeticiones de textos doctrinarios, imitar discursos de gente conocida y no salirse nunca de un guión (aunque este sea implícito), no es lo mejor que podemos hacer como espíritas. Sin echar mano de enfoques dinámicos, matizar y contextualizar la información, hacer aproximaciones culturales con otras líneas de pensamiento esclarecedoras (que nos ayuden a asimilar conceptos), etc., una reunión espírita carecerá de libertad, naturalidad y perspectiva, limitándose a estar cerrada en sí misma.
Mucho se equivocan los responsables de un grupo si, consciente o inconscientemente, creen que la reunión recibe a las personas para que estas sean aleccionadas.
Ser organizados y formales (no necesariamente serios, porque la seriedad por sí sola no es una virtud especial), no debería ser una disculpa para caer en el discurso repetitivo, desconfiado en esencia y circular (cerrado).
La demagogia y la carencia de espontaneidad atrapan y distorsionan el mensaje.
Juan Manuel Ruiz Gonzalez
Fraternidad Espírita José Grosso (Córdoba)
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