Regla de Oro que ya fue recibida por todos los pueblos desde la antigüedad, con el distintivo genérico: “No hagas a los demás lo que no te gustaría que te hicieran”.
Este sentimiento natural que hace que nos rebelemos ante la más pequeña de las injusticias, no es creado a través del progreso moral, sino que lo desarrolla, ya que fue puesto, por la Divinidad en el corazón de los hombres, como una Ley Natural.
Sin embargo, las pasiones que se unen a ese sentimiento de rebeldía, tienen la capacidad de desvirtuarla, pudiendo ser apreciada desde un punto de vista falso.
La Justicia basada en el respeto a los derechos de cada uno, está determinada de dos formas: “la ley natural y la ley humana”.
Así pues, el derecho que los hombres establecen no siempre es conforme a la justicia.
Tomemos como ejemplo aquella, establecida en La Edad Media o en la época de Moisés… Vistas a los ojos de hoy día, son crueles. Sin embargo, para su época, y a través de la mira de quién la aplicaba era justa.
El principio de la ley natural tiene como asesor, a la propia conciencia del hombre. Conciencia otorgada para la reflexión en los momentos críticos, en los cuales, la persona debería exponer ante sí la Regla de Oro, anteriormente expresada.
La vida en sociedad, que dispone derechos y aplica deberes recíprocos, requiere del respeto ante los semejantes. No obstante, en la mayoría de las situaciones, nuestro orgullo nos incita a servirnos de revanchas que producen desconciertos y desasosiegos.
Cuando hablamos de justicia, debemos tener presente la asistencia del amor. ¿De qué forma sino podríamos ser benevolentes, indulgentes con las imperfecciones de quienes nos rodean?
Sí, es cierto que perdonar a aquél que nos ha dañado en lo más íntimo, que nos ha arruinado o nos ha arrebatado la vida de un ser querido, es prácticamente una misión imposible. Para ello, y con la intención de reformarlo, el la sociedad dispone de cárceles, reformatorios, psiquiátricos…
No obstante, si nos remitiéramos a la ley de reencarnación, y a través de ella, a la comprensión de que todos somos seres en evolución, que progresamos a través de experiencias propias en las distintas existencias, y que en esas vidas, seguramente, hemos cometido actos de barbarie que probablemente hemos deseado se nos perdonaran, probablemente, la elección sería la de buscar el origen y el motivo que conlleva a una persona a realizar acciones que van en contra de los derechos del prójimo. Sólo, actuando así, podríamos darnos cuenta de que la venganza siempre nos coloca por debajo de aquellos que nos hirieron, mientras que ayudarles nos libera y nos hace crecer.
No se trata de querer a quien nos ha dañado, como queremos a alguien de nuestra familia, pero sí de devolverles bien por mal.
Ampliando nuestra visión a vidas pasadas podríamos comprender que en la mayoría de las ocasiones, recogemos aquello que sembramos, ya que los espíritus que tienen la capacidad de elegir una nueva encarnación, solicitan en ella aquellas circunstancias que le sirven para reparar ofensas cometidas.
Enmanuel a través de la psicografía(*) de Chico Xavier nos da ejemplos como el siguiente:
“En los obstáculos de la vida social dolorosa y difícil, recuperas exactamente los impedimentos que montaste en el camino ajeno, para que llegues a labrar en el santuario de tus propias fuerzas, el respeto preciso para con la tarea de los otros”
Así, teniendo en cuenta motivos como éste, el hecho de aplicar justicia sin amor, puede convertirse en un arma de la violencia.
Del mismo modo, emitir juicios sin saber el porqué del comportamiento de cada ser, también implica una falta de respeto por los derechos de aquellos a quienes se juzga, ya que no podemos captar la causa del dolor que los envilece.
Deberíamos pues, trabajar en nuestras imperfecciones. Primero a nivel individual, para que así, obtenga después su reflejo a nivel colectivo, y poder alcanzar una justicia natural. Como dice Enmanuel(*): “La justicia que prescinde del amor, es como tierra sin agua.”
Ana Mª Sobrino Talavera*Centro Espírita Entre el Cielo y la Tierra.
(*) Libro "Religión de los Espíritus", Chico Xavier.
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