miércoles, 5 de diciembre de 2012

Personas mayores


Tenemos dos concepciones de la vejez: el modelo deficitario y el de desarrollo. El primero está basado en el modelo médico tradicional, que conceptúa a la vejez en términos de “déficit” e “involución” y por consiguiente a los condicionamientos culturales ligados a todo lo que significa decadencia y deterioro; el segundo, el de desarrollo, está basado en una redefinición de la misma como una etapa más de la vida, también plena de posibilidades.
Es cierto que hay ancianos desgastados y enfermos...tan cierto como que hay jóvenes mustios y decadentes. La vejez, como la juventud, es por encima de todo una concepción de la mente, un estado del alma y como tal no tiene porque ir asociado con estereotipos negativistas y limitadores.
El anciano se convertirá en anciano en la misma proporción que vaya asimilando las ideas derrotistas,  simplonas y reduccionistas del colectivo social que asocia por inercia vejez con deterioro o triste senitud. Pero si su planteamiento es natural y constructivo, se verá como un ser que puede servir de referencia por su cuota de experiencias acumuladas, que puede seguir aportando cosas y que puede (y debe) seguir echando mano del optimismo vital, dedicarse con más tiempo a sus hobbits predilectos, hacer cosas que antes no pudo y por supuesto tener proyectos.
Podemos decir que envejecer es en gran medida la pérdida de la  esperanza, la capacidad de tener expectativas, de ilusionarse con las pequeñas y grandes cosas. En este sentido, todos podemos “envejecer”, independientemente de la edad que tengamos.
La persona mayor debe hacer un esfuerzo para no dejarse condicionar por los estereotipos culturales erróneos, así como vencer la inercia y el inmovilismo (físico y mental), porque el campo de las emociones sigue estando necesitado de intercambio, y por eso recurrir a la familia y a los amigos sigue siendo esencial para la salud psicoafectiva.
Es una persona con un proyecto de vida diferente del que llevaba como adulto joven, pero que no se agota con la etapa laboral, sino que su papel sigue teniendo una gran importancia tanto a nivel familiar como comunitario. Envejecer no tiene porque ser sinónimo de enfermar... aunque si ese es nuestro modelo cultural, nuestra mente condicionada y tremendamente moldeable nos conducirá fielmente hacia eso, a no ser que cambiemos de chip y entendamos que estamos viviendo una nueva etapa vital, y que como tal, no está replegada en si misma, sino que permanece abierta a la existencia y en contacto con la sociedad de la que hace parte.
La juventud es un término que admite muchas matizaciones, como los conceptos de “felicidad”, “sexualidad”, “salud”... Hay ancianos con una vibración juvenil y vital, y jóvenes desgastados, perdidos o marchitos internamente de manera prematura.
Ni siquiera envejecer es necesariamente prepararse para la muerte...porque este es un proceso que puede visitarnos en cualquier momento de la etapa vital, y no solo durante la llamada “vejez”. Y por otro lado, sabemos que el ser humano no es solo su biología.
Somos seres multidimensionales que llevamos nuestro futuro más allá de la vida del cuerpo, pero podemos ser presa de los condicionamientos erróneos que la cultura materialista proyecta. Todas las etapas deben ser vividas en plenitud.



Juan Manuel Ruíz González

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