Lectores, amigos, compañeros de ideal. Como cada trimestre, sale a la luz una nueva edición de “El Ángel del Bien”, un número más, cargado de energía, ánimo y esperanza.
En la época que pasa la humanidad, creemos que es de suma importancia la educación y control del pensamiento. A nuestro alrededor hay miles o millones de desgracias que ocurren a cada minuto del día. La televisión, los periódicos, las conversaciones en la calle, en el metro, en el trabajo, giran entorno al pesimismo, a la decepción y a la crítica. Nosotros, los espíritas, sabemos de la importancia real del pensamiento, de aquello que irradiamos o de las imágenes mentales que creamos a nuestro alrededor y que con el impulso de la voluntad, viajan por el espacio a través del fluido universal. Conocemos bien que estos pensamientos, con sus buenas o malas intenciones, llegan hasta sus destinatarios contribuyendo con su mejoría o todo lo contrario, según nuestra intención.
Reflexionando sobre este tema, deberíamos preguntarnos ¿por qué cuando vemos una desgracia o tenemos conocimiento de que ha ocurrido algún suceso grave en la vida de las personas que queremos pedimos al cielo ayuda por ellos? ¿por qué algunos hacen sacrificios, promesas, encienden velas, oran y hacen penitencias, según sus creencias? Porque esperamos que tal o cual persona mejore en aquello que le aflige y gran parte de las veces vemos que esto sucede así y salen del problema que les rodea. Digo muchas veces y no todas, porque no debemos olvidar la ley de acción y reacción, junto con los merecimientos de cada uno, según sus obras.
La lógica nos lleva a pensar que si con un acto de amor, como es una oración, o con nuestra voluntad dirigida hacia el bien, podemos ayudar a nuestro alrededor, con igual o mayor motivo podemos interferir de forma negativa en la vida de las personas que nos rodean, con ese mismo pensamiento mal dirigido. Discúlpenme los lectores pero si ponemos a un lado de la balanza el tiempo que empleamos en orar y al otro el invertido en critica, juzgar o sumarnos al pensamiento colectivo de desánimo, vemos que esta se inclina favorablemente hacia donde no debe.
En esta época de crisis es muy fácil conectar con el pensamiento general y más porque todos tenemos a alguien cerca que lo está pasando mal, si no somos, tal vez, nosotros mismos. Muchas personas nos escriben o bien nos preguntan en los centros espíritas a cerca de cómo combinar el Espiritismo con la vida real. Muchos, tras leer, empezar a comprender y poner en práctica las enseñanzas de Kardec, se sienten mal al comprender que muchas de las cosas que hasta hoy su orgullo aprobaba, colaboran negativamente con el progreso de sí mismos y de inmediato con el de su alrededor. Algunos notan como dentro del centro les es fácil no juzgar, no criticar o estar en armonía y al llegar a sus trabajos y envolverse en la onda psíquica que les rodea, no pueden controlar sus pensamientos o formar parte de conversaciones poco edificantes.
Los Espíritus buenos nos dicen que no quieren que los espíritas vivamos apartados del mundo, sino todo lo contrario. El Espiritismo nos ayuda a comprender nuestro camino, el porqué de la vida y nos muestra que lo que nos ocurre a cada momento, es lo mejor para que podamos aprender y superarnos. Jamás nos piden que seamos perfectos, nunca nos han dicho que ésta sea nuestra última encarnación, más bien estamos más cerca del principio que del final. Nos dicen que en la Naturaleza no hay cambios bruscos y que todo se eslabona, ¿entonces? ¿cómo pensar en que si ayer no nos dábamos cuenta de nuestros propios actos y hoy empezamos a conocernos, podremos ser perfectos veinticuatro horas después? Eso es más que poco probable, por no decir casi imposible.
Empecemos educando nuestros pensamientos, distinguiendo de qué clase son y de dónde provienen. Una vez hecho esto, intentemos no avivar las llamas en las discusiones, no sumarnos a las críticas o empezar a disculpar las faltas de los otros, ya que nosotros tenemos las propias. A su vez, probemos el efecto de la oración, pero no de esas que son palabras repetidas sin sentimiento, dejemos que las palabras surjan del fondo de nuestros corazones y ya habremos conseguido algo.
En esta vida no hemos venido a ser perfectos, sino a ser mejores. El pensamiento es creador, así que utilicémoslo para crear un espacio armónico donde vivir y todo mejorará.
Que con el paso del tiempo podamos echar la vista atrás y comprobar que hay algo más de bueno en nosotros, que somos más conscientes de nuestra realidad. Pero esto, amigos, sólo se consigue conociéndonos a nosotros mismos y educando nuestros pensamientos.
La Redacción.