¿Estamos solos en el universo? ¿No es acaso presunción pensarlo siquiera? ¿Cuantos planetas hay tan solo en nuestra galaxia, cuantos satélites? Lo infinitamente poco que conocemos del Cosmos se asemeja a una gota de agua en el océano. ¿Podemos llegar a imaginar siquiera cuantos millones de sistemas solares existen además del nuestro? Teniendo en cuenta que es de los más diminutos, ¿no es puro orgullo pensar que La Tierra es el único planeta habitado que existe? ¿Porqué capricho habría creado Dios tal cantidad de mundos si no tuviera previsto darles ninguna utilidad? Todo lo que el crea tiene un fin; nada hay que se haya creado en vano.
Por eso la teoría de la pluralidad de mundos habitados es completamente lógica si partimos de la base de que todo está enfocado a la evolución y al progreso. A esta conclusión racional podríamos llegar utilizando el pensamiento metódico pero por si nos quedamos a medio camino entre la certeza y la duda siempre podemos buscar apoyo en las propias palabras de Jesús cuando afirmó:
“En la casa de mi padre hay muchas moradas, si así no fuera ya os lo hubiera dicho, pues me voy a prepararos el lugar. Volveré y os llevaré conmigo a fin de que donde yo estuviere también estéis vosotros ahí”
Jesús, con este pasaje estaba enseñando el principio de la pluralidad de los mundos habitados, de una manera clara, para no dejar dudas. Obviamente no se refería viviendas a nivel individual, tal como aquí las conocemos sino a los diferentes tipos de hábitat que sirven de refugio a tantos otros seres similares a nosotros, o muy distintos, más adelantados o menos, según su grado de elevación, por aquello de que de todo hay en los mundos del Señor.
Seres corpóreos o incorpóreos, con envoltura material o sin ella; ¡y qué más da si todos somos hijos del mismo Padre!
Para esclarecer un poco más el tema, me remito a lo que dice al respecto Luis Hu Rivas en su libro “Doctrina espirita para principiantes”, que considero muy interesante. Cito textualmente:
Jesús dijo: “En la casa de mi Padre hay muchas moradas” la casa del Padre es el universo, las diferentes moradas son los mundos que giran en el espacio infinito y ofrecen, a los Espíritus que encarnan en ellos, moradas de acuerdo con su adelantamiento.
En función de esto, la conformación física de cada mundo es diferente, y consecuentemente la de sus habitantes. Cada mundo ofrece a sus habitantes condiciones adecuadas y propias para la vida planetaria. Las necesidades vitales de un planeta podrán no ser las mismas y hasta pueden ser opuestas, que las de otro.
De la enseñanza proporcionada por los Espíritus resulta que son muy diferentes unas de otras las condiciones de los mundos, en cuanto al grado de adelanto o de inferioridad de sus habitantes. Entre ellos los hay en los que estos últimos son inferiores a los de la Tierra, física y moralmente; otros de la misma categoría que el nuestro y otros que son relativamente superiores en todos los aspectos. Evidentemente no podemos hacer una clasificación absoluta de las categorías de los mundos habitados, pero Kardec nos ofrece una que nos permite una clasificación general sobre el asunto.
Mundos primitivos
Destinados a las primeras encarnaciones del alma humana, la vida es toda material, se limita a la lucha por la subsistencia, el sentido moral es casi nulo y por eso mismo las pasiones reinan soberanamente.
Mundos de expiación y pruebas
Donde domina el mal, se rescatan deudas contraídas delante de la Ley Divina y pasan por pruebas destinadas al perfeccionamiento moral.
Mundos de regeneración
Aún quedan pruebas que pasar, pero no tienen las punzantes amarguras de la expiación.
Mundos dichosos
Donde el bien supera al mal, predomina el bien y la justicia. Los pueblos son fraternos unos con otros.
Mundos celestiales o divinos
Donde exclusivamente reina el bien, es la morada de los Espíritus puros. La felicidad es completa, debido a que todos han alcanzado la cima de la sabiduría y la bondad.“En los mundos en que es menos material la existencia, las necesidades son menos groseras y menos vivos todos los sufrimientos físicos. Los hombres no sienten las malas pasiones que, en los mundos inferiores, siembran la enemistad entre ellos.”
El planeta Tierra pertenece a la categoría de “expiación y pruebas” porque en ella existe predominio del mal sobre el bien. Aquí el hombre lleva una vida de vicisitudes, por ser todavía imperfecto, hay para sus habitantes más momentos de desdicha que de alegría. No obstante, la Tierra pasará a ser un mundo de “regeneración”, donde los Espíritus se dedicarán al bien, más esto será gradualmente. La época actual es de transición, donde nuestro planeta ascenderá a niveles más altos hasta alcanzar la perfección a la que todos estamos predestinados.
”La Génesis” en el apartado titulado Diversidad de mundos dice lo siguiente:
“Sabemos, con certeza, que las obras de Dios son creaciones del pensamiento y la inteligencia y que los mundos son la residencia de los seres que los contemplan y descubren en ellos, tras los velos, el poder y la sabiduría de quien los creó. Pero lo que interesa conocer es que las almas que los pueblan son solidarías entre sí.
La inteligencia humana deberá esforzarse mucho para imaginar a esos mundos radiantes que brillan en la extensión como simples masas de materia inerte y sin vida. Le costará trabajo concebir que en esas regiones lejanas haya magníficos crepúsculos, noches espléndidas, soles fecundos y días plenos de luz. Valles y montañas donde las producciones múltiples de la naturaleza han desplegado toda su esplendente pompa, y dificultosamente podrá imaginar que el espectáculo divino con el cual el alma puede fortalecerse como con su propia vida, se encuentre desprovisto de sentido y privado de un ser pensante que pueda llegar a comprenderlo.
Más a esta idea eminentemente justa de la creación, debemos agregar el principio de la Humanidad solidaria, pues en él, reside el misterio de la eternidad futura.
Una misma familia humana fue creada en la diversidad de los mundos, y a esos mundos los unen lazos fraternos aún desconocidos por vosotros.
Es la gran familia de los espíritus que pueblan los mundos celestes. Es la irradiación del espíritu divino que abarca la extensión de los cielos y que permanece como el tipo primitivo y final de perfección espiritual.”
“Habituados como estamos a juzgar las cosas en comparación con nuestra pobre y pequeña residencia, nos imaginamos que la naturaleza no ha podido o no ha debido actuar en otros mundos sino por medio de las reglas conocidas aquí. Ahora bien, es precisamente este juicio el que debemos reformar.
Detened vuestros ojos en una región cualquiera de vuestro mundo y en una de tantas creaciones de vuestra Naturaleza, ¿no veis vosotros el sello de una diversidad infinita y la prueba de una actividad sin igual? ¿No reconocéis, acaso, en el ala de un pequeño pájaro de las Canarias o en el pétalo de un botón de rosa entreabierto la fecundidad prestigiosa de esta bellísima Naturaleza?
Vuestros estudios pueden elevarse a los seres que planean en los aires, descender a la violeta de los prados y llegar a las profundidades del océano, y por doquier leeréis esta verdad universal: la Naturaleza omnipotente actúa según los lugares, los tiempos y las circunstancias. Es una armonía general, pero múltiple en sus efectos. Interviene tanto en el Sol como en la gota de agua. Puebla de seres vivos un mundo inmenso con la misma facilidad con que abre el huevo que deposita la mariposa en el otoño.
Ahora bien, si tal es la variedad que la naturaleza pudo plasmar en los diferentes lugares de este pequeño mundo tan estrecho y limitado, ¡cuánto más debéis ampliar esa concepción al imaginar las perspectivas de los vastos mundos! ¡Cuánto más debéis desarrollarla y reconocer su enorme poder si la aplicamos a los maravillosos mundos que, en mayor medida aún que la Tierra, atestiguan su incognoscible perfección!
No imaginéis alrededor de los soles del espacio sistemas parecidos a vuestro sistema planetario. No penséis que en otros planetas desconocidos existirán los tres reinos naturales que tenéis en el vuestro. Pero pensad que así como no existe un rostro humano idéntico a otro en toda la especie humana, así también una diversidad prodigiosa e inimaginable fue esparcida en las residencias eternas que bogan en el seno de los espacios.
Debido a que vuestra naturaleza animada comienza en el zoófito y concluye en el hombre. En razón de que la atmósfera alimenta la vida terrestre y el elemento líquido la renueva sin cesar, así como vuestras estaciones producen fenómenos que las dividen, no deduzcáis que los millones de millones de tierras que se desplazan por el espacio sean parecidas a la vuestra. Lejos de eso, difieren según las diferentes condiciones que les son propias y de acuerdo a su papel respectivo en el escenario del mundo. Son como las piedras preciosas que componen un gigantesco mosaico, como las flores diversificadas de un admirable jardín.”
Para hacernos una idea de lo sumamente insignificantes que somos dentro de la inmensidad de la creación, no podemos dejar de leer el siguiente pasaje de ”La Génesis” que debería sumirnos en un baño de humildad, al comprobar lo diminutos que somos en realidad, y no permitir que los arboles no nos dejen ver el bosque, porque, aunque nos cueste admitirlo, no somos más que una pequeñísima pieza dentro del grandioso “puzle” que es el cosmos.
“La Vía Láctea
Durante las hermosas noches estrelladas y sin luna, todos hemos observado ese fulgor blanquecino que atraviesa el cielo de un extremo al otro, al que los antiguos, por su apariencia lechosa, bautizaron con el nombre de Vía Láctea. En los tiempos modernos ese fulgor difuso fue explorado detenidamente por el telescopio, y así fue como el camino de polvo de oro, o el río de leche de la antigua mitología se transformó en un vasto campo de maravillas desconocidas. Gracias a las investigaciones de los observadores se llegó a conocer su naturaleza, y allí donde nuestra mirada sólo distingue una débil claridad se descubrieron una infinidad de soles más luminosos e importantes que el nuestro.La Vía Láctea es, en efecto, una campiña sembrada con flores solares o planetarias que brillan en la vastedad. Nuestro Sol, y todos los cuerpos que lo acompañan, forman parte de esos mundos refulgentes que componen la Vía Láctea. Pero, a pesar de sus dimensiones gigantescas con relación a la Tierra, y a la vastedad de su imperio, él ocupa un lugar poco apreciable en la Creación.
Podemos contar unos treinta millones de soles parecidos a él que gravitan en esta inmensa región, alejados unos de otros por una distancia de más de cien mil veces el radio de la órbita terrestre.
Mediante esta cifra aproximativa podemos juzgar la extensión de esta región sideral y la relación que existe entre nuestro sistema y la universalidad de los sistemas que la ocupan. Se podrá determinar, así mismo, la pequeñez del dominio solar y, con mayor razón, la exigüidad de nuestra Tierra. ¡Cuál sería la relación si considerásemos a los seres que la pueblan!
La Creación se muestra en toda su majestad, creando y propagando manifestaciones de vida y de inteligencia en derredor del mundo solar y en todos los sistemas que existen por doquier.
Conocemos de esta manera la posición que ocupan nuestro Sol y la Tierra en el mundo estelar, pero estas consideraciones adquieren aún más peso si reflexionamos sobre la importancia de la Vía Láctea, que representa apenas un punto insignificante e inapreciable en la inmensidad de las creaciones siderales, sólo es una entre miles.
Sabiendo que la Tierra poco o casi nada es en el sistema solar, y éste, igualmente, poca cosa representa en la Vía Láctea, la cual, a su vez, nada o casi nada significa en la universalidad de las nebulosas, así como esa universalidad es muy poca cosa en relación con el inmenso infinito, comenzaremos a comprender realmente que es la Tierra.”
Sólo os pido que reflexionéis apenas un poquito sobre lo que acabáis de leer, y con que solamente salte una chispa de luz en vuestra mente, que os ayude a vislumbrar la magnificencia de todo lo creado y el poder supremo del Creador, ya me daré por conforme. Un abrazo fraterno para todos mis hermanos espirituales.
Cielo Gallego