Muchos podremos a lo largo de nuestras vidas hacernos la pregunta: ¿Qué es el bien y qué es el mal? Saber contestarla con precisión o al menos satisfactoriamente parece algo sencillo a primera vista. Normalmente suponemos fácil la respuesta si tenemos en cuenta los parámetros actuales que rigen el comportamiento de los hombres, pero nos exigirá para la debida contestación, una atención detenida en la cuestión.
Podríamos decir que matar y robar está mal, mientras que trabajar y comprar algo con tu esfuerzo está bien, por ejemplo. ¿Será eso correcto?
Pero esta sentencia abarca y merece un análisis del código ético-moral que engloba factores más profundos ya que todos somos seres poliédricos. Hoy enseñamos una cara, mañana otra, conforme a nuestros intereses y necesidades.
Para responder a esta simple cuestión, una mirada superficial nos dará una respuesta irreflexiva y no nos hará comprender la verdad de nuestros deberes y responsabilidades ya que éstos son mucho más amplios de lo que se supone.
Para entender mejor hay que mirar qué leyes debemos obedecer para ser felices.
Hay leyes que rigen el universo material, o sea la física de las cosas. Las estudiamos en el colegio, instituto, universidad y vemos las aplicaciones de ellas todos los días. Los científicos estudian las leyes de la materia para inventar e innovar su aplicación en la industria farmacéutica, siderúrgica y tecnológica, por ejemplo.
Hay, sin embargo, otras leyes, más sutiles que rigen el comportamiento espiritual, o sea, la moral de los hombres. En ellas deberíamos detenernos para comprender el avance que todos podremos alcanzar con un buen comportamiento. Digo sutiles porque pueden pasar desapercibidas en la vida diaria.
Esta Ley Divina, Ley Natural o también llamada Ley Moral es la ley de Dios, la ley de la vida.
Es la armonía designada por Él y que comanda el universo entero. Esta ley es la regla de comportamiento que deberíamos seguir siempre y sirve de estudio a todo hombre que busca su perfeccionamiento, a todo aquél que anhela la felicidad integral. Ella es perfecta, establecida para toda la eternidad, inviolable, y constituye la ruta segura en el rumbo evolutivo del hombre.
Siendo inmutable, no cambia como las leyes humanas a cada legislatura, por sus imperfecciones en su estructuración. Esta Ley no está sometida a las transitoriedades de las pasiones humanas, es pues la ética superior.
Luego, todo lo que está conforme con las leyes divinas es el bien y todo lo que de ella se separa es el mal. Esta ley indica al hombre lo que debe hacer o no.
Contestada la pregunta inicial, uno puede entonces hacerse otra pregunta derivada de ella, que sería: ¿Cómo seguir estas leyes? Es a través de su observancia, comportándose de acuerdo con las normas dictadas por la Providencia. Entonces ¿cómo observarlas si no las conozco?
Para eso vamos a esclarecer estos conceptos a continuación:
En el universo hay tres elementos: Dios, Espíritu y materia.
El espíritu utiliza la materia para su evolución. Ésta tiene diferentes grados de densidad, y el espíritu la necesita tanto en estado encarnado como desencarnado. El espíritu ha de seguir la Ley Divina en su toma de decisiones para las pruebas de carácter moral, y ceñirse a las leyes físicas en su interacción con la materia.
Partiendo de la base de que no es suficiente una sola existencia para que el espíritu profundice y aplique todos los aspectos a los que debe prestar atención de la ley divina, le es necesario ir asimilando poco a poco todos los prismas de la ley.
Por eso es importante tener en cuenta la pluralidad de existencias. El resultado de innumerables vidas es la acumulación de experiencias en las cuales tenemos la posibilidad de poner en práctica el correcto cumplimiento de la ley divina, a través de nuestra conducta.
La ley divina fue colocada en la conciencia al formarse el espíritu, es algo innato y por lo tanto está en nuestro ser. Todos hemos sido creados simples e ignorantes; a medida que maduramos interiormente y profundizamos en el conocimiento de los temas espirituales vamos evolucionando. La desobediencia de estos códigos crea el sufrimiento y la desarmonía interior del infractor, que más tarde o más temprano se someterá al reajuste con la ley.
La ley divina se puede dividir en diez puntos, para una mejor comprensión de sus normas y mayor asimilación de sus conceptos:
1. Ley de Adoración
Solamente hay un Dios, y el hombre llegó a ese resultado desarrollando su mente y sus ideas, dejando atrás los conceptos erróneos del politeísmo que asignaban a la Naturaleza y a dioses de piedra atributos divinos o sobrehumanos.
¿Qué significa obedecer la Ley de adoración? Elevar el pensamiento a Dios en un acto de oración, contemplando su magnitud y grandeza, admirando el enorme amor con que nos ha creado, agradeciendo el celo con que nos cuida, respetando su obra, reconociendo que somos todos sus hijos predilectos. De esta manera el hombre se aproxima a Él. Como este sentimiento es innato, porque está grabado en la conciencia de cada uno, todos los seres humanos lo poseemos, cualquiera puede elevar a través de la oración el sentimiento de gratitud hacia nuestro creador. Esto es más que una herramienta que podremos utilizar para resistir a las tentaciones del día a día. Es comulgar con Dios.
Uno de los beneficios de cumplir con esta ley es demostrarle nuestra humildad y otro es que Dios nos enviará amigos espirituales que nos ayuden a soportar nuestras pruebas y dificultades de la vida, auxiliándonos y sosteniéndonos en nuestras flaquezas y dificultades.
2. Ley del Trabajo
El trabajo es también una ley natural. Todo en la naturaleza está en pleno trabajo incesante y constante transformación.
Trabajo significa tener una ocupación útil, una acción benéfica que engloba cuerpo, mente y espíritu.
Podemos considerar dos tipos generales de trabajo: el trabajo en favor del prójimo y el trabajo para cubrir las necesidades vitales del hombre.
Dios, con esta ley, ha ofrecido al hombre dos metas a alcanzar como palanca para el desarrollo espiritual: la conservación del cuerpo y el desarrollo del pensamiento.
Hay múltiples ejemplos de trabajo útil: dedicar un tiempo para ayudar a un vecino, reservar unas horas del día para estudiar, tener en la semana una hora para ejercer de voluntario en una residencia, cuidar de un familiar. Cualquier acto en favor de otro es trabajo útil al prójimo, son bienes espirituales que se van almacenando y que generan un resultado benéfico que ayudará a liberar al espíritu de las cadenas de la materia, acercándole a la dicha. Es a través de la ocupación provechosa, sirviendo antes que ser servido, como uno crece y se aleja de muchas tentaciones. Ejerciendo el dar antes que recibir se conquistan valores incalculables con que el espíritu corrige las imperfecciones y disciplina la voluntad.
El trabajo útil junto con la oración es el más eficiente antídoto contra el mal.
Un oficio ejercido honradamente para cubrir las necesidades del día a día es un ejemplo de trabajo útil que ejercita mente y cuerpo. Sin embargo, un trabajo orientado a la acumulación de bienes y satisfacción de los goces materiales, estrecha los lazos del hombre a la materia.
3. Ley de Reproducción.
Es también una ley natural sin la cual no habría mundos corporales, como el nuestro.
Entre encarnados y desencarnados siempre hay un equilibrio, mantenido por los encargados que rigen el planeta y tienen estas tareas en la espiritualidad.
Todos volvemos para perfeccionarnos en nuevos cuerpos con la finalidad del progreso moral e intelectual, y traemos como bagaje nuestras experiencias adquiridas. De ahí las habilidades que cada uno tiene desde pequeño, sus gustos y facilidades de aprendizaje en determinados campos o sus dificultades en otros sectores del conocimiento.
Aquí podríamos hacernos también una pregunta: ¿Poner obstáculos a la reproducción es contrario a ley divina?
En respuesta, el "Libro de los Espíritus", dice que: “Todo lo que entorpece a la naturaleza en su marcha es contrario a la ley divina, y si tiene por efecto contener la reproducción para satisfacer la sensualidad, demuestra que el hombre es muy material, con predominio de la materia sobre el espíritu.”
Por otro lado, los hijos son planificados en la esfera extra-física de la vida material. Esto quiere decir que antes de que los padres encarnen, los hijos ya están programados, considerándose créditos y débitos de vidas pasadas.
No obstante, si los padres ponen impedimentos, los hijos alcanzarán el hogar de los que se niegan a tenerlos utilizando sutiles recursos, atraídos por el amor o la rebeldía. Prioritariamente dentro de la familia se llevarán a cabo las justas reparaciones. Si no es así, los espíritus encarnados bajo otros techos, llegarán a la convivencia de la pareja por otras formas. Por ejemplo, el novio que desarmoniza la familia, alguien que llega de una manera inesperada necesitado de cuidados, un niño (familiar o no) que necesita de adopción, etc.
4. Ley de Conservación.
Todos tenemos un instinto de conservación que es natural en nosotros y nos impulsa a luchar por sobrevivir, ya que la vida es necesaria para que el hombre vaya perfeccionando sus tendencias e inclinaciones en el transcurso de ella. El instinto siempre forma parte del espíritu, pero al ensanchar los conocimientos de la vida superior vamos dominando el instinto primario o maquinal, transformándolo en instinto racional.
Dios nos ha creado y nos da los medios de supervivencia, nos ofrece un mundo lleno de posibilidades. El suelo, por ejemplo, es el origen de los recursos primarios que el hombre transforma para crear bienes materiales con los que suplir sus necesidades.
¿Por qué Dios nos ha dado el atractivo de los bienes materiales? Nos lo ha dado con el objetivo de desarrollar nuestra razón, para que aprendamos a poner límites a nuestros deseos, evitando lo superfluo. No obstante, buscar el bienestar propio y de tu entorno es un deseo natural, siempre que no se consiga a costa de otros ni de la debilitación moral o física de uno mismo. En cambio, el deseo excesivo de bienes materiales es contrario a la ley de conservación.
Entonces, ¿cómo puede el hombre conocer el límite de lo necesario? El Libro de los Espíritus, en su cuestión 715, aclara: “El sabio lo conoce por intuición. Muchos lo conocen a costa de su propia experiencia.”
La vida material es necesaria para nuestro adelanto. No podemos alcanzar todos los espectros de virtudes en una sola vida, es sencillamente imposible. Necesitamos, pues, de muchas vidas para lograr ese crecimiento interior.
5. Ley de Destrucción.
En la Naturaleza no existe la destrucción de los seres vivos sino la transformación de éstos, con el propósito de su renovación y mejoramiento.
A primera vista podría parecer que esta ley es contradictoria con la cuarta, pero realmente son complementarias. La Naturaleza provee de medios de preservación y conservación con el propósito de que la destrucción no se produzca antes del tiempo necesario ya que la destrucción anticipada obstaculiza y retarda el desarrollo del espíritu.
El espíritu, o principio inteligente, una vez creado, no se destruye nunca. Sigue evolucionando, experimentando cambios en diferentes niveles de vibración, conforme va aprendiendo de las distintas experiencias vividas. Sí, porque aprendemos en la materia cuando encarnados y en el mundo espiritual cuando desencarnados.
La necesidad de destrucción entre los hombres disminuye proporcionalmente a medida que su desarrollo intelectual y moral aumenta.
Tenemos que tener muchísimo respeto a nuestra vida y a la del prójimo, luchando por preservarla y cuidarla, ya que es el instrumento de progreso a través de la cual realizamos la tarea que vinimos a cumplir.
6. Ley de Sociedad.
El ser humano necesita indudablemente de las relaciones sociales. Nadie es autónomo por completo. Por medio de la sociedad los hombres se ayudan y aprenden juntos a avanzar, unos aportan unas cualidades adquiridas mientras otros ofrecen otras facultades y complementándose, la Humanidad progresa. Siendo pues incuestionablemente un ser grupal, el aislamiento bajo pretexto de servir a Dios no es correcto, y constituye una violación de la ley, que se caracteriza por una especie de fuga de las responsabilidades de relacionarse y limar los aspectos imperfectos de nuestra personalidad en la convivencia con otros seres humanos.
La familia constituye un núcleo de suma importancia, ya que en ella se ensayan los lazos afectivos y los espíritus afines y reacios experimentan la puesta en práctica de esta ley. El hogar es la sociedad más pequeña, donde la educación moral debería ser priorizada, para formar ciudadanos responsables con los derechos y deberes que les tocan en la gran familia compuesta por la sociedad en general.
7. Ley del Progreso.
Todo hombre se desarrolla moral e intelectualmente por sí mismo, porque fuimos creados para adquirir un progreso completo, aunque, para lograrlo, cada uno requiera un tiempo diferente.
Cuanto más conocedor de las Leyes Morales, más responsable de sus actos es el ser humano. El objetivo final a que todos estamos destinados es nuestro perfeccionamiento, pero solamente llegaremos paso a paso a este destino. La moral y la inteligencia sólo se equilibran a largo plazo, después de varias experiencias y vivencias, donde el hombre se examina, aprobando o suspendiendo el examen de la vida.
Al conocer el bien y el mal el ser humano puede optar por uno u otro, aplicando el libre albedrío que todos poseemos, y así elegimos nuestro camino, siendo éste correcto o incorrecto.
Al conocer las leyes divinas, las cosas se facilitan mucho ya que podremos escoger la opción del bien y evitar disgustos y sufrimientos, creando con la elección un futuro mejor para nosotros mismos.
La marcha del progreso es incesante e imparable, una condición de la naturaleza humana, que no se debe obstaculizar. El progreso intelectual avanza siempre pero uno de los mayores impedimentos al progreso moral es el orgullo y el egoísmo tan arraigados en la conducta del ser humano.
El factor de la ignorancia nada más es que un estado temporal del ser, donde el hombre no mira los horizontes más lejanos. Sin embargo, aquél que eleva el pensamiento y admira los designios de Dios, comprende mejor lo que está mal y corrige sus excesos, entendiendo la necesidad de reformarse moralmente para cumplir con la ley. Esto significa corregir las imperfecciones y defectos que tenemos presentes en nuestro ser.
8. Ley de Igualdad.
Dios creó sus leyes para todos los hombres, todos somos iguales frente a nuestras responsabilidades. No hay privilegios ni concesiones en la vida material y espiritual, solamente esfuerzo y merecimiento. Cuanto más empeño dedica uno en el bien durante su trayectoria, más rápido progresará y se desarrollará antes unas aptitudes u otras. Las sucesivas vidas generan, por lo tanto, experiencias que son aprovechadas según la voluntad de cada uno de acuerdo con el libre albedrío. Por eso la aparente “suerte” que algunos tienen es exactamente lo que esos individuos necesitan para aprender. De ahí que envidiar a otra persona demuestra que no se ha entendido cómo funcionan las leyes morales.
Las desigualdades sociales no son una fatalidad, sino una elección de pruebas que cada uno escoge y traza así un tipo de destino para que, con esa oportunidad, sepa crecer y progresar más rápidamente.
Eso no significa que debamos dejar a cada uno abandonado en su elección. Nuestro deber como hermanos es esforzarnos por ayudar y socorrer a ese prójimo para que lleve su prueba más suavemente, aliviando en lo posible su desdicha.
Existe una sutil línea que demarca la diferencia entre progresar y evolucionar.
Progresar significa que la persona intenta con todas sus fuerzas no dejarse llevar por el defecto o imperfección; aun así, podría fallar al ponerlo a prueba. Evolucionar es alcanzar tras muchas tentativas, el dominio de esa imperfección, controlando por completo esa mala tendencia. Cuando la persona evoluciona en algún área de las que venía a corregir, no vuelve a caer en ella.
En cada encarnación se puede elegir un sexo u otro de acuerdo con las pruebas a corregir frente a las leyes divinas, puesto que el espíritu no tiene sexo. En conclusión, hombre y mujer son iguales.
9. Ley de Libertad.
Todos nosotros nos necesitamos, y no podemos vivir aislados del mundo por completo. Siempre habrá algo que otro nos pueda ofrecer que nos haga falta y viceversa. Puede ser una opinión, un sentimiento, una caricia, o simplemente algo material.
Hay que tener mucho cuidado en el cumplimiento de esta ley porque algunos confunden autoridad con despotismo.
Toda la degradación moral y física causada por un hombre a otro es contraria a Ley de Dios.
El poder temporal concedido a un individuo gracias a ciertas aptitudes que le facultan para un cargo, sirve como palanca para elevar al subordinado y no para embrutecer al superior. Por la Ley de Acción y Reacción, si una persona hace mal uso de su posición de superioridad, en el futuro habrá de reparar el mal ocasionado.
¿Cuándo somos realmente libres? Únicamente por el pensamiento el hombre es totalmente libre, gozando de una libertad sin fronteras ni límites. Debe el hombre ser consciente que es completamente responsable de su pensamiento. Al emitir un pensamiento bueno de amor, nos rodeamos de espíritus buenos que vibran en sintonía con estos pensamientos. Por el contrario, si nos centramos en pensamientos inferiores de venganza u odio, atraeremos espíritus afines a este pensamiento.
10. Ley de Justicia, Amor y Caridad.
La Ley de Justicia está de tal forma dentro de la conciencia humana que la simple idea de una injusticia nos rebela. De todas las leyes, ésta es la más amplia, porque resume todas las demás.
La exacta comprensión de esta ley natural no es tan sencilla, ya que unos consideran justicia lo que otros sienten como injusto. Las pasiones humanas y los intereses mundanos se mezclan en el sentimiento de justicia y van alterando el verdadero punto de vista. A medida que el hombre va adquiriendo experiencias ese sentimiento se acerca al de la Justicia Divina.
El amor es el sentimiento por excelencia, el más elevado que podemos alcanzar, sentirlo hacia el prójimo es la virtud más sublime. Al romper la oscuridad del egoísmo, saliendo de sí mismo en dirección al prójimo, podrá el hombre comprender a Dios y el amor trascendente. La mejor manera de amar a Dios es ejerciendo el bien, queriendo al prójimo.
La verdadera caridad profesada por el maestro Jesús, en el ejemplo de su vida, es la benevolencia hacia todos indistintamente, la indulgencia para con las faltas ajenas y el perdón de las ofensas que nos hagan. ¿Por qué?
Porque la caridad son estos tres sentimientos complementarios: ser buenos con todos porque somos hermanos; disculpar a todos porque nosotros también necesitamos de disculpa, nadie es perfecto; y perdonar, porque todos erramos a cada instante. Estamos sumergidos en una franja de evolución parecida, unos con mejores aptitudes para unas cosas, otros con valores en determinada área, otros aún necesitando de manos que les sostengan para no caer.
Como vemos, no basta un estudio superficial, hay que saber leer en las entrelíneas de la vida, porque las leyes engloban muchos aspectos profundos del comportamiento. En el Libro Tercero del Libro de los Espíritus se ofrece una minuciosa explicación que sin duda aportará un valioso saber al lector que desee progresar moralmente, ya que es fundamental para el espíritu respetar estos diez puntos de la Ley Divina tan importantes, sutiles y necesarios para su perfección moral y adelantamiento en la escala evolutiva.
Cláudia Bernardes de Carvalho
Centro Espírita Entre el Cielo y la Tierra.