martes, 9 de febrero de 2010

LA EUTANASIA

“Una víctima del incendio del estadio de Sheffield recupera la conciencia tras ocho años en coma.
Londres. El regreso de un paciente a un leve estado de conciencia, tras ocho años de vida vegetativa, revivó en el Reino Unido la polémica sobre el derecho a morir de los enfermos en esta situación. El caso de Andrew Devine, de 30 años, que tras ser diagnosticado como irreversible, responde a estímulos presionando un sensor, contiene ingredientes como para sentar un nuevo precedente médico. Devine, víctima del incendio del estadio de Hillsboroug, en Sheffield, donde murieron aplastados 95 hinchas del Liverpool, reside en Liverpool con sus padres.”

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Esta noticia irrumpió en los medios de comunicación hace unos días actualizando este asunto tan complicado de la práctica de “la eutanasia” que ha provocado las más diversas controversias.
Tema de frecuente discusión, por unos defendido, por otros censurado, la eutanasia, o “sistema de dar muerte sin sufrimiento a un enfermo incurable”, regresa a los debates académicos, frente a su aplicación sistemática por eminentes autoridades médicas, en criaturas incapacitadas físicas-mentales desde el nacimiento, internadas en Hospitales Pediátricos, sin esperanzas científicas de recuperación o supervivencia.
Práctica nefasta que demuestra el dominio del concepto materialista sobre la vida, que apenas ve la materia y sus implicaciones inmediatas, en detrimento de las realidades espirituales, reflejando así la soberanía del primitivismo animal en la constitución emocional del hombre.
La cuestión de eliminar al enfermo algunas horas o años de su vida antes que lo haga el proceso de la “muerte” o dejarlo en sufrimiento, para que su periespíritu se desintoxique hasta el último segundo, está subordinada a la necesidad de saber, primeramente a quién pertenece el cuerpo que se extingue y a quien se le debe el derecho de la vida… Es obvio que el cuerpo físico no deja de ser un empréstito a plazo limitado concedido al espíritu encarnado y que fatalmente deberá devolver después del tiempo estipulado. En cuanto a la vida, pertenece a Dios, que la ofrece para que podamos adquirir la noción de existir y nos reconozcamos como conciencia individual, pero sin desligarnos de Él.
No somos nosotros los que construimos “personalmente” nuestro cuerpo físico, es la Ley de la Evolución que durante milenios se encarga de formarlo para nuestro uso. No llegamos siquiera a crear los minerales que componen nuestras uñas, las vitaminas para nutrirnos, los líquidos para las corrientes sanguíneas, y linfáticas; hasta tomamos el magnetismo solar y la radiación lunar para activar nuestro sistema vital. De ese modo, muchas y graves reflexiones se imponen a las responsabilidades antes que a la satisfacción de pretender interferir a la Ley y practicar la eutanasia, decidiendo sobre la vida corporal del prójimo o sobre nuestro propio cuerpo agotado. En circunstancia alguna, o bajo ningún motivo, cabe al hombre el derecho de escoger y deliberar sobre la vida o la muerte.
En cuanto a los enfermos considerados irrecuperables, conviene considerar que dolencias, ayer detectables como incurables, son hoy superadas por el triunfo de hombres de la Ciencia Médica que la ennoblecen por la contribución que sus vidas ofrecen en beneficio de la Humanidad. Siempre hay, pues, posibilidad de mañana conseguir la victoria sobre la enfermedad irreversible de hoy. Diariamente, para esa “misión” se sumergen en la carne Espíritus Misioneros que se prestan a aligerar y a impulsar el progreso, realizando descubrimientos y conquistas superiores para la vida, fuentes poderosas de esperanza y confort para los que sufren, en nombre del Supremo Padre.

¿Cuántos enfermos, rudamente vencidos, desesperados recobran la salud sin aparente razón o lógica? ¡Cuántos otros hombres en excelente forma, portadores de sanidad y robustez, son víctimas de sorpresas orgánicas y sucumben imprevisiblemente!

El conocimiento de la reencarnación proyecta luz en los más complicados problemas de la vida, dirimiendo los equívocos y dudas en tono a la salud como a la enfermedad, a la desdicha como a la felicidad.
Cada minuto en cualquier vida es, por tanto, precioso para el Espíritu en rescate bendito ¿Cuántas resoluciones nobles, decisiones felices o actitudes desdichadas ocurren en un relámpago, imprevistamente?

Juan Miguel Fernández Muñoz.
Asociación de Estudios Espíritas de Madrid

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