La primera son los recuerdos de cuando estamos encarnados o en estado de vigilia (despiertos), los cuales desarrollamos en el día a día y en los que prácticamente la totalidad de la población, exceptuando algún caso extraordinario, no recuerda sus vidas anteriores. Esto no nos tendría que resultar tan extraño, ya que ni siquiera recordamos cuando estábamos en el vientre de nuestra madre, ni los primeros años de nuestra infancia. Esta memoria está adaptada a las necesidades de nuestra encarnación, la podemos cultivar con nuestro esfuerzo y voluntad diaria, pero, mucho más importante que esta resulta la segunda división “La memoria profunda” el YO profundo o subconsciente en el que están gravadas todas las existencias anteriores y todas las facultades que hemos desarrollado y aprendido anteriormente. Todo queda registrado en el libro del alma, más concretamente en el periespíritu, en los pliegues más profundos del ser.
Cada espíritu tiene una vibración particular y aquellos que lo hacen al unísono se atraen. En la encarnación, esta vibración se reduce, porque la carne mucho más densa y pesada que el alma, comprime las funciones y capacidades de esta. Durante el sueño dicha vibración aumenta al aflojarse los lazos que unen el espíritu al cuerpo y llega a su esplendor tras la muerte quedando libre el alma. Aquí encontramos la clave de la imposibilidad de adquirir información y recuerdos de la memoria profunda y pasarla a la memoria cerebral. En conclusión, cuando encarnamos quedan sepultados nuestros recuerdos eclipsados por la carne.
Si Dios, es tan inmensamente justo y bueno, ¿Por qué no permite ese recuerdo? ¿Por qué nos coloca una venda en los ojos del recuerdo, aquí en la Tierra? Esto tiene una explicación muy lógica y al analizarla engrandece más a Dios y a su sabiduría. Si tenemos en cuenta que todo evoluciona a mejor y que nos mejoramos moralmente en cada encarnación, llegamos a la conclusión de que en las vidas anteriores fuimos peores de lo que somos en la actual. La historia nos lo demuestra, ya que salimos recientemente de la barbarie. Si de por sí la vida es dura, con el recuerdo de los sufrimientos y venganzas pasadas sería insoportable. Hay que comprender que estamos en un mundo de expiación y pruebas donde venimos a corregir antiguos errores del pasado; de no ser por el olvido del pretérito, los enemigos de otras vidas se perpetuarían por los siglos, las rivalidades, el odio y la discordia se avivarían de vida en vida. Con ese recuerdo de otras encarnaciones nuestros enemigos y víctimas nos reconocerían y nos perseguirían. Vemos a nuestra misma sociedad, que no admite ni perdona a los culpables, pese haber pagado sus deudas con la justicia humana, siguen siendo rechazados. Sin ese olvido los grandes criminales estarían marcados para toda la eternidad y no tendrían la oportunidad de rectificar sus crímenes.
El alma culpable, al renacer en una nueva condición, encuentra el auxilio y la ternura necesaria para su rehabilitación. Dios, sabiamente, quiere que bajo esa ternura que despiertan las criaturas en temprana edad, puedan alimentar sus almas con el amor necesario para modificar su sensibilidad interior, para emprender una nueva etapa con energías renovadas, bajo el escenario de la vida que mejor se le acopla a sus necesidades, ya que esta nueva existencia que comienza, con sus penas y luchas, se acopla a sus características como un guante a una mano, con la finalidad de poder saldar antiguas deudas y conseguir otros logros. Estos nuevos lazos familiares, bajo el olvido del pasado, son una oportunidad perfecta para poder acercar estos enemigos de otras vidas y conseguir sustituir los sentimientos que albergan de odio, rencor y resentimiento por amor, cariño y fraternidad. Ya nos dijo Jesús “Reconcíliate con tu enemigo mientras estas en el camino”.
Dios bajo el olvido de las vidas pasadas y las relaciones de parentesco nos ofrece una de las llaves más importantes que tenemos para nuestra evolución y progreso en la actual encarnación, sin esto la humanidad caminaría mucho más lenta.
Si analizamos la cuestión y somos sinceros con nosotros mismos: ¿Cuántas cosas quisiéramos todos borrar de nuestra vida actual que son otros tantos obstáculos para nuestra paz interior? Por un momento imaginemos que se multiplican todos esos tormentos. Pues eso sería el recuerdo del pasado. Demos gracias por poder empezar de cero en esta vida, de no ser así sería un suplicio para la gran mayoría de la población. Aunque esto no será eternamente así, pues a medida que el ser humano progrese moralmente, su campo psíquico se dilatará y las facultades del espíritu irán ganando terreno en la Tierra.
Día llegará en que el recuerdo del pasado sea normal, claro que para llegar a esto tendremos que haber depurado la conciencia y no puede albergar el alma ningún resentimiento hacia ninguna persona, ya seamos agresores o víctimas.
Realmente dicho olvido del pasado no se produce totalmente, ya que tenemos un faro que nos guía llamado intuición en el fondo de nuestra conciencia, para rescatar conocimientos profundos y llevarlos a la conciencia cerebral. Esto es lo que nos interesa recordar del pasado, las adquisiciones, logros y capacidades adquiridas, de aquí vienen nuestras habilidades, vocaciones y predisposiciones. Ahora citaremos un ejemplo: Dos personas en igualdad de inteligencia, estudian un mismo asunto, uno lo asimila muy rápido mientras que al otro le cuesta mucho trabajo comprenderlo. Esto es porque uno sólo tiene que recordarlo, entrando en acción la intuición y el otro es la primera vez que se enfrenta ante esa materia.
Llegados a este punto analizaremos en qué circunstancias se puede dar el recuerdo de las vidas pasadas, cómo bajo una modificación de la vibración es posible llegar a esa memoria profunda.
En primer lugar examinaremos los individuos que se acuerdan de otras vidas de una manera natural: de ciertos lugares, objetos, personas, etc. Esto se suele dar en países donde el conocimiento de la ley de la reencarnación está extendido y hay menos barreras psíquicas para que se de esta circunstancia, aunque es poco usual, ya que esto suele ocurrir si ese recuerdo es útil para su actual encarnación. En Oriente se han podido comprobar y certificar algunos casos de este tipo.
Continuamos estudiando algunos sueños de vidas pasadas. Al dormir tenemos un desprendimiento del alma, esta más libre, puede acceder al archivo del pasado aunque se encuentra con el bloqueo vibratorio de hacer llegar esa visión del alma al cerebro del cuerpo físico (para más información del sueño ver el artículo publicado en El Ángel del Bien nº 2 del mes Octubre 2007 “El Maravilloso Mundo de los Sueños).
A continuación citaremos algunos casos de niños pequeños que dicen acordarse de cosas ya vividas. Esto tiene una explicación y es porque hasta los siete años aproximadamente el alma no se encuentra totalmente imbuida por la materia y ese pequeño desprendimiento los hace más partícipes del plano espiritual, más perceptibles y más accesibles a recuerdos de otras vidas. Los hay que narran con exactitud vidas anteriores, siendo comprobadas algunas (existen varios ejemplos en el libro El problema del Ser y del Destino de León Denis pág. 212 a 214 de ed. Kier). Según va creciendo el niño el engranaje espiritual se completa con el cuerpo, quedando el espíritu totalmente absorbido por la materia, siendo ya el recuerdo de las vidas anteriores imposible.
A los niños no se les debe forzar la percepción espiritual, si la tuvieran hay que tratarlo como algo natural, sin darle importancia, lo habitual es que esto cese con la edad.
Seguidamente nos centraremos en la sugestión. Con esta puede llegar a producirse un desprendimiento parcial del alma con la consiguiente modificación vibratoria que restablece la relación cerebral y la conciencia profunda; hay distintas fases, a más amplio desprendimiento, más profundo y amplio es el recuerdo. Con el regreso a la carne quedan eclipsados los recuerdos, esto es lo que comúnmente conocemos como “Regresiones”. Desde mi punto de vista sólo lo recomendaría para poder acceder al foco de alguna patología, nunca como medio de curiosidad, ya que tiene sus riesgos. Si analizamos y pasamos por el filtro de la razón, la gran mayoría de regresiones que realizan los profesionales y estudiosos del mundo psíquico, suelen tener por resultado el recuerdo de vidas en las que la inmensa mayoría han sido Reyes y personalidades muy conocidas, en la actualidad conozco cinco personas que dicen haber sido Cleopatra, cuando la lógica nos dice que eso es imposible. La ciencia psíquica no es como las matemáticas donde dos más dos son cuatro, cada persona es diferente y si por ley natural no se produce este recuerdo, forzándolo sólo obtendremos resultados positivos si buscamos algún fin noble.
Finalmente llegamos al desprendimiento total con la muerte del cuerpo físico, esto es la libertad para el espíritu. Aquí se producirá el recuerdo completo de todas las vidas, pero recuerde, querido lector, que la primera condición para recordar es querer recordar. Por eso nos encontramos con comunicaciones de espíritus que continúan, como en la Tierra, sin el recuerdo del pasado; ciertos dogmas religiosos son un gran impedimento a la hora de producirse este recuerdo gradual del pásado. Al comprimir nuestra mente bajo ciertas teorías que resultan ser una venda oscura para nuestras percepciones espirituales, una vez que pasamos el sepulcro. Para las personas que creen en la reencarnación y los que han alimentado el espíritu con conocimientos del más allá, les cuesta menos trabajo adaptarse y despertar las facultades espirituales después de la muerte. Vista, oído, tacto, etc., se unen y se multiplican, lo bello es mil veces más bello y lo penoso es mil veces más penoso.
Aquí llegamos a un punto culminante del ser, ya que con la memoria acariciando las existencias anteriores encuentra el sentido de esta última encarnación que acaba de completar al encontrar en los crímenes y dolores del pasado la causa de los logros y expiaciones sufridas junto con la razón de su situación actual. Ve la correlación de sus vidas pasar, el pasado explica lo presente y deja prever el porvenir, por desgarrador que sea este examen es justo y necesario, pues puede ser el punto de partida de las resoluciones saludables y de la redención. Acaba de conocer sus aciertos y sus errores y se convierte en su propio juez. Has leído bien, no hay ningún verdugo de la inquisición, sino que para el espíritu que ya se le ha despertado su conciencia será el mismo el que tenga que enfrentar su balance. Comienza un periodo de examen y recogimiento, será dichoso por los logros obtenidos y sufrirá por los errores y las oportunidades perdidas. La conciencia del hombre recto y honesto goza de un equilibrio y una unión con las leyes de Dios, la del criminal no deja minuto de reposo. Constantemente reproduce los males causados creando una situación continua de amargura, dolor y vergüenza, siendo dominado y absorbido por esa vibración, por ese sentimiento que es peor que cualquier mal físico al no encontrarle fin.
Tras esto llegará una nueva encarnación y así hasta que nos hayamos depurado bastante para ascender a planos mejores. El principio de afinidad lo rige todo en el plano espiritual y asigna a cada uno su lugar.
Cuando nos centramos en una sola existencia, marcando un principio y un final, todo carece de sentido, caminamos en un laberinto con los ojos cubiertos dejándonos llevar por la fuerza de las pasiones, perdiendo oportunidades maravillosas de crecimiento espiritual. Así tan sólo tenemos una visión parcial de nuestra existencia, pero cuando subimos la montaña de la conciencia y observamos desde la cumbre la inmensidad de las existencias, la justicia divina resplandece; vemos lo que fuimos e imaginamos lo que seremos y desde esta perspectiva es desde donde tenemos que enfrentar con fuerza y valor las pruebas de esta encarnación que nos ayudarán a conocernos y a dominar nuestras pasiones.
¿Quién puede saber más de la muerte, sino los propios muertos? Pues bien, la voz de ellos es la que nos desvela todos estos misterios de la vida diciéndonos que no tengamos miedo a la muerte, ella nos reunirá a todos un día: “Aprovechad vuestra encarnación, trabajar y amaos, dedicad cada minuto en el bien, en sed mejores cada día ya que nada se pierde. Cada nuevo amigo sincero, cada lazo de amistad que afianzáis en la Tierra perdura en la eternidad e incrementa vuestra familia espiritual. Abrid el corazón a todos vuestro hermanos”.
Javier Gargallo
Centro Espírita “Entre el Cielo y la Tierra”
Centro Espírita “Entre el Cielo y la Tierra”
No hay comentarios:
Publicar un comentario