Hijos Diferentes
“Probablemente, los reconocerás en lo más íntimo del alma: los hijos diferentes. Conseguiste instruir los otros. Encaminarlos para el bien con facilidad. Pero encontraste aquellos que no se afinan con tus ideales. Es un hijo que no se erige a la altura del patrón doméstico a que te elevaste, o una hija que te desmiente la esperanza.
Cuando te observes delante de un hijo diferente, no te permitas inclinar el corazón al desespero o a la amargura. Ora y pide luz para el entendimiento.
El Señor hará reconocerte al frente del compañero o de la compañera de otras existencias terrestres, que el tiempo ocultó y que la Ley te ofrece de nuevo la presencia para que tu obra de amor sea debidamente complementada.
Auxílialos siempre y, mismo en los días en que la lluvia de críticas humanas te asedie la cabeza, aproxímalos más blandamente al regazo de tu espíritu; sin que el verbo humano consiga expresar las sensaciones de tu amor o de tu dolor, ante un hijo diferente, sabes, en lo íntimo del alma, que él significa el más alto encuentro marcado entre tu presencia y la bondad de Dios.” (Extracto del libro: Encuentro Marcado)
En nuestra casa espírita tenemos los compañeros diferentes, aquellos que siempre discrepan de nosotros, que dificultan o que continuamente critican todo lo que es hecho. ¿Qué hacer? Podremos utilizar las mismas consideraciones que Emmanuel recomienda en el texto arriba, o sea, tolerancia, comprensión y mucha acogida, respetando las críticas y procurando atraer estos compañeros diferentes para algunas actividades de la casa, donde ellos puedan sentirse parte integrante del cuerpo del centro espírita. A veces no es muy fácil, así como nuestros hijos diferentes, pero con amor y fraternidad, llegaremos allá.
¿Y cuáles serían las actividades de nuestra casa espírita? ¿Cuáles son las más importantes?
Yo tengo un querido amigo que sufrió muchos reveses en su vida familiar, habiéndose quedado viudo muy temprano y con cuatro niños. Un día él me dijo que su sustentación provenía de las enseñanzas de la doctrina consoladora y de su dedicación a la casa y a la causa espírita. Él me decía que sin éste soporte él habría desmoronado. Y completaba: - la casa espírita es mi segundo hogar, es mi iglesia y allí yo desenvuelvo mi trabajo social y espiritual; a cambio ella me da paz y fuerza para seguir con mi vida. Este, mi querido amigo me enseñó muchas lecciones y una de ellas fue la de la ejemplificación. ¿Cómo recomendar algo a alguien, cómo reprender alguien, si nosotros no hacemos nuestro deber de casa, con nuestra propia reforma íntima?
Él me decía: - amigo, el Espiritismo tiene como objetivo mayor nuestra mejoría interior para que nos volvamos mejores hombres y mujeres y con esto poder mejorar nuestra familia, nuestro vecindario, nuestra sociedad. Y el centro espírita es el vehículo, es el local físico donde nos encontramos para discutir estos temas tan importantes. Allá es el local donde la Espiritualidad Superior usa como referencia para la ayuda centralizada a los encarnados. Es allá que oímos lo que necesitamos oír de las enseñanzas de Jesús y de las recomendaciones de Kardec; es allá que vemos reflejados en el espejo de nuestra conciencia el resultado de nuestra plantación. Allá reunidos, somos como un montón de piedras de carbón en combustión, en pleno calor, transfiriendo calor unos para los otros, confortando el ambiente. Si resolvemos no atender a las reuniones, somos como aquella piedra de carbón que fue retirada del montón que estaba en la chimenea y dejada sola. En breve su fuego se extinguirá por la falta de calor de las otras. Esta figura me recuerda bastante de las reuniones de la iglesia cristiana iniciante. La palabra iglesia viene del griego ekklesia y significa reunión. Cuando los cristianos iniciantes se juntaban para rezar, para recordar de las enseñanzas de Jesús, para discutir los caminos y rumbos a tomar, ellos llamaban esta junta de fieles de una reunión, esto es, una ekklesia. De ahí que vino la terminología iglesia para las reuniones de los cristianos iniciantes de los primeros siglos del Cristianismo. El Centro espírita tiene así este mismo objetivo de las ekklesias de los cristianos de los dos primeros siglos del Cristianismo. Es en él que nos reunimos para hablar de Jesús, de las enseñanzas de la Codificación Espírita, para instruirnos, evangelizarnos... pues solamente así podremos reformarnos interiormente, matando el hombre viejo que todavía persiste viviendo en nosotros.
Pero infelizmente, hay centros espíritas que todavía no tienen esta significación e importancia a los participantes, colaboradores y trabajadores que allá van y que participan de algún trabajo, cualquiera que sea. ¿Por qué es así? Porque algunas de las enseñanzas más importantes de Jesús no son allá ejercitadas. ¿Y cuáles son estas? La primera es: mis discípulos serán conocidos por mucho amarse y la segunda es: quien quiera ser el primero que sea el último. Es porque también dos importantísimas enseñanzas de la Doctrina Espírita no son ejercitadas. La primera es: fuera de la caridad no hay salvación y la segunda es: se reconoce el verdadero espírita por el esfuerzo continuo para domar sus malas tendencias, intentando ser hoy mejor que ayer y mañana mejor que hoy.
Es que en algunas casas hay dirigentes autoritarios, hay médiums orgullosos que se juzgan privilegiados, hay trabajadores y colaboradores que no quieren estudiar y hay aquellos que sólo quieren recibir pases y beber agua fluidificada. Hay casas que eligen el trabajo mediúmnico como lo más importante y olvidan de la atención fraterna y del ejercicio de la caridad en sus diferentes formas. Recordemos que en las ekklesias de los cristianos iniciantes, la fraternidad y la caridad, el calor entre ellos es que atraían más y más personas, que huían de los aspectos vacíos y cultos exteriores de lujosos templos religiosos de entonces. Allá en el calor del cariño que eran recibidos, estas personas eran ayudadas y retornaban cada vez más, trayendo otras personas. Una pregunta que dejo aquí para cada uno de nosotros responder para nosotros mismos: - ¿Qué estoy haciendo yo para mejorar mi casa espírita, para volverla más fraterna, más acogedora? Al final de cuentas tenemos el conocimiento de las enseñanzas de Kardec, tenemos salud, no pasamos hambre, tenemos empleo, tenemos amigos y tenemos familia, no estamos en un país en guerra. Son algunos de los tales talentos que nos fueron dados – y que muchos no tienen - como cuenta la parábola de Jesús. Vamos a darnos las manos y ofrecernos para ayudar en cualquier cosa. Pues un día cuando nos sea preguntado – ¿qué hicieron de los talentos que les confié? – podamos decir: ¡los multipliqué!
Humberto Werdine Junior
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