sábado, 5 de julio de 2008

EDUCACIÓN MEDIÚMNICA

Son muchas las personas que a día de hoy se acercan para tomar contacto con el Espiritismo.
Motivadas muchas veces por la curiosidad o buscando el consuelo y la esperanza que otras doctrinas no han podido proporcionarles, son muy pocas las que acuden a él impulsadas por el deseo de reencontrarse con los valores esenciales de su naturaleza espiritual.

La mediumnidad o, mejor dicho la posibilidad de comunicación con los espíritus, despierta en todas ellas una atracción especial, en cuanto que viene a confirmar la realidad del alma y su supervivencia tras la muerte a través del intercambio entre los dos mundos.

La mayoría, sin embargo, se quedan tristemente en el fenómeno, en la manifestación, haciendo caso omiso de las consecuencias morales que se derivan de estas relaciones, permaneciendo deslumbradas y ciegas ante la nueva realidad, pero manteniéndose estériles para acoger la semilla de esperanza y consuelo que la Doctrina Espírita viene a sembrar en los corazones.

Muchos, que han visto despertar en ellos la facultad mediúmnica, ansían ante todo ponerse a trabajar guiados, única y exclusivamente, por el afán de desplegar ante los compañeros los “dones” y “poderes” de los que, según ellos, se encuentran investidos.
Algunos comparecen desequilibrados, con una mediumnidad incipiente que precisa de educación y corrección, en la forma y en el fondo.

Es ahí, precisamente, donde topamos con las mayores complicaciones a la hora de inculcar y hacer comprender la importancia que tiene el estudio para conducir correctamente la facultad mediúmnica.

La educación y desarrollo de la mediumnidad exigen trabajo, voluntad, responsabilidad, sacrificio y esfuerzo de nuestra parte, por lo que no ha de extrañarnos que tan sólo unas pocas personas estén dispuestas a llevar adelante este compromiso incorporándolo a sus vidas.

Así es como desconociendo absolutamente los mecanismos de expresión de la mediumnidad, su esencia, sus implicaciones físicas, emocionales, morales, y sobre todo su finalidad, muchos médiums se precipitan en el contacto con los desencarnados irresponsablemente, llegando incluso, algunos de ellos, a hacer de su facultad una profesión que les proporciona grandes beneficios para satisfacer su ego.

La mediumnidad, que es definida como una facultad física de índole espiritual no está, al igual que cualquier otra que pueda poseer el ser humano, exenta de educación y disciplina.
Al músico no le basta únicamente con tener buen oído musical y sentido del ritmo, sino que ha de dedicar muchos años de su vida al estudio y perfeccionamiento para ejecutar con pulcritud las más bellas melodías.
El cirujano, antes de llevar adelante cualquier tipo de cirugía, pasa años volcado en el aprendizaje de técnicas que le llevarán al éxito en el quirófano.
Y el médium, el buen médium, tiene la obligación de disciplinarse, de educarse moral e intelectualmente si quiere ganarse la simpatía y el concurso de los Buenos Espíritus. Sí de veras se desea ser un instrumento útil y afinado, sí pretende convertirse en un intérprete fiel de las intuiciones que recibe del Mundo Espiritual, tendrá que llevar adelante una tarea ardua, dificultosa, no exenta de escollos, pero sin duda gratificante.
La mediumnidad es, no podemos negarlo, una facultad extremadamente delicada por sus connotaciones psíquicas, y una buena base física, moral e intelectual servirán para cimentar lo que en el futuro ha de convertirse en una mediumnidad segura, seria, responsable…
No podemos metodizar el trabajo de un médium, tal y como nos propone el maestro Kardec, olvidándonos de la importancia que tiene el estudio doctrinario de las obras básicas que componen la Codificación y, menos aún, restándole valor al desarrollo evangélico-moral que el Espiritismo nos propone, ya que ambos constituyen los pilares básicos para una mediumnidad bien dimensionada y dirigida; la mediumnidad con Jesús que es la que se practica en el Espiritismo.
Un buen médium ha de conquistar la paciencia, la perseverancia, la humildad, la fraternidad, la benevolencia,… es decir, todas aquellas virtudes que beben de la fuente de la CARIDAD, despojándose de cuantos defectos estén relacionados con el orgullo, con el egoísmo, con la vanidad…, verdaderos cánceres morales, cuyas consecuencias tristes bien podemos ver reflejadas en la sociedad actual.
Ha de cultivar el gusto por la oración, que será para él manantial de consuelo, refugio en los momentos de dificultad, y puerta abierta a la sintonía con los Guías Espirituales que velan por él, alejándole de las influencias espirituales nocivas.
Además, debe alimentar su intelecto para servir mejor dedicando tiempo al estudio y a las lecturas edificantes, no sólo de las obras espíritas, sino de todas aquellas que puedan proporcionarle un enriquecimiento intelectual, convirtiéndose de este modo en interprete seguro de los mensajes de los espíritus.
Ha de esforzarse por ser disciplinado, ordenado y responsable en todos los ámbitos de su vida, comprendiendo que está para servir no para ser servido, alejándose de todo personalismo, y admitiéndose instrumento de los espíritus y no al revés.
Todo esto significa crecer como ser humano, progresar, mejorar, iniciar una terapia con la que recuperar o adquirir los valores fundamentales del Espíritu inmortal y eterno que verdaderamente somos, para poder emprender el ascenso a las regiones de luz.
Sólo de esta manera podrá contribuir con su pequeña gran aportación a repartir los consuelos que, la Doctrina Espírita y la relación con el Mundo Espiritual, pueden proporcionarnos, esparciendo aquí y allá pequeñas gotas de luz que sirvan para iluminar conciencias, mostrando a los moradores de uno u otro lado de la vida el camino hacía planos más elevados.
Siendo esta una tarea delicada y compleja, y carentes del valor y el impulso necesario para la auto-educación, y la auto-renovación moral, muchos la abandonan en detrimento de sí mismos, evidenciando su desconocimiento sobre la oportunidad de progreso y auto-iluminación para los que habían sido propuestos.
De esta manera se exponen a los peligros que una mediumnidad mal enfocada, mal dirigida trae consigo, como consecuencia de su irresponsabilidad, quedando a merced de entidades que se complacerán en arrastrarle a situaciones que le comprometerán seriamente el futuro.
No debemos cansarnos de resaltar una y otra vez lo importante que resulta dirigir y educar nuestra facultad siguiendo las pautas y las enseñanzas que Allan Kardec nos legó, y que encontramos recogidas en el “LIBRO DE LOS MEDÍUMS”, el mayor y mejor tratado de mediumnidad escrito hasta ahora, y que todos y todas estamos obligados a convertir en libro de consulta imprescindible.
No debemos pues excusarnos más, ni quienes recién se comprometen al trabajo en los Centros Espiritas, ni mucho menos aquellos otros que llevamos años dedicados a nuestra querida Doctrina.

Incorporemos de una vez por todas a nuestras vidas el hábito del estudio, del trabajo serio y constructivo, iniciemos así nuestra reforma moral y prosigamos serenos en este camino de auto-iluminación que hemos iniciado.

Intentemos resaltar y comprender la importancia del compromiso que adquirimos llevándolo adelante con alegría, con entusiasmo, con confianza, resguardándonos en las enseñanzas de Jesús y bajo la protección de los Buenos Espíritus que velan siempre por nuestro bienestar y armonía.

Es hora ya de que nos hagamos merecedores de la confianza que “ellos” depositan en cada uno de nosotros correspondiéndoles humildemente con nuestro esfuerzo y voluntad imparable de progreso.

VALLE GARCÍA
(ASOCIACIÓN DE ESTUDIOS ESPÍRITAS MADRILEÑOS)

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