domingo, 30 de marzo de 2008

El espiritismo en la adolescencia (Segunda parte)

Para poder entender el desarrollo espirita en un niño, no hace falta irse muy lejos: tan solo tenemos que ver el comportamiento de sus padres y sabremos porqué el niño actúa de tal o cual modo. Lo mismo pasa con las personas mayores, después de vivir un tipo de vida diferente al de cada generación, se tienen bien merecido el descanso, y es normal que rijan su vida comportándose de un modo como el que a ellos les gustaría que se utilizara para sí mismos. Los adultos sin embargo suelen discrepar de ese modo de actuar, ya que aun sabiendo de ese conocimiento muchas veces lo ignoran, y actúan como si no existiera. Simplemente, no se aclaran, porque después de llevar una vida en la que muchos han tenido que sufrir y luchar para conseguir llevar el sueldo a casa, no es de extrañar que esta forma de vida les sorprenda, ya que por desgracia vivimos en un planeta en el cual dominan los malos hábitos y las malas costumbres por encima de la caridad y la bondad que a todos nos gustaría que hubiera.

“Amémonos los unos a los otros y hagamos a los demás lo que nos gustaría que se nos hiciese a nosotros. “La religión y la moral ahí dentro se encuentran escritas”. Con seguir esas dos pautas, la perfección se encontraría aquí, en la Tierra. Ya no habría odios, no habría violencia, celos, avaricia, ya no tendríamos por qué preocuparnos de los desastres que todos los días asolan al planeta y amenazan con destruirlo. Es más, ya no habría pobreza, pues con lo superfluo de las mesas de los ricos se alimentarían muchos pobres y ya no se verían personas sufrientes por un pedazo de pan en las calles ni en los barrios bajos. Ya no habría pobreza, ni violencia. Y todo siguiendo esas dos líneas. No es mucho para leer, ¿no creéis?

Y luego, después de los niños, pero antes que los ancianos, antes que las personas adultas, estamos los que deberíamos dar el ejemplo. Somos los adolescentes.

De pequeños nos enseñan: robar está mal, debes quedarte con lo tuyo y no robarle los bienes al de enfrente. También se nos dice: ¡No mintáis! Y los críos no mienten, dicen la verdad aunque sepan que un castigo les va a caer detrás. Porque eso es moral. Eso nos distingue de aquellos que enseñan lo que saben que no deben practicar, pero aún así lo hacen, orgullosos de sí mismos, sin un ápice de remordimientos, ni conciencia que les diga lo que está bien ni lo que está mal. Aquellos chicos que vemos ausentándose de clase, sentados en un parque a altas horas de la noche haciendo botellón, ¿qué será de ellos? ¿Llegarán a jueces, abogados, presidentes? No lo sé, quizás marines, cuerpos de élite, ayudantes en las misivas del estado, quizás se conformen siendo fontaneros o electricistas, buenos oficios, se gana dinero, algunos llegaran a futbolistas o jugadores profesionales de algún deporte con el que ganarse la vida. Es probable que así sea. ¿Pero cuántos de ellos acabarán en cárceles, entre juzgados y tribunales por cometer un atraco, un robo, un atropello aún involuntario? o peor aún, ¿cuántos quedaran tirados en un callejón pidiendo dinero para tabaco? Y todo por la educación, cosas que no entendieron en su día y que ahora les está pasando facturas, aun desde pequeños.

Lo que nuestra doctrina enseña no es cómo asaltar un banco sin que te pillen y darte la gran vida. Tampoco a fugarte de la cárcel. Ni si quiera a hacer derrapes en una carretera. Lo que te enseña es a plantar cara, te enseña a defenderte, te enseña que las cosas pasan por una razón, y al igual que tenéis problemas, tenéis soluciones, al menos una por asunto.

Ésta etapa es, sin duda, una de las mas duras que podemos encontrar, ya que en ella se nos aplican unas normas, ciertas reglas que debemos respetar para encontrar nuestro camino en el mundo. Seamos sinceros, a ninguno nos gustaría vernos tirados en la calle de mayores, sino con un buen trabajo fijo y que te permita una casa, un medio de transporte, ropa y el cuidado de nuestra familia. De eso ya se encargan las enseñanzas del Estado. Pero los problemas que día a día nos atormentan tienen su solución. Y no hace falta ser muy listos para sacarla. Solo necesitamos tomar el libro adecuado y leer el capítulo correcto.

Al enseñarnos como ser desde pequeños, como debemos actuar frente a los problemas cotidianos, la vida nos resulta más fácil y más cómoda, más llevadera. Ya no tenemos conflictos ni regañinas sin razón, ya no hacemos lo males que no hemos hecho de críos. Y, ante todo, encontramos el por qué de las cosas que no pasan, y de las que no dejan de pasar. Encontramos sentido a la vida, más que el que nos enseña cuando aún no tenemos capacidad para estudiar, memorizar, leer cosas muy grandes, o incluso salir a la calle sin ayuda. Encontramos el verdadero motivo, la verdadera razón que nos impulsa a hacer lo que debemos, y a no dejarnos engañar por las malas influencias. Encontramos el camino al que estamos destinados desde siempre. La diferencia, es que esta vez lo escogemos nosotros. ¿Y sabéis otra cosa? No solo lo elegimos, sino que lo entendemos.


Keyan (15 años)

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