miércoles, 13 de junio de 2007

La Revista Espírita - Febrero 1862 - “Olvida las Injurias”

(Sociedad de París. –Médium, Sra. Costel)
Hija mía, el olvido de las injurias es la perfección del alma, con el perdón de las heridas hechas a la vanidad es la perfección del espíritu. Le ha sido más fácil a Jesús perdonar los ultrajes de su Pasión que al último de entre vosotros perdonar una ligera burla. El gran alma del salvador , habituada a la dulzura, no concebía ni la amargura ni la venganza, nosotros, afectados por lo que es pequeño, olvidamos lo que es grande. Cada día los hombres imploran el perdón a Dios que desciende sobre ellos como un beneficioso rocío; pero sus corazones olvidan esa palabra repetida sin cesar en la oración. Yo les digo, en verdad, la hiel interior corrompe el alma; es la piedra pesada que les fija al suelo y retiene su elevación. Cuando sois culpables, mirad en vuestro interior, examinar vuestro pecado interior, ese que el mundo ignora; mesurar su profundidad, y curar vuestra vanidad por el conocimiento de vuestra miseria. Si la ofensa es más grave y llega al corazón, compadezca al infeliz que la ha cometido, como compadecería al herido cuya herida abierta deja pasar la sangre: la piedad se debe al que destruye su futuro. Jesús, en el huerto de los Olivos, conoció el dolor humano, pero el ignoró siempre las asperezas del orgullo y las pequeñeces de la vanidad. Encarnó para enseñar a los hombres el tipo de belleza moral que debe servir como modelo, no lo descartéis jamás. Amasar vuestras almas como la cera blanda y haced que vuestra arcilla transformada se convierta en mármol imperecedero que Dios, el gran escultor, pueda firmar.

Lazare.

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